Shöck



Pues creo, sinceramente, que lo que hicieron ayer los Shöck fue esto: dar un concierto de rock and roll tan macizo como uno de esos diques de contención que mantienen Holanda a flote. Empezaron así y terminaron igual. No hubo bis ni pausas. Solo hay que ver al guitarrista. Mírale la mano derecha. ¿La ves? Ya no la ves. ¿Y el cuello? Joder, qué puta energía. Parece que alguien les ha enchufado a la toma de tierra y ya no pararán hasta que alguien corte la corriente. Así se repasaron su disco, muy recomendable, homónimo y publicado este mismo año, y añadieron alguna versión. Canciones como "Holocausto" o la "Sexta extinción" te pueden parecer muy parecidas pero parte de la culpa es que todas las tocan con el mismo nivel de energía y resolución. Los estribillos, si los pillas al vuelo, te crujen el puño. 

"La fábrica de lxs suicidas" cerró el repertorio y parecía que iban a empezar. Había habido pogo con la anterior, lo que no deja de ser una demostración de que la electricidad llegó hasta el público. En el camino, una base rítmica como para allanar montañas y un guitarrista enérgico, de los que pasan de adornos pero decoran toda la canción, acompañaron a la voz, intensa y contundente, de una cantante capaz de convertir las estrofas en lava crepitante. 

La primera vez que les vimos en directo, en un Tubo repleto, la pobre Micky Paiano parecía estar enjaulada. No tenía espacio para moverse pero rugía con la misma libertad con la que aprovechó ayer el espacio que le dejaron en El Mendigo. Consiguieron, además, que la gente rompiera los metros vacíos que les separaban del escenario. Hubo mucha peña y las descargas llegaron hasta las últimas filas, donde estaba el que escribe ahora. Llevan poco tiempo, creo, depende de cómo lo mires, claro, pero llevan años en esto y así les ha salido un disco compacto y vigoroso que en directo saben revivir con más resistencia y pujanza aún.

Somos breves porque faltan tres minutos para que termine la media hora que nos dimos para escribir esto. Es lo que tiene la presión del FestiBar, es un no parar. Le vamos a robar otra fotografía a Javi Rubio, que ya lo estamos convirtiendo en tradición y nos vamos de este bar sin festival, donde, por lo menos, había wifi gratis y aire acondicionado, y nos vamos directos a El Tubo a por la próxima ración. Después de este maratón, no sé si entraremos en shock, pero si es así, que alguien le ponga la diéresis a la o, por favor. 

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