Fiasco Review!!: Noche trankila de Tiparrakers


Si creyera que lo hicieron a propio intento, tendría el ego del tamaño de mi estómago, y, por suerte, no está tan hinchado ni es tan orondo. Pero tiene coña la cosa que justo un día que me aburría me da por venir aquí y echarles de menos, hablando un poco de lo que habían adelantando... y pocos días después, lo sacan todo entero. Desde entonces, me he tomado mi tiempo. O me lo tomaron, más bien. Pero ahora que, por fin, la vida se pasea más lenta y se muestra más clemente, he encontrado el momento para venir aquí y hablar del último trabajo de los Tiparrakers, Noche trankila. El disco, en bucle, ya lo tenía oído, casi mesmerizado. Las ganas de venir a repasarlo aquí siempre las retengo, pero ahora que las tengo, vamos a hacerlo rápido y sencillo (no te lo crees ni tú). Al grano: voy a dar mi opinión, si se le puede llamar así, y si alguien no está de acuerdo, esperemos que no se les pase por la cabeza dejarme la cara como al chaval de la portada. 

Han rebarbado aquí ocho cortes que grabaron, mezclaron y masterizaron en Chromaticity Studios, de la mano de Aitor Ruiz y Pedro Monge. Antes, ya habían probado algunas canciones en directo, por cierto. La distribución del disco es fiel a su manera, sin buscar un sitio en grandes superficies ni ostias por el estilo. Así que, si te interesa, tendrás que buscarte la vida para conseguirlo, ponerte en contacto con ellos, ir a lugares distinguidos a comprarlo directamente, o traficar con algún afortunado o afortunada. La vida antes del gran click, siempre fue así. 

Mira, me voy a permitir un juego, un juego que me ponga en evidencia y acabe con mi reputación, si es que tengo yo de eso. Coges todos los títulos del disco, y tienes una historia completa que parece inspirada en las ilustraciones del disco, obra de Unai Ortiz de Zarate. Es una noche cualquiera, tranquila, sin muchas expectativas ("Noche trankila"), que empieza normal y entre amigos ("Buen rollo"), pero te vas dejando llevar por la inercia, con la experiencia de la rutina ("Controlo") y en un momento dado se va despertando ese inquilino tenebroso que tienes en las entrañas ("Fuego dentro") y comienza a enredarse todo ("Relato tenebroso") y aunque seas un protagonista anónimo y vulgar ("Don Nadie"), ya sabías que esto podía ocurrir ("Se te ve venir") y cuando empieza la gresca sacas los puños como el primero ("Los cuchillos"). 

No, no es así. No está tan definida ni relacionada la(s) historia(s) de estas ochos canciones, por supuesto, aunque ese resumen narrativo podría ser una de ellas. Hay más, pero algo, aunque sea el tono, el contexto de ese estúpido juego sí que se puede encontrar ahí dentro. No es un disco conceptual, con una única historia articulada a través de todas las canciones, pero tienen algo en común, parecen salir de la misma inspiración, ocurren en el barrio, comparten personajes y pasiones. Me cuesta decir que les ha quedado un ejercicio costumbrista porque el adjetivo suena raro, pero algo de eso tiene el disco, que es como una radiografía quinqui y sin paños calientes de la vida urbana, con algo de literatura, pero, sobre todo, con el pálpito de lo real y meridiano. Hay canciones, llamémoslas descriptivas o narrativas, donde parece haber acción y desarrollo, recorrido, escenas y sucedidos: "Noche trankila", "Controlo" o "Relato tenebroso". Otras parecen, más bien, retratos específicos de personajes que pululan por las historias de las anteriores, como "Buen rollo", "Don Nadie" o "Se te ve venir". "Fuego dentro" y "Los cuchillos" serían, por último, como un diagnóstico de los humores y estímulos que enervan a esos personajes, que explican algunas de las cosas que ocurren en estas canciones: "Te piras pa tu casa con unos cuantos golpes y un cigarro partido", ¿por qué?, porque sigues dando coces y porfiando a pesar de estar en el medio del "vacío más profundo". Eso lo cantan ellos en la primera y en la última canción. 

Todo esto lo escriben con un lenguaje sin filtrar, el que tú hablas sin aparentar, bien articulado por la flexibilidad de un cantante que, quien lo haya visto en directo, sabe que es elástico y retorcido en sus movimientos y gesticulaciones, pero también tiene variedad en su rango vocal, dándole cuerpo y lustre a las historias que canta/cuenta. "Noche trankila" recorre precisamente esa experiencia nocturna que comienza al ralentí y termina con frenesí. Se habla de la inercia fatal sin lírica pomposa, sin concesiones al estilo, sin formalidades ni decoraciones. "Buen rollo" y "Don Nadie", como decía antes, son retratos individuales, negativos de personajes reconocibles puestos al trasluz, con aspereza, sin tamices. También "Se te ve venir" habla de un personaje muy concreto, casi de un arquetipo, la noción del cuñadismo que también recientemente han expuesto otras bandas como Fundación Francisco Frankenstein o Los Retumbes, pero, en este caso, con la turbiedad y fragosidad que caracteriza a los Tiparrakers. "Controlo" podría ser la misma historia de "Noche trankila" desde otro ángulo, un cambio de perspectiva, una especie de spin-off. Puede que esta sea aún más realista y cruda, con guiños que algunos reconocemos y que nos hacen vernos dentro. Es más difícil situarse en "Relato tenebroso" porque es más escurridiza y enmarañada, parece un collage de sucesos, algunos surrealistas o que rehuyen una interpretación sencilla, con referencias concretas, a la religión y a otros inventos modernos. Podría tener que ver con los dolores pandémicos, pero quién sabe. Las dos últimas no se basan tanto en retratos ni relatos, si no más bien en inventarios anímicos."Fuego dentro" es afilada, la rabia supura y la lectura debe ser más reflexiva, mientras que "Los cuchillos" se podría leer como una afirmación tenaz, como el colofón de los humores y trasiegos que se han ido descubriendo en las anteriores canciones. 

Y todo esto sin cátedras ni homilías, sin sentencias ni alegatos de eslogan. No van a ponerse estos a darte lecturas pretenciosas ni moralinas facilonas. No busques lecciones salomónicas ni consejos saludables. Los Tiparrakers cuentan lo que ven y después lo cantan, con la yugular infartada, que es una expresión que he usado varias veces ya, con las encías crispadas, que es la primera vez que la uso. Si te vale para algo, bien, allá tú con la mandanga. 

¿La música? Por supuesto, la música. Por el patrón del punk-rock bien dentado y aquilatado, con mucho voltaje, buenos y expresivos solos de guitarras, una base rítmica apelmazada, con protagonismo más allá de eso, de apelmazar el ritmo, mucha y buena velocidad, volumen y cuerpo en los contornos de la instrumentación. Hay estructuras más complejas que la típica arquitectura de verso y estribillo, con puentes bien tendidos, y cambios de tonalidades. En ese aspecto, "Controlo" podría ser una horma con la que no harán zapatos pero sí discos cojonudos, repletos de canciones viscerales. No les tiembla el pulso, porque nunca les ha temblado, y tampoco sobra nada, porque siempre han sido, al menos a mí me lo parece, de grabar lo justo para que todo quede equilibrado y macizo. 

Si quieres que le ponga un pero, te diré que ha quedado muy limpio, que en ese trasvase del directo al estudio han perdido algo de viruta y grano. Esa suciedad grasienta que tan bien le viene al fuego y que enciende estas canciones cuando las tocan en directo, se ha aseado un poco en la grabación final. Pero, también te digo, dudo de mi mismo y aunque esté mal decirlo, esto es subjetivo y puede que me equivoque. Sobre todo, porque estoy tirando de memoria para hablar de una sensación, y ese siempre es un mal testigo en un juicio final. Además, ahora que lo pienso, puede que sea solo un dolor subliminal, que, en realidad, lo que te estoy diciendo es que tengo hambre de directo y de volver a ver a estos cuatro subidos en el escenario, arrebatándome la modorra, tornándomela higiénica sudoración. Te recomiendo lo mismo, si es que te fías de lo que te digo, que no deberías, porque yo, al contrario que ellos, no controlo que descontrolo.  

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