FIASCO REVIEW!: Porco Bravo



Bueno, vamos al lío. 
Manuel Pulleiro.  


Ellos lo llaman trilogía, supongo que porque son tres, más que porque vayan a cerrar un ciclo con este nuevo álbum. Y es que la trayectoria de Porco Bravo parece imparable. Y digo parece porque el mundo de la música es impredecible, por mucho que haya más meteorólogos musicales que pastores del Gorbea. Olvidándonos de la maqueta, la segunda mitad del 2011 vivió la salida de un Grooo!!! que no pasó desapercibido, pero se vio resaltado con la posterior llegada de Porco Bravo en 2014. Este año que acabamos de estrenar se abre con el tercero de la colección, La Piara. Y parece que va a ejercer de evangelio definitivo para estos predicadores del rock. Y luego explico por qué lo veo así, aunque adelanto ya mis excusas por el vocabulario devoto.
 
La progresión de la banda vizcaína se aprecia más en el directo y la repercusión que en el estudio, pero también secuestrados entre productores e ingenieros se pueden observar las huellas del tiempo y cómo ellos lo han aprovechado para bien. El viernes pasado coincidí con alguien que les echó una mano en la presentación de su disco en Bilbao y, al preguntarle qué tal, me lo dejó claro: "Bueno, ya sabes, Porco Bravo es ya otro nivel". No sé si esas fueron sus palabras exactas, pero casi. Nuestro colega melómano Raúl Luceño se veía obligado a utilizar la palabra "liturgia" hace medio año, cuando cronificaba el concierto de los barakaldeses en las fiestas patronales de su pueblo. Ahí tienes dos citas para ilustrar lo que te decía sobre el directo y la repercusión. Pero si creías que en julio lo habías visto todo, es porque no te quedaba imaginación: cobertura en la televisión pública, cinematográfico videoclip, megustas a mansalva en la red, un soldout significativo en el primer concierto del nuevo disco y, como siempre, muchas muchas camisetas. Más importante: las primeras críticas positivas de la prensa especializada. Y acaban de estrenarlo. La gente anda escasa de agitación. No solo quieren que les prometan emociones en los surcos de un vinilo; ansían que les revuelvan las tripas cuando participan de una celebración tan excitante y sugestiva como puede llegar a ser un concierto. Y Porco Bravo lo consiguen. Lo conseguían antes y ahora lo consiguen incluso mejor.
  
Los datos técnicos son los siguientes: grabado y mezclado en los estudios MuxikOn de Mungia y Altxatune de Aulesti, la Bizkaia profunda, entre septiembre y noviembre de 2015, por Txortx y Pitu Etxebarrieta. Ryan Smith, que queda cojonudo, lo masterizó en Sterling Sound, con sede en New York City, que queda aún más cojonudo. El diseño y maquetación de la portada y el disco son obra de Markel Urrutia, que optó, a mi parecer, por algo sobrio y elegante, con un interesante y evocador emblema en portada (Rómulo, Remo y su cuadrilla de Bagaza) y relevancia para el talento de Kepa Garro en el interior. Once canciones que firman Manu "El Gallego" a la voz, Asier "Indomable" en las guitarras y voces, Pulpo Bravo en lo mismo que Asier, Txelu Porco al bajo y coros, y Oskar Montilla en la batería y la parte vocal. Aquí canta todo el mundo y colaboran, según confiensan en el librillo, Isma, Boni, Txetxu y Batiz, dejando claro, una vez más, que Porco Bravo no aspira a inventar la rueda y reconocen la herencia recibida con orgullo y franqueza. Terminan el librillo con la debida mención al sexto porco, Iker "Sparring", y también incluyen un montón de reconocimientos que se cierran en círculo, haciendo mención al título del disco, del que ya hablaremos luego. 

Ya lo he dicho, once canciones, antecedidas con otra intro insinuante, con vigor épico (a mí, la verdad, me recuerda más a Perseguido que a Ben-Hur), como ya se está convirtiendo en tradición cada vez que se meten a grabar. En el disco, sirve de prolegómeno y calentamiento, en el directo vale para ondear bandera y ver a Manu con ropa. A partir de ahí, te podría decir que lo mismo: una descarga coordinada de electricidad, con alegatos de honra proletaria, en forma de canciones bien lijadas, perfectas para que te hierva la sangre y la conciencia que adormece la rutina y la condición humana. Pero resumirlo así sería injusto e improcedente, aunque me ahorraría muchas de esas palabras de las que siempre abuso y despilfarro. No puedo evitarlo, así que los que no me conocíais, daros por vencidos, largaros y hacedme una cruz para siempre; y los que volvéis a caer en el engaño, directamente crucificadme con la cruz que han hecho los otros. Pero vamos al lío:

