Despedidas



Había dos despedidas este fin de semana. Bien. A una fui, y no la vi. La otra me la perdí. No es lo mismo. Y no es de buen gusto empezar así, lo sé, pero, por aquí, tenemos por costumbre hacerlo todo al revés. Así que empiezo nombrando a dos bandas que no van a verse reflejadas luego en la crónica. Una, Los Nitxos, que dijeron adiós el sábado con un último concierto en Errekaleor. Y tiene relación con la otra despedida porque, mientras estaba en el otro concierto, recibí un mensaje del batería de los Paniks, llamémosle Patxi, que así se llama, preguntándome si al final me iba a animar a asistir. No ocurrió. Y lo lamentaré como ya lo he lamentado, igual que sigo lamentando que ya no me vaya a cruzar nunca más con Los Nitxos. Eso era el sábado, pero el viernes decían adiós Helltzales. Lo hacían en el Gazte Lokala de Deusto, que estaba, por cierto, lleno de viejos, y lo digo por mí. Pues a ese me fui, allí estaba mientras me whatsappeaba Patxi. Pero nada, que me tuve que ir antes incluso de que se subieran los de la despedida al escenario. Al salir, en medio de una de las últimas canciones de los Tiparrakers, casi le doy con la puerta en las narices al pobre Bazi, que supo usar bien el pie por si acaso. Es que estaba petado el Gaztetxe. La peña ocupaba el espacio como podía. Sé que era una de las últimas canciones de los Tiparrakers porque, antes de irme al metro, me metí en el bar de al lado a mear, que no me aguantaba más. Cuando salí, ya no se oía ningún rumor en el Gazte lokala. Los Tiparrakers habían terminado. No quedaba nada para decir adiós a Helltzales, pero me tenía que ir, así que no volví a entrar aunque tentado estaba. Había que currar al otro lado de la orilla. Había ido a éste con la confianza de que algo podría ver, aunque fuera sin terminar. Quería ponerme una polla de plástico en la cabeza, una camiseta hortera con alguna frase ridícula, y ya sabía que no era ese tipo de despedida, pero nada, no pudo ser. Hubo que salir corriendo. Solo pude ver a Jon Manteca's Army y a los Tiparrakers. Así que no me queda más que pedirles perdón a los Helltzales por haber ido a la despedida y no despedirles; más bien, marcharme sin despedirme. Desearles, también, que les vaya bonito en el futuro. Por supuesto, ni dios echó de menos que me fuera, porque, como ya he dicho, aquello estaba hasta arriba y las fotografías y los vídeos que he visto después dejan constancia de que fue un adiós glorioso y contundente. Me hubiera gustado contarlo aquí, pero, al menos, voy a contar lo que vi del concierto, mi experiencia truncada, la parte demediada a la que asistí y así termino ya con esta larga introducción que no tiene sentido y confirma una vez más que no tengo capacidad de síntesis. Siguiente párrafo, por favor.

Tiparrakers, pues. Porque voy a empezar por el final, que así lo tengo en las notas. No te voy a anotar el final, eso sí, ya te lo he dicho. Me fui antes, pero me imagino que terminarían en inglés y por todo lo alto. Empezar empezaron también muy arriba, con los primeros acordes de "Enemigos todos", mientras se sube Jon Ander al escenario que siempre, siempre, es el último en hacerlo. Abajo, esperaba como ansioso, agarrado al pie del altavoz, con la mano enguantada de blanco. Si no fuera porque le faltaba su melena y una rebequita en lugar de la camiseta sin mangas, habría dicho que se parecía, de espaldas, a Julie Andrews haciendo de Mary Poppins. Magia hace el cabrón, que se pone ahí en plan prestidigitador, en la proa del escenario... y cualquier día le va a salir un conejo o un ramo de flores de plástico de esas manos que retuerce en el vacío. No sé si se él se queda vacío después de un bolo, pero yo, si fuera él, ya te digo que sí. Esta vez, por decirte algo, cantó una canción con la lata de estrellagalicia en lugar del micrófono que tenía en la otra mano y se puso un foco a modo de capirote. Yo le comprendo hasta en "No comprendo", que fue la segunda, y también cayeron al principio, entre otras, "Noche trankila" y "Triángulo, cuadrado, rombo", así que te lo puedes imaginar. Acababan de empezar y ya estabas sudando y recargando baterías de móvil con el contacto de tu meñique: electrificado, vamos. Yo me fui con "Salvaje", creo, y antes también cayeron "Buen rollo", "Relato tenebroso", "Controlo" o "Se te ve", más otras que se me escapan y algunas de las que aún no han grabado, como la que yo confundo con Muniain y "Cardíaco". A este paso, cuando las saquen, ya van a tener que sacar más, porque las conocemos tan bien como las antiguas. Creo que preguntó que por dónde andaban los Radio Aktiva y le conminó a un crío con cascos antiruido a que mejorara el legado. A un tío que se le apostó delante, le llamó, literalmente, "máquina de humo personalizada". Es Jon Ander, el mismo que se parte la caja él solo mientras pasea a derecha e izquierda y murmura que ya sabía que eso iba a pasar, pero nosotros no sabemos el qué. Y dice explícitamente: "Esto es como cuando en clase me sacaban al encerado y toda la peña se reía, a ver qué va a hacer éste". Encerado. El tío dijo encerado. En los tiempos de la pizarra digital, dijo encerado. Allí había gente que seguro que no sabía lo que es un borrador de fieltro y las cosas que se pueden hacer con ellos. Cosas así te llevas también de un concierto de los Tiparrakers. Además de la música, arrolladora y punzante como siempre, con Jero abriendo el camino al infierno, David asfaltándolo y Senén avivando las llamas. Huele a sulfuro cuando tocan, por mucho que suden sus camisetas negras: dos para Helltzales, una para Copycats, y Senén, por joder, sin llevar ninguna de bandas, la suya para los de Orbain. Les gritaron lo mismo que les gritaron por primera vez allí mismo y Jon Ander se llevo de recuerdo un estreno muy particular: "Joder, después de treinta años, por fin me tiran una lata". Plata y plomo: las dos cosas reparten estos. Y volvieron a repartir, una vez más; que, a veces, pienso que les sale casi por inercia.

