Fiasco Review!: TyK y TyK 2: segundo intento de Nasti de Plasti



Estos tíos llevan 15 años haciendo lo mismo. Lo mismo. Si fuera por mí, les obligaba, a punta de pistola si hace falta, que no sé ni por donde se agarra, a que siguieran haciéndolo durante los próximos tres lustros y, a poder ser, eternamente. Y digo más: ni focusín, ni ritalín, ni metilfenidato genérico, deberían prescribir nastideplastín para lograr la felicidad relativa y las ganas de seguir tragando hiel, de seguir yendo currar y crecer y madurar y ya. De hecho, te recomiendo, como hago yo, que te pinches su música cuando peor te va reponiendo tetra briks, escalando en el andamio, sellando formularios en la oficina o haciendo lo que hagas para ganarte el pan (con masa madre y todo, sí quieres). Yo me imagino a alguien que se sienta en la acera, se arremanga el buzo, rompe el papel de aluminio, se coloca los cascos, y no pasa del primer mordisco al lomo con pimientos antes de ponerse de pie de un salto y aceptar el arrebato epiléptico que te da con la música (y con las letras) de estos tíos. Al día siguiente, probablemente, vuelva a estar a las seis de la mañana en la rotonda esperando a que le recoja la Kangoo del curro pero que le borren de la memoria ese momento.

El producto está claro: canciones de menos de tres minutos (¡en una se van hasta los 3:26!, pero es una versión, no te asustes, que no es cosa suya), melodías pegadizas, velocidad energética, mucha ironía y cultura popular, buenas rimas y la bravura de mirarle a la estupidez cara a cara, incluso a la que nace de uno mismo. Tienen ocurrencia y sentido del humor en un mundo, el de la música, que se suele tomar muy en serio a sí misma. Pero no hacen chistes fáciles. No te confundas: esa cultura popular que usan para alimentar sus ideas funciona en la canción, entre otras cosas, porque saben rimar, que, como hemos dicho muchas veces por aquí, es más difícil de lo que parece, y también porque escriben con un punto de originalidad y frescura, con más perspicacia de lo que parece a primera vista. Todo esto lo visten de ropajes  musicales muy ligeros, tules y gasas, si me entiendes: ritmos sencillos, pocas variaciones y bien de coros, pero todo prensadísimo, compacto, para que, al final, disfrutemos del punk más cercano al pop. Son veteranos, van a su bola, no buscan la gloria, creo, y, por todo ello, suenan reales y creíbles, inmediatos y singulares.

Su último invento, hasta donde yo sé, aún no está en formato físico, pero lleva el título de TyK, 1 y 2, el segundo, por supuesto, un "segundo intento". No sé qué intentan, pero lo han logrado. Lo han publicado en dos tandas, como decimos, y ambas las han colgado en el bandcamp, para deleite gratuito de la peña. Ya las han probado en directo, pero supongo que aún les queda recorrido para presentarlas, porque el último lote de cuatro lo subieron como quien dice ayer. Primero, colgaron en la red cuatro cortes que confirmaban lo que ya sabíamos todos los que conocemos a los Nasti de Plasti de antes, que se les echa de menos incluso sin saberlo: "Gafas de sol", "El beso de Andy", "Zombis" y "Verano del 96" salieron allá por enero, a principios de año. Justo después del verano, acabaron, por fin, de compartir la segunda parte, que incluía "Pulticub", "Focusín", "Farias, mistela y películas porno" y la versión que mencionábamos antes, el "Viajando en Moby Dick" de Superuva, una banda argentina de punk rock cuya biografía más reciente pone los vellos de punta. Todas estas canciones vienen a ser lo mismo, repito, la misma bendición.

Hagamos como los demás, que, al fin y al cabo, estamos escribiendo y escribiendo de música: de Sugus a Airbag, de KGB a Los Nikis, de Hard Ons a Rezillos, de Los Ramones a F.A.N.T.A. Si antes fueron capaces de hablarte de la vida y la muerte, el amor y el desamor, la rutina y la modorra, de todas las cosas importantes y sin importancia de esta vida, recurriendo a Betty Missiego, Marino Lejarreta y Nombela, Toledo, pues ahora son las tetas de la Emilia, Andy de Los Goonies y Pulticub, México, pero vuelve a ser lo mismo: la inercia, la inocencia y la derrota, todas ellas examinadas con naturalidad y mordacidad. Para qué van a imitar a Emily Dickinson, a Luis García Montero o a José Antonio Labordeta, cuando todos sabemos que el tabernero del barrio y tu colega el que acabó colgado han rimado mejores versos, paridas y frases épicas que estos tres juntos, o, por lo menos, a ti te dieron más luz y lucidez, ya ves. 

