Y sin avisar, llaman un día a la puerta, como si fueran testigos de Jehova, y te dicen: oye, que no, que nos habíamos ido, sí, pero ya hemos vuelto, y, de paso, con disco nuevo, que por el mismo precio, qué más da, incluye más de una docena de temas y otra portada para la colección, que te dan ganas de hacerte con ella un parche para la vaquera. Qué arte tiene el Txori, autor de la misma, y qué arte tienen los Nasti de Plasti, responsables de las canciones: su propio arte, sin cánones ni canelones, arte menor en si bemol o no, no lo sé.
Y así llevan tantos años como canciones han incluido aquí. O más.
En concreto, ya que nos hemos puesto, vamos con el tema, de la apotema, que se decía cuando yo era chaval y nos creíamos Avon Barksdale o algo así. Nasti de Plasti publica nuevo disco, que recoge, bajo el título de Ninjas con chancletas, 16 temas. Y, quieto parao, uno de ellos se va por encima de los tres minutos. Eso sí, hay que decir que solo los temas del 1 al 7 son realmente realmente realmente realmente (y sigue hasta poniente) nuevos. Los grabaron para la ocasión en Chromaticity Studios, con Pedro J. Monge a los mandos. El resto de los temas, del 8 al 16, al parecer, están remasterizados, pero ya estuvieron, en formato demo, en aquellos TyK 1 y Tyk 2 que publicaron hace tiempo, para aquellos que estuvieron atentos y se alimentan de más cosas que el formato físico. Se recogían en esas dos grabaciones las sesiones que llevaron a cabo en el estudio bilbaíno que le puso nombre a las mismas: TyK. Primero, colgaron en la red cuatro cortes: "Gafas de sol", "El beso de Andy", "Zombis" y "Verano del 96". Lo hicieron allá por enero de 2018. Justo después del verano, acabaron, por fin, de compartir la segunda parte, que incluía "Pulticub", "Focusín", "Farias, mistela y películas porno" y una versión de los Superuva, "una banda argentina de punk rock cuya biografía más reciente pone los vellos de punta" (así lo contamos aquí en su momento), y que es, precisamente, la canción que supera la barrera de los tres minutos, que, para estos tíos, es como romper la del sonido: “Viajando en Moby Dick”.
Si has llevado la cuenta, sí, estás en lo cierto, eso suma ocho, y de la 8 a la 16 se entiende que tiene que haber nueve, así que falta una, y es la última de este disco, “La Kruspe”, que no incluyeron ni en TyK 1 ni en Tyk 2 pero que sí compartieron y llegaron a publicar en youtube allá por mayo del 2019, aunque, por entonces, la titulaban “God Save La Kruspe”, y la presentaban como un homenaje dedicado al programa argentino de TV/Internet del mismo nombre. Y acabo de sentirme como cuando, en la radio, Diego RJ habla de una canción que sacó un cantante de hillbilly en los años 50, grabada en una sesión con el acompañamiento del famoso guitarrista de Winsconsin que luego sería músico de sesión para otro que era la ostia con cebolla y lo sigue siendo y que era la cara b de un ep del que solo se sacaron 100 copias pero que luego reeditó una discográfica húngara y el propio crooner, ya octogenario, regrabó bajo otro título y ahora ha rescatado un grupo de rockabilly de Fuenlabrada. Todo eso, pero con un estilo distinto, el de unos Nasti de Plasti que hacen las cosas al suyo propio y a su ritmo y para seguirles el hilo tienes que atarte el de Ariadna al dedo gordo porque si no te pierdes y no vuelves a encontrar la salida del laberinto. Que rima con plinto, y no viene a cuento, pero yo odiaba ese puto aparato gimnástico, porque era un niño gordo que no era capaz de abrir bien sus rollizas piernas y aquel profesor cincuentón en chándal de algodón se reía de mí el muy cabrón. Y, sí, definitivamente, no viene a cuento, pero verás luego que sirve para que te convenzas de que el que esto escribe, como muchos otros, es un puto ninja con chancletas más.
De todas esas canciones que se grabaron antes en formato demo ya hablamos largo y tendido aquí, el 23 de septiembre de 2018, y si no te quieres mucho y te apetece volver a leer pincha aquí, justo encima del adverbio de lugar. Entonces, ya alabamos aquel trabajo, y en lugar de explicarlo, voy a copiar un pequeño pasaje, que es una costumbre horrorosa, la de citarse a uno mismo, pero me quita mucho trabajo: “melodías pegadizas, velocidad energética, mucha ironía y cultura popular, buenas rimas y la bravura de mirarle a la estupidez cara a cara, incluso a la que nace de uno mismo. Tienen ocurrencia y sentido del humor en un mundo, el de la música, que se suele tomar muy en serio a sí misma. Pero no hacen chistes fáciles. No te confundas: esa cultura popular que usan para alimentar sus ideas funciona en la canción, entre otras cosas, porque saben rimar, que, como hemos dicho muchas veces por aquí, es más difícil de lo que parece, y también porque escriben con un punto de originalidad y frescura, con más perspicacia de lo que parece a primera vista. Todo esto lo visten de ropajes musicales muy ligeros, tules y gasas, si me entiendes: ritmos sencillos, pocas variaciones y bien de coros, pero todo prensadísimo, compacto, para que, al final, disfrutemos del punk más cercano al pop.” Largo, pero explícito, y sin querer echarme flores, que acabaría echándome encima cardos y ortigas, una eficaz descripción de lo que había. Hay más: si me apuras, sirve también para lo que han grabado de la 1 a la 7 y en la 16. Sí, podría parar aquí y me quedo tan pancho como aquel de Verano Azul que iba por el pueblo gritando que no sé quién se había muerto. Sin embargo, porque somos así, vamos a insistir y guardar un hueco para hablar más de la cuenta de “Ninjas con chancletas”, “Sea como sea”, “No la vuelvas a ver”, “Nada que celebrar”, “Final feliz”, “Lo nuestro y lo mío”, “San Sebastián” y la última, “La Kruspe”, todo lo que no habíamos oído y de lo que no habíamos hablado hasta ahora.
