Agua (mucha) y cervezas (pocas)




 Yo creo que es de ver tantas películas apocalípticas durante las vacaciones, pero anoche parecía que habían evacuado Bilbao. La lluvia, además, tenía guasa. Si te parabas en un semáforo en rojo, atizaba; cuando llegabas a donde ibas, paraba. Tiene gracia la coña. Así que agua, mucha, como en las dietas de adelgazamiento. Y cervezas, pocas. Es lo que tiene que la cúpula esté llena de crápulas. Pero luego creo que hablaremos de eso.
Ayer tocó doblete. Un doblete un poco atropellado y diría que descortés, pero no supimos hacerlo mejor. Me explico: nos presentamos en el Teatro Campos Elíseos, abandonado en una calle vacía y oscura, para ver en directo a Kubers cuando, en realidad, todo el mundo (no todo el mundo, había quien había venido explícitamente a ver a los vitorianos, y a sacarles fotos, ¡por Thor!, ¡vaya álbum!) parecía haberse reunido para el cumpleaños de Celsius. Más que para el cumpleaños, aunque también fuera una celebración, se reunían para estrenar el nuevo disco de los vizcaínos, Sizygia. Nosotros, a la contra, nos pusimos en primera fila, nos agachamos cuando lo pidió Mónica, como casi todo el mundo allí presente, y nos fuimos cuando terminaron, sin conseguir cambiar nuestra entrada por la consumición gratuita. Casi que, un poco, me sentí como si me hubiera colado en una boda, me hubiera comido mi porción de tarta nupcial, y en el baile, alguien me hubiera preguntado si venía de parte del novio o de la novia, y yo me hundo de hombros, sonrío, y me excuso camino de la barra libre.
Así que, ahora, parece que corresponde devolverle lo suyo a Celsius y darle la enhorabuena por su nuevo disco, y por su bien ganada reputación en esto del rock melódico, que no es precisamente un género que encuentre espacio en este blog, por culpa de los gustos personales del perpretrador, pero arrastra a su buena masa de aficionados. Y muchos de estos se reunieron ayer en la Cúpula del Campos Elíseos. Supongo que lo disfrutarían y encontraréis por internet, y a través de otras fuentes, formas mejores de enteraros de cómo fue el concierto. Por allí ya vi a algún periodista especializado que prestaba mucha atención.
Como decía, nosotros fuimos a ver en directo a Kubers, aprovechando que cruzaban la AP-68 para visitar Mongolia, y dejar atrás Siberia (esto viene de un chiste muy viejo con el que solían flagelarme cuando era estudiante en la green capital). Era la primera vez que les veíamos con la nueva formación, con un guitarra menos pero con la misma base rítmica, bajo y batería, que no dejan de ser la columna vertebral de este grupo. Y con columna te pones erguido, pero para bailar después necesitas las piernas, y eso es lo que añaden la voz de Mónica y la guitarra. Han cambiado de idioma, siguen haciendo buenas versiones (Radiohead, Skunk Anansie... que más que sus influencias visibles, demuestran los matices que añaden al estilo de música que facturan) y presentaban un disco autoproducido que nos trajimos para casa al módico precio de cinco euros, firmado, y que hemos estado escuchando esta mañana mientras nos quejábamos del frío que hacía en casa. Permanecen fieles a los patrones musicales con los que nacieron, pero han ganado en coordinación y vigor y siguen enriqueciendo sus canciones con nuevos matices, más aristas, distintas tonalidades que complican el simple pero sólido entramado armónico: ganan cuando se suma la guitarra acústica porque ensalza la melodía y atesora las progresiones rítmicas. Ganan también por naturalidad, porque se presentan sobre el escenario sin imposturas, transmitiendo un gozo hipnótico que alumbra aún más la música que hacen (antes ya he usado facturar, que suena más profesional, pero, la verdad, me dan espasmos cuando lo escribo). 
Nos perdimos el segundo tiempo, pero visto el primero, seguro que el partido acabó en victoria holgada. Nos tuvimos que marchar sin decir adiós, que estuvo muy feo, pero tampoco creo que le importara a nadie de los que se quedaban allí dentro. 
Fuera seguía lloviendo y nos quedaba un húmedo paseo por el centro de Bilbao. Llegamos hasta Moyua, la rodeamos, bajamos por Alameda de Rekalde hasta llegar a la esquina con Baraincua y allí mismo, en frente de la oficina del Círculo de Lectores, estaba el Café Evidence. Los antiguos Sinclairs estaban cenando y aún no parecía haber llegado nadie dispuesto a verlos hacer la digestión sobre el escenario. Un escenario minúsculo, en un local glamuroso, donde me sentía como un bereber en primera fila de la pasarela Cibeles, pero el sonido fue más que aceptable y la cerveza muy cara.
El segundo concierto de la noche, en la misma ciudad pero en otra esquina, traía de regreso a The Brand New Sinclairs después de un parón en el que han hecho algún cambio en la formación. En concreto, Birdy, antiguo batería de Horses of Disaster (por nombrar uno y que ese uno sea el de los hermanos Mardaras), substituía a Fali, anterior batería, que dejó el listón muy alto para la nueva incorporación del grupo. Presentaron alguna nueva canción, incluyeron sus versiones de "negros con tupé y negras con moño", como bien explicó Andrés con su habitual sarcasmo lleno de certezas, y cerraron con un Bo Diddley al que clavan y casi que superan, si eso no es un sacrilegio decirlo. Tocaron alguna canción de sus dos trabajos anteriores que han pulido de tal manera que funcionan ya como pequeños hits con sus guiños perfectos para azuzar al público, poco azuzable esta vez (y entono el mea culpa, que yo estaba prácticamente en primera fila y parecía un muñeco de nieve). 
He de confesar que nos habían dado algunas pistas, y llevaban directo al tesoro. Hay algo distinto en el sonido del grupo barakaldés. Sonaron un poco más sucios, más garajeros. La batería traía más bombo y Ana, la cantante, mordía las "erres" con más ferocidad. Es como si siguieran mirando hacia Detroit, pero ahora añadieran un par de décadas más a su recorrido musical.
No nos quedamos a lo que quedaba luego, dos Sinclairs pinchando. Volvimos al aguacero y del aguacero para casa. Sin decir adiós, volviendo a ser descorteses. Agua, mucha, cerveza, poca, música, variada y repartida.

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