Repasando lo nuevo que nos regalan, diríamos lo que sigue, sin ánimo de ofender a nadie y pretendiendo dar, tan solo, vergüenza ajena:

Empezamos por el final, la versión. "Viajando en Moby Dick" les sienta como la ropa que heredabas de tu hermano mayor, fina y apretada de cintura. Con un estribillo para gritar en cuadrilla y un riff de guitarra hundido de los que se bailan con los ojos cerrados, moviendo la cabeza con felicidad, puede que, al final, pase desapercibida en directo, pero si te la pones en noches de luna llena y enciendes una linterna debajo de las sábanas, estoy seguro de que volverás a encontrarte con el fantasma de tu juventud, gandul. "Gafas de sol" tiene una chispa distinta, porque no se basa en una frase repitada con lucidez y ocurrencia; esta vez, es más bien una historia corta desarrollada a renglones tiesos, forzando bien las sílabas finales, bajando el tono cuando entran los coros. Bombo para el descansillo y todo en línea recta hasta que llega el clímax final, con retruécano y el estribillo que no existe, en realidad, reclamando que la vuelvas a escuchar otra vez y te la aprendas de memoria. Puedo imaginarme a David Summers cantándola en un karaoke de Caravaca, Murcia, mientras fuera llueve y tú echas la pota junto a Simca 1200. No sé por qué, me recordó esto: "Pues yo después de tantos años dando mi sangre, mi sudor y mis lágrimas por el punk no voy a meterme en un grupo pijo", Pepe, guitarrista de Los Residuos (Sufre Mamón, 1987). "Pulticub" tiene el mismo rollo lineal, que te obliga a seguir el argumento, aunque sea un viaje, en este caso, de principio a fin. Me suena a 091 con la rabia de Los Planetas más misóginos y misántropos, aunque mencionar a esta segunda banda me traiga problemas. "El beso de Andy" es un homenaje a los Goonies, y punto, que ya era hora de que se hiciera, aunque, probablemente, ya se haya hecho antes. Batería de vieja escuela que levanta y arranca la canción y ya no termina hasta que terminan de contar lo que tienen que contar. A todos los que fuimos, cientos de veces, en nuestras vacaciones imaginarias de adolescente, a los Goon Docks y le cogimos cariño hasta a los Fratellis, esta canción nos debe hacer soltar una media sonrisilla aviesa, cuando no una lagrimilla candorosa. Sin embargo, cógela otra vez por el cuello, verás, hay una vuelta de tuerca: piensa en la inocente emoción de la juventud, en cómo la vemos ahora. O más aún: podrían haberla usado de música de fondo mientras Jean Asselborn mandaba a la mierda a Matteo Salvini. "Zombis" es como el DNI de esta banda: minuto y medio de guitarra que contrasta con melodía y letras, parche, bombo y platillo, parche, bombo y platillo. Más crítica social, con lectura abierta, y ese aire a ligereza que arrastra, en verdad, una bomba de acidez. "Focusín" podría ser el reverso de ese DNI: el ejemplo más canónico de cómo saben escribir canciones. Más maciza y estructurada, con estribillo repetido, y con un bajón levantado a base de mástil de guitarra, podría utilizarse para explicar cómo se hacen canciones en el género. "Verano del 96", más ramoniana, sigue un palo parecido, con los platillos partiendo en dos las sílabas de las líneas. Se termina, casi, sin que te enteres de que había empezado: melancolía con mala baba y falta de épica, como suelen hacer en todas las canciones donde les da por mirar atrás. Y pillas estas tres y todo lo que he dicho sobre ellas y tienes "Farias, mistelas y películas porno". Yo puedo añadir poco más: si tú has estado en esos bares de currelas a las seis de la mañana, antes de bajar a la dársena a pillar el bote, frente a la estación cuando volvían a casa, sabes de qué hablan, igual que lo hago yo, y agradecerás que lo hayan dejado grabado para siempre en una canción.

Qué bonita la inocencia que perdimos cuando firmamos la hipoteca, y nuestra primera matrícula de la universidad, y el contrato de trabajo, mísero y esclavizante. Tirar para adelante viene a ser esto, si lo intentas cifrar en acordes y versos. Yo, por lo menos, lo veo así, joder, qué quieres que te diga. A mí, los Nasti de Plasti me dan alegría y alergia de mi mismo, sobre todo de ese puto adulto imbécil que llevo dentro y que es incapaz de acordarse de lo sencillo que es reírse de uno mismo e intentar ser feliz, a pesar de todo. Y llevan quince años haciéndolo, ¿tú no querrías que lo siguieran haciendo eternamente? Yo, sí. Nastideplastín por vena o en grajea. Hasta en supositorio si te pones fino y me lo pides por favor. Que no se extingan nunca.




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