Toni Metralla y los Antibalas


Abren con "Max El Loco", si no me equivoco. Y después siguen con hora y pico de adaptaciones que definitivamente hacen suyas. Y también alguna canción que han compuesto ellos, si sigo sin equivocarme. En números, así como veinte ostias en los morros se cascaron. Te saltan los dientes a guantazos de rock and roll con la mano abierta. Voy a dejar estas metáforas tan violentas, que no sé por qué me ha dado ese viento y tampoco me voy a poner ahora a hacerme el listo con el listado de nombres: que si Rose Tattoo, que si Electric Six, que si los Triturbo. Da igual: "Gay Bar", "Grito Rebelde"... Son canciones con nombre propio, emponderadas por una banda que suena más rodada que las chicanes de Hungaroring. 

También voy a pasar de deciros quiénes son y de dónde vienen, porque los cuatro, por separado y en conjunto, tendrían para hacer una biografía gigantesca por fascículos, de esas que te regalan los dos primeros números y una miniatura por 9,95 pero luego no termina la colección nadie. ¿Aún se hace eso? No lo sé. No sé si meten gambas, no sé si este es mejor que otros conciertos que hicieron antes, pero les sale redondo, firme y vigoroso. Para soso, yo. Yo que siempre uso los mismos putos adjetivos y los pongo de tres en tres como si así me salieran las crónicas más categóricas, sólidas y dinámicas. ¿Lo ves? Sinónimos con cambio de género y bien. Ya pedí hora, sí.

Ellos no tienen exabruptos como éste último, bueno, sí, uno, final, que les sale brutal. Encadenar "Quién salvará el Rock & Roll", "Adiós Lili Marleen" y "A-68"... no lo hacen ni los Dictators, ni Interterror ni MCD. Lo hacen ellos, con el pálpito en la carótida, con los bíceps y los tríceps atirantados, sacando de la garganta tarantas huracanadas. Así está la primera fila, como embargada de cordura, en rapto, brazos en alto y repitiendo versos a berridos. Prácticamente, todo el concierto acontece así, con ese nivel de empatía y sudoración. Acción y reacción. 

Por una razón u otra, Toni Metralla y los Antibalas era una banda que se nos escurría de las manos. Siempre pasaba algo pero no les veíamos en directo. Quizás por eso fue doble el placer. Y para que dure, lo he escrito en presente de indicativo. El Mendigo se mediopetó, en pretérito, y acabamos encantados de estar allí. Ya era hora y la hora y pico que se cascaron supo a poco. En futuro: habrá más. 

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