¿Quién mató al panda?

 


"Esta es de prueba, a ver cómo suena todo", dice Jaf. Luego apostillará, con mucho arte, que los técnicos llevan "una mañana gótica". La prueba no funciona. Reclama "al del portátil", para pedirle que suba su voz: "eh, oye, dónde estás, que no se oye la voz". Luego, pide lo mismo con los coros: "Los coros no se oyen, si puedes subir más, si no tengo que gritar más y a la tercera estoy muerto". Pues tocaron todas y seguía vivo. Hace un minuto que han terminado, y aparece por el lado de la barra en el que estamos: el torso, la espalda, la cabeza rasurada, todo perlado por el sudor. Lleva un katxi de cerveza en una mano y otro de agua en la derecha. "No me oía nada ahí arriba", me dice. Y se va sonriente. Luego, debajo de un árbol, le veo usar uno de los dos katxis para improvisar una socorrida ducha. 

Son algo más de las dos del mediodía y acaban de actuar los Churrería en la txozna Bizizaleak. Un par de años antes, debutaron algo más adelante, en la marquesina de la Avenida de la Libertad.  

Mientras probaban, alguien grita con sorna a nuestro lado: "¡Vaya churro de canción!" A lo que Jon contesta: "Claro, por eso son los Churrería". Y el interpelado le da la razón: "No queda otra". 

Porque esto es Barakaldo y pasan cosas así, se funden al mismo tiempo el concierto folclórico que tiene lugar unos metros más abajo, en el escenario principal, y este que presenciamos arriba. Y, ah, que se me olvidaba. El bolo contó con más participantes que no mencionaré aquí porque, o bien nos los perdimos, o bien los vimos a medias, o bien, por lo que fuera, no pudimos prestarles la atención que requerían. Precisamente eso nos pasó con Sabes Muy Bien, quienes tuvieron que parar de tocar, cuando andaban desmontando la terraza y desalojando a la gente, porque la policía municipal escoltaba a un trailer extraviado que no podía salir del centro. Porque esto es Barakaldo. 

Todo se arregló y así llegamos al momento en el que Jaf -- que ya parece haber calentado -- grita a pleno pulmón: "Buenas noches, ahora sí, somos Churrería y odiamos al PNV y todas esas mierdas". Sí, dice buenas noches. Y por ahora permanece arriba, en el escenario.

La primera que cantan es "Gira la rueda", y ya te advierto que los títulos me los invento, fiándome de lo que gritaba el cantante o de lo que me imagino por el estribillo, así que no te fíes de mí. Aquí todavía llevaba puesta su camiseta de los Suicidal Tendencies, que te puede dar pistas de por dónde van, porque cada vez suenan más a eso. En la segunda, la camiseta ya ha desaparecido: "Gracias Baraka, gracias a las fiestas alternativas..." Soy incapaz de transcribir todo lo que dijo luego. Eso sí, creo que cantaban "Inteligencia artificial" y luego "Fuga de cerebros" y ya está en el suelo. Sus compañeros, arriba, se desgañitan en los coros y se afanan por mantener la intensidad. A Irene se la ve disfrutar, pegando fuerte y justo. Luigi, al bajo, siempre sonríe. El ritmo es apelmazado, como hormigón armado. Por lo demás, permanecen ajenos, en apariencia, al torbellino que lleva dentro su cantante.  

La siguiente, es fácil. Está siempre. No sé cómo se titula, así que la podemos llamar, simplemente, la del Tubo. Se la dedican al difunto garito, porque solo hace falta girarse para apuntar al sitio exacto donde estaba: "No hicimos la comunión, pero ahí nos íbamos a comulgar cada mañana". Al suelo, otra vez. Dice que la siguiente es "Perro guardián", pero enseguida se corrige: "No, Perro Rabioso". Luego viene "La isla" y algo dice de La isla de las tentaciones, con mención al poder de la televisión para anularnos y que sea más fácil el control. 

