Fiasco Review!! Fuego amigo de Bañaperros


Ellos, creo recordar, lo llamaron "rock tormentoso", yo diría que de acantilado, rocoso; y de azotea desde la que se divisa toda la ciudad, por donde se despeñan los velos que disimulaban el paisaje. 

Primero, una advertencia: la norma dice que solo reviso discos del año en curso. Pero hay una norma aún más importante en este blog: si place o procede, rompo todas las demás. Esto salió en septiembre del 2024, pero lo he escuchado con atención ahora. Tenía el vinilo sin abrir. Hice un gurruño con el plástico que lo envolvía hace tan solo unos días. Para mí, la fecha está lo suficientemente cerca como para hacerle igualmente un hueco en esta etiqueta y en este blog. No creo que ganen mucho con ello, pero eso no importa. 

Fuego amigo se grabó en Estudios Vindio (Cantabria) y lo produjo, según créditos del bandcamp, Álex Pis. Bañaperros son Raúl Real, Juan Aguirre y Enrique Gutiérrez, que, antes de estar aquí, estuvieron en otras bandas que probablemente te suenen pero que no voy a mencionar. 

Todas las letras, y hay que subrayarlo, son de Raúl Real, de quien se pueden recomendar con los ojos cerrados - aunque haga falta abrirlos para leerlos - sus dos libros publicados: Sopa de Batman y La inteligencia de los jilgueros. Solo he leído este último, que fue, en realidad, el primero, y puedo resumirlo todo diciendo que tengo ganas de volver a leerlo.  

Me da palo decirlo, pero, en mi ignorancia, si alguien me pidiera que le diera pistas sobre cómo suenan, probablemente diría: rollo indie. Luego, tendría que explicarme. Porque sí que tienen, creo, esa pátina, pero el rock es amplio y putativo, y aquí se acercan al noise, a los recovecos de los prefijos, al punk denso y extenso, a un universo musical y narrativo más complejo y sugerente de lo que una etiqueta como indie, ya de por sí manoseada y contumeriosa, pueda evocar. Pero, sobre todo, la escucha del disco permite despedirse de todas esas etiquetas y referirse solo al placer embriagador de la música que excita y cuenta, que emociona e inspira. 

"Miracielos" y "Santa Gusana" esconden dos historias conmovedoras de gente que te cruzarías por la calle como una sombra, sin que te dieras cuenta. Sujetos que necesitan voces, y, aún más, canciones. Me acordé de Mr. Western. "Animales ciegos", con ese embaucador riff, también lo hace, aunque de manera más clandestina. Los sujetos se hacen plural en "Cicatrices" y en "Objetos punzantes", donde punza la distorsión como un dolor melancólico en el territorio de la conciencia. Más de un minuto de prólogo para ir luego meciéndote por una corriente pastosa que te hunde en la canción. Más reflexivas, dilatadas y especulativas son "No lo vimos llegar", "Palos y piedras" y "Mientras pelean las cebras", pero su mensaje, si lo tienen, no llega como un epitafio ni como un lema o corolario, más bien, se desenredan como confesiones susurradas, elevaciones poéticas... pero también como un punzón en el ojo, como cuando alguien te dice lo que no querías oír ni te esperabas, a la cara. "Sincio DF" va por ese camino también, pero la dejé a parte para que me permitiera destacar otro argumento a favor de estas canciones: nacen en la tierruca, tienen en ese olor a maresía, a bosque frondoso, a modelado kárstico, a prado verde que se ondula, y dicen sincio y hablan de Saltacaballos, por donde siempre pasáis mirando solo al radar, pero no se quedan ahí y transcienden más allá de las fronteras locales. 

Con una base rítmica exuberante, que hace de raíz en la que crece un árbol grueso de guitarras bien distorsionadas, la voz clara y magnética permite que la letra se deslice sobre esos matices que trae la instrumentación, creando una atmósfera emocional que eleva aún más esta poesía que no se aleja de la calle y del dolor mundano. 

Ha pasado casi un año desde que sacaron esto, pero entra igual de bien. Y pongo la rúbrica final mirando la rada desde lo alto del encinar, que parece que aún resuenan sus canciones arrastradas por la brisa de Candina.

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