Sudan los nudillos


 

Viernes 19 de julio, por fin. Yo no debería contar esto porque voy a hablar de mí, pero es así: hubo un tiempo en que aspiré a poeta. Que ¿dónde están los poemas? Hice una flota de aviones de papel con todas aquellas cuartillas y volaron libres sobre el triángulo de las Bermudas. Hasta desaparecer. Me acuerdo de que tenía uno que se titulaba así: "Y las letras de Motorsex." Con esa ridícula épica trágica y solemne que retienen como líquido rebosante los treintañeros desorientados, contaba en el poema la historia de una noche de guapasa en las fiestas de Barakaldo, ya ves tú. Me crucé aquella noche con un viejo amigo que no hacía más que hablarme de su banda y de la banda de un colega que se llamaba como la del título del poema, como la protagonista de esta entrada. Me hablaba y hablaba hasta el punto de que me hizo subir a su casa a las cuatro de la madrugada, dejar las botas en el felpudo y andar de puntillas para que no se despertaran sus viejos. Así, recuperó un par de maketas de su dormitorio, que me regaló. El resto de la noche, otro me las pedía siempre que iba al baño y, en alguno de ellos, se las olvidó. Escribí un poema sobre aquello. Que también perdí. Pero luego Motorsex, ya ves, volvió a aparecer. Y, por fin, el 19 de julio de 2024, pude verles en directo. Así que eso es lo que te voy a contar. Sin versos. En prosa. Motorsex en El Cuervo

Entran por la puerta cuando todos les esperamos y se asustan, aunque están actuando, por supuesto. "¿Hay gente?", pregunta Niko, "... pero si lo nuestro es vaciarlos." Bernar parece que viene de hacer ejercicio y se pone a adecentar su batería mientras sus dos compañeros se agachan para mirar pedaleras y ajustar cables. Alguien cuenta una curiosidad sobre el del bajo de Niko Vázquez, pero no me acuerdo. Xenen me deja que le robe el setlist porque sabe que se lo voy a devolver y me pide que, cuando venga su hermano, le diga que meta la guitarra debajo del escenario. Sale fuera