The Brahmas
Try Baby
2004, Bitter Sweet Recordings
Doce temas, en inglés, entre el indie, el pop y la psicodelia. Erra Biurrun se encargaba de las voces, las guitarras eléctricas y acústicas y otros cacharros como sintetizadores, melotrón, mini-moog, órgano, harmonium, piano y percusiones.
Además de bateristas que se unían a la grabación, el grupo lo completaba el que también se encargó de grabarlo, un Paco Loco que cuando no le daba a las baquetas, era bajista, o tocaba lo que fuera, ya tuviera cuerdas – la guitarra de doce cuerdas, la pedal Steel, guitarras eléctricas y acústicas – o teclas – sintetizadores, órgano. Toda esa variedad instrumental explicaba la cantidad de capas que tenían estas canciones. Son solo dos personas, pero parece que anda por ahí un ejército entero, el coro, orquesta y ensamble de un ejército nacional.
Por ejemplo, el disco se abre con una guitarra acústica a pelo, pero enseguida entra una algarabía de sonidos que no son más que el anticipo de lo que irá pasando luego. Te pueden recordar a Bob Dylan en un fraseo y a los Beatles más arriesgados en otro momento. Por supuesto, te acordarás de Australian Blonde, pensarás en los Beach Boys... A mí, a veces, me recordaban a The Delgados o hasta a Clayhill. El disco contenía medios tiempos sosegados, alguno hasta con el pedal steel envolviendo la voz. Muchas y buenas armonías vocales, con alguna balada pop al estilo de otras décadas, como “My Baby”; y otros cortes más arrebatados y enérgicos, como “I’ll Swallow 1 Too”. “Increase the Peace (For Everyone)” era un buen ejemplo del virtuosismo popero que escondía este disco; una canción que, por cierto, se hundía y volvía a emerger para terminar al final del disco. Algunas, como “Myself” o “Dear”, eran canciones en apariencia más sencillas, pero igual de resolutivas.
En casa, la estrella era “Nowherelander”. Cuando suena, todavía se nos dibuja una media sonrisa. Quizás sean los sintetizadores, que parecían iluminar más que resonar. Ahora, ese brillo es también nostálgico, pero es imposible que suene y alguien no repita aquello: “Here I come from the fourth dimension”.
Por cierto, el disco físico lucía el arte gráfico del pintor bilbaíno Juan de la Rica, conocido por sus coloridos óleos.
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