Empieza el espectáculo con "Mírame", con las guitarras corriendo hacia el precipicio y la batería en suspense, los versos en descendente, como le gusta cantarlos a Manuel, y una palabra clave que se repite como los lunares de Yayoi Kusama. Tres minutos de nervio con discurso honesto y leal que parecen ya formar el ácido desoxirribonucleico de esta banda. Cualquiera diría que son ellos, aunque les lacraran los oídos con cera. Igual que en "Pídelo otra vez", a pesar de ese guiño a The Who que se oye brevemente por el fondo (quizás solo ocurre en mi cabeza, en torno al segundo minuto), otra contribución de los Porco a la literatura, pero a una literatura muy concreta, la erótica, que la bordan cuando la disfrazan de canallismo de taberna y gaupasa. También metería en este grupo a "Ciudad muerta", probablemente una referencia actual a la comisaría de Les Corts pero que puede extrapolarse a muchas ciudades, más aún con el toque poético y elusivo que tiene la letra. Lo mismo diría de "Lo intento", llena de preguntas que sirven de afirmación contundente contra la apatía más social, mirando lo mismo hacia atrás que hacia el futuro. Quizás la última que coronaría esta foto en primer plano sería "El Norte", que incluye todas las respuestas a las preguntas de "Lo intento" y con un estribillo que ya es marca de la casa. Todas estas las agrupo porque parecen repetir el estilo que les ha definido, sin tomar riesgos pero sin resultar complacientes. Decir que han encontrado la fórmula sería probablemente faltarles al respeto; simplemente, creo que han conseguido tener un sonido propio y reconocible: algo así como una personalidad musical, que no sé lo que es ni si puede ser, pero, ves, ya te avisé de que mejor lo dejabas.

En el resto de las canciones, yo veo variaciones arriesgadas, atrevimientos que demuestran madurez y grado. Eso sí, igual solo lo veo yo como yo solo escucho a The Who (y a The Gaslight Anthem, flipa). Quizás solo lo veo en los títulos, arriesgados por aquello de que suenan indies o gafapastas, como en "Solo quiero bailar", aunque esa asociación solo se quede en el titular. Una canción donde los que los conocen pueden ver más que los demás, pero, en cualquier caso, ese "finiquítame", lleno de orgullo y rabia, más que acercarles a la realidad, acerca la realidad a los escenarios, algo que hace mucha falta en estos tiempos de productos vacuos y prefabricados cantándole por enésima vez a una idea del amor que suena más vacía de contenido que los mítines políticos. Y eso tiene, por ejemplo, "Mienten", que a mí me recuerda a una leyenda de la CNT que durante años adornó mi infancia, pintada en una pared junto a la que pasaba todos los días (justo en frente, por cierto, "de mi último aliento, de negro me voy"). La ironía se alía con el ritmo en una canción hipnótica que cuenta con uno de los mejores versos que han escrito (por fresco e irónico): "venid aquí, una vez más, las olimpiadas han llegado a la ciudad." Y ahí está Txelah en primer plano, bien. Si un título como "Solo quiero bailar" podía engañar y hacernos pensar en el spotify de un hipster, lo mismo ocurre con la apertura de "Última noche", guitarras que me recuerdan al "Queen of Hearts" de Fucked Up pero que solo esconden una canción de rango, ponderada, puro rockanrol, y con esa heroicidad introspectiva que le da aún más clase de la que ya tenía en lo instrumental. Por último, sorprende encontrarse lo más parecido a una balada que nos podían dar los Porco Bravo. Llevaban tiempo amenazando y ahí la tienes. "Brindaremos juntos" tiene aire melancólico, sin resignación, pero abrazando errores y la experiencia, sin miedo al reconocimiento. Sutilidad que acaba en coros tarareados.

Y en medio de estos dos grupos que he tenido los cojones de inventarme... "La Piara". Da título al disco una canción recuperada del mito fundacional: la partida de nacimiento, en verso, de esta banda. Un himno de brutalismo hedonista y libertario que, en este disco, se convierte en la prueba inculpatoria. Me explico, aunque ya lo he dicho antes (demasiadas veces, creo):

Lo que tiene Porco Bravo de bueno, además de la música, y de la franqueza y energía en directo, es que no viven en una nube, sino en el barrio. Hace poco Pulpo le contestaba a Óscar Cubillo con un zasca cuando el periodista de El Correo le preguntaba por el curro: "No sé de qué manera puede interesar eso a nadie." Vale, pues yo tampoco lo diré, pero, en parte, sin entrar en detalle, sí procede, porque estos cinco tíos no visten pantalones de pitillo porque se lo exije la promoción. Le han dado al martillo como le dan a los acordes y eso les mantiene cercanos a lo que merece la pena: la tierra, el suelo que pisamos, los días que vivimos, la mierda que nos comemos y las muchas formas que tenemos y que merecemos para que nuestras vidas sean auténticas y, de vez en cuando, cojonudas. La gente. Lo dije aquel día con la dedicatoria a la peña de Laminados Arregui y lo pude haber dicho cientos de veces, pero ya no hace falta decirlo cuando graban su tercer disco y en lugar de mirar al infinito, a las musarañas o a su ombligo, miran al de al lado, al colega, a los que no salen en los créditos pero guardan el secreto: la piara. Por esa honradez e integridad, calibrada en canciones que consiguen lo que buscan, Porco Bravo se merece todo lo bueno que les pase y más.

Llegará la envida cainita, llegará. Pero, hasta entonces, el pueblo les abraza. Liturgia, otro nivel, porqueras de barrio y todo lo que tú quieras. Camisetas rayadas y soldouts. Me alegro. Pero, sobre todo, me alegro porque tengo otras buenas once razones para verlos en directo y olvidarme de los dedos para mirar al cielo, que decían en Francia cuando aún se revolucionaba la gente. Y si del dedo se va al cielo, también se va desde el barrio. Este disco tiene recorrido para ampliar el horizonte de una banda que hace tiempo que ha dejado atrás el corsé de lo local. Toca porconeta y a disfrutar.


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