Y antes que ellos sorprendieron, y mucho, Jon Manteca's Army. Y bien. Queda feo que lo diga, pero ponlo en mi debe: ni de nombre los conocía. Luego me enteré de que son de Basauri, porque lo cantaron a gritos en una canción que mucha gente vociferó con ellos. Todos, menos el que cantaba, que yo le entendí que dijo esto: "Menos yo, que soy de Sanvi", pero probablemente sea un error al que me conduce mi condición de barakaldés, e igual dijo "Menos yo, que soy de Sanmi", que tiene más sentido en Basauri. O vete a saber lo que dijo. Para entonces, ya estábamos en el clímax final. Un poco antes habían dicho: "Vamos con las clásicas", como a modo de despedida, una despedida de esas que se intuye larga. Empezaron este cierre con "Rata muerta" y creo que terminaron con el "Faith in God" de Bad Religion.

Se manejaron en inglés y castellano y se movieron entre el skate punk y el hardcore, haciéndole guiños al surf y, a veces, con matices de psychobilly y postpunk. Da la sensación de que... lo que quieran, hacen lo que quieren. Con una sola guitarra, que, además, no abusa de la distorsión. Completan con un bajista de buen pulso y, sobre todo, con un batería original que le da un cariz sorprendente a las composiciones. Es lo que tienen. Enseguida adivinas que la propuesta va a ir por los derroteros del hardcore y el punk de patinetes, pero, en cada canción, te sorprenden: con un riff que no esperas, con un cambio de ritmo, con una melodía cuando esperas alarido, con un alarido cuando esperas melodía, con un brillo, con un sobresalto. Bien. Lo dicho, muy bien. Gratamente sorprendidos y felices de tener que subrayar nuestra ignorancia. Creo, averigüé luego, que les faltaba uno; que el guitarrista que cantaba generalmente no canta solo. Pues mira, una disculpa para tener que volver a verlos, por si no era suficiente haber acabado satisfecho. 

Mientras estuvieron arriba, interactuaron con el público, incluso, dándose la mano con alguien. Y dedicaron varias canciones, sin que yo me enterara muy bien, excepto con una que dedicaron "a sus homies del embarcadero", aunque puede que también esto lo entendiera mal. Cómodos, relajados, preguntaron por el tiempo: "¿Cómo vamos?" Y, desde el público, una chica les dio el dato exacto, para que no se quejaran: "las 8:39". El cantante respira aliviado: "ah, bien, bien, vamos bien entonces". Así se pusieron a hablar de qué tocaban y en qué orden. Lo discutían, lo elegían y, generalmente, el batería subía los hombros sin preocupación: "Vale, la que tú quieras". Yo creo que tocaron "Autos de choque" y "Carpintero", que casi recuerda a ese mongol punk que hacen por Madrid; y también "Muertos", cabalgando casi sobre un lomo western y bien rematada por el bajista, y una "Patina, que no contamina", que, desde mi absoluta ignorancia, suena a que podría tener aroma de himno. Fino. Un concierto fino. 

Y, lo dicho, todo eso es lo que puedo contar. Lo que no puedo contar lo tendrás que buscar por ahí porque debió de merecer la pena. Helltzales decían adiós. Los Nitxos lo dijeron al día siguiente. Unos se van... y esperamos, por supuesto, que otros vengan. Por si acaso, nosotros seguiremos esperando aquí, en sitios que molan aunque lleven la palabra "gazte" y me parece a mí que nosotros eso ya lo hemos gastado. Aunque es todo espíritu, ¿no?


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