El pasado mes de septiembre, este power trío que responde al nombre de Mihise, sacaba su segundo trabajo, cinco años después del primero, que titularon, por aquel entonces, Kronik@. A este segundo, también le han otorgado como titulo una única palabra, Ahaldatu. Sin embargo, hay mucho contenido ahí dentro, en solo ocho letras. Igual que con el primero, también parten de una idea común; también recorre el disco un hilo conductor, fundiendo la selección en un todo.
En esta ocasión, podríamos decir que las nueve canciones que han reunido en Ahaldatu contribuyen a explorar la condición cambiante de la experiencia humana. Y no solo se aprecia en las letras. Esta inmersión reflexiva también se distingue en la composición musical. Las canciones, prácticamente durante todo el disco, mudan, permutan, se retuercen, y pueden pillarte por sorpresa. Un buen ejemplo podría ser la última del lote, "Aldatu zara", que, además, lo dice explícitamente en el título. Cósmica en el arranque - como si colaboraran con ellos Kyle Dixon y Michael Stein - los sintetizadores divagan durante tres minutos hasta que pierden la galaxia ante la distorsión de las guitarras. La energía del bajo es como un escalofrío eléctrico que, al final, se dispersa en esas notas evocadoras de un piano orgánico. Lo último que parece oírse es el silencio, y todo lo que se mantiene y se transforma ahí adentro. Pero, por ejemplo, también se apreciaba ya en la primera, con esos cinco minutos de "Noraezinean", que van de la tormenta atmosférica y el ritmo casi marcial hasta la descomposición evocadora. Sintetizadores, cuerdas y base rítmica amparan a una voz que puede ir de lo melancólico a lo súbito sin desorientarse.
El disco se mueve con la misma soltura y volatilidad entre el magma grueso y bullicioso de la música más guitarrera y el barniz etéreo e insinuante de los sintetizadores. La voz se suele hundir, las estructuras se funden, y el ritmo magnetiza. Puede que alguien les coloque en el postpunk y que hasta te nombren a The Postal Service, pero, lo importante, es que canciones como "Dena eman", acelerada y directa, primero; rugosa y emotiva, luego, demuestran que pueden componer todo ese universo variado y experimental en un formato accesible e inmediato, con la forma de canciones sugerentes, redondas.
"Bazabiltza (Pintzeladak I)" parece un interludio volátil y "Egizu negar" - con la voz emocionante de Peru Galbete - extiende la emoción hasta ensimismarse. Usan muy bien la repetición durante todo el disco - en "Heldu beharrik gabe" también - pero quizás el ejemplo clave es "Galduta zaude", donde la expresión del título es casi un ostinato que se convierte en lema, en luz, en centro, cuando se desarma, se transforma en algo distinto, pero, poco a poco, vuelve a emerger. La acomodación que hacen de las estructuras es simplemente, seamos objetivos, maravillosa e hipnótica. En "Senda-bidean (Pintzeladak II)", las voces infantiles del fondo, libres pero insertadas en esos ecos profundos, me recuerdan a los pasajes oníricos de La llegada. Y queda "Norbera", donde se arrebatan los sintetizadores, la voz se empapa en ese eco rugoso, y el minuto final, con la palabra en bucle, demuestra el talento que tienen para rubricar las canciones.
El disco ha salido con Balio dute. Hace poco, lo presentaron en El Parral de Gasteiz. Y poco más puedo añadir, antes de que cambie de opinión, porque puedo hacerlo - Ahaldatu - pero probablemente sea aún a mejor.
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