Cuando cantan el "Os engañan" de Eskorbuto, Jaf reparte el poder y le ofrece el micrófono al público. Se lo queda Oli, también vocalista, pero de Putakaska, para cerrar la canción. A esas alturas, la lucha es intensa. El concierto del escenario principal cuenta ahora con la actuación de un varón de voz robusta que también toca la guitarra sentado en una banqueta, como si fuera Labordeta. Jaf muestra su admiración: "vaya chorro de voz, competimos cuando quieras". Al darse la vuelta, se confiesa como para sí mismo: "espero no verme nunca así". Enseguida, se corrige: "bueno, cada uno tiene su estilo". Después de "Bicicletas de cartón", el conflicto se recrudece: "Vamos a hacer una nosotros y otra ellos", sugiere el cantante, aunque enseguida se olvida y baja a la acera para correr de izquierda a derecha como si le persiguiera un fantasma, mientras se toca la calva. 

Es entonces cuando ocurre. Termina la canción y tiene un panda de peluche en la mano, que sube para que lo vean al fondo y pregunta: "Este panda busca a su propietario". Por si acaso, se explica: "no el vehículo. Este panda". Y lo lanza después de avisar para que curiosamente -- o porque tiene una puntería mejor aún que su equilibrio sobre la tabla -- caiga en el regazo de sus dueños, que casi no se habían dado por aludidos. Tiene pinta de que igual ni se dieron cuenta de haberlo perdido. El panda, me temo, les acompaña pero no es por propia voluntad. Ellos, aún así, se despreocupan: "Hoy puede ser un gran día", cantan luego, pero para el panda no lo fue, y aún no entiendo por qué.  

Han ganado, por cierto. O se han rendido o ya terminaron, pero el concierto de abajo ya no molesta. Quizás, por eso, a Jaf le invade el optimismo: "Somos un grupo joven y tenemos todo el tiempo del mundo por delante", dice antes de lanzarse al éxtasis en un ataque pseudoepiléptico por la acera, que casi atropella a una pobre incauta que cruzaba por allí. La canción dice que habla sobre el maltrato a las mujeres. Vuelve a sonar más acelerada y oi! que ayer. Hoy podría seguir el tío corriendo por el parque mientras grita te quiero y nadie se sorprendería. 

Descansa: "Quedan dos temas, que yo estoy reventado, y los chavales también". Sin decirlo, imita al presidente del estado: "que no hemos comido". La siguiente, explica, tuvo a un artista ajeno a la banda que le puso título: "Este título lo puso Manolo Bravo, que está por ahí". Aquí, justo a nuestro lado. No sé cuál es el título, pero igual es algo así: "Eres un ratón en la gran ciudad, ten cuidado, te quieren matar". O solo lo del ratón, no sé. No sé, tampoco, si es esta o en otra anterior, pero Jon se gira y me dice:

- Esta ha durado más de un minuto. 

Le sonrío y digo que sí con la cabeza. Llevaban media docena cuando le pregunté al oído: "¿No va a superar ninguna el minuto?"

La última lo hace con creces -- y, probablemente, más de las que a mí me lo parecen -- aunque solo sea por las veces que repiten un estribillo que va serigrafiado en el título: "Fuck PNV". Con esta terminan, rutilantes bajo el cielo soleado, bajo la sombra platina de los árboles, presentando a la banda y sin dar tiempo a que nadie pida bises ni nada por el estilo. 

Poco después, nos vamos. 

El sinsentido debió llegar luego. La violencia gratuita. ¿Qué había hecho el pobre panda para acabar así? A ver si tienen cojones a hacer lo mismo con el de los Lendakaris Muertos. Dejo foto abajo para que quede constancia del crimen. Así quedó el pobre. Sobrevivió a un concierto de los Churrería, pero no a lo que vino luego. Qué injusta es la vida, acabar así, destripado, en la puerta de un garaje. 



 


Comentarios