Para ir al grano, las nuevas canciones, en mi paladar, dejaron de primeras un regusto raro, porque reconocías, como no podía ser de otra manera, a los Nasti de Plasti, pero el sonido era más atildado y tajante, sobre todo en las baterías. Costó entrar, pero para la segunda escucha, ya acepté ese cambio de matiz, y disfruté de lo que, sin ánimo de sonar pedante ni ofensivo, que es justo lo contrario, parece un disco de madurez: la doble vuelta de las letras, las guitarras, el trato en los coros, la base rítmica, todo parece más enriquecido y pulido sin que, por ello, se haya perdido la frescura e impetuosidad que siempre han tenido las canciones de estos tíos. Ahí sigue su pasión por la rima, su fina ironía, su inalterable velocidad, su visión punzante de lo que llamamos rutina. Siempre han tenido eso y lo siguen teniendo, pero, al mismo tiempo, han añadido planos y detalles, y no me refiero solo a la flauta de Félix Landa o los coros femeninos de Leire Tejada, me refiero a los pliegues de las guitarras, a los contrastes, a esos papapapas, uuuuuuus, no es tamborrada es batukada que se oyen por detrás, a la revisión pausada y variada que hacen del amor menos romántico sin caer en el cliché... y a más.
La que han elegido para abrir, la que da el título al disco, “Ninja con chancletas”, habla de eso, de un ninja con chancletas que hace piruetas, pero eso es una imagen, una metáfora, una alegoría de lo que hemos sido muchos desde hace mucho tiempo y seguiremos siendo siempre: proscritos a los que utilizan como ilustración en la enciclopedia para explicar rápidamente qué son las leyes de Murphy, pero somos conscientes de que la mala suerte existe tanto porque existe como porque es culpa nuestra. “A simple vista”, como cantan luego, es mala suerte en este “Mundo cruel”, que no creo que se la dediquen a ello, pero me recuerda a ese libro para niños y niñas de Ellen Duthie y Daniela Martagón que sirve para invitarles a hacerse preguntas más que para buscar respuestas. Ese tío desnortado y sin remedio, que hace artes marciales en chinelas, es el mismo al que le ha dejado la novia o necesita un riñón en “La Kruspe” pero los Nasti de Plasti le dan la solución: “pues no pasa nada, son todo bobadas, mejor no prestar atención.”
Y el amor, que sí, que es jodido y te lo cuento un 14 de febrero, día de los grandes almacenes. Ya seas chico o chica. Ya seas ninja o samurái. Ya estés en Lavapiés o en las Seychelles y te ha dejado el novio, como en “Sea como sea;” o ya sea mientras oyes los consejos de tu amigo cuando te han dejado una vez más en “No la vuelvas a ver;” o ya seas tú el desgraciado que prefiere el sofá a levantar la cabeza porque su novia se marchó de voluntariado en “Nada que celebrar;” o al que le dejaron porque solo echaba un polvo al mes y apareció otro que le hacía mejor la besamel, como en “Final feliz”; o el que echa de menos los vinilos que prestó y las cenas por el morro que se sacaba en el chino en “Lo nuestro y lo mío”. Una canción con un toque surf en las guitarras y coros femeninos que permiten leer la canción como si fuera reversible, para los dos géneros, y que demuestra la variedad de todo este disco. Ya sea así o asá, este disco es una joya musical pero sobre todo de autoayuda manca y sin paños calientes: un manual para dummies de las relaciones íntimas, que en pocos versos y unos cuantos buenos estribillos te enseña más que todo eso que aprendiste en las galas en la hoguera de La isla de las tentaciones, la barra del bar de Carlos Sobera o los sermones cañís de los tronistas de turno. Todo esto es coña, por supuesto. Y, de postre, aparece “San Sebastián”, la gran broma final, donde el proscrito de “Ninjas con chancletas” se da un paseo por la Concha, y yo casi que le veo con el shinobi shozoku arremangado y las chancletas en la mano, paseando por la bahía, taciturno y amargado, con un helado en la mano en lugar de la katana, odiando lo bello que es todo y lo fea que es su vida, hasta que de frente aparece Amagoia la surfera que solo bebe Keler y surge el amor. La mía, no, pero viva la dulce y fina ironía de los Nasti de Plasti, con esa retranca mordaz con uno mismo que solo ellos saben convertir en música alegre y lozana.
Y no digo más, que ya lo he dicho todo. Ahora, a esperar, si quieres, que aún no ha salido, a que salga en disco, o se lo compras por el bandcamp o te pones a escuchar por la ventana mientras yo las canto por la calle, o déjame en paz, que yo ya tengo bastante con lo mío: voy al Decathlon ahora mismo a comprarme unas hawaianas por 1 con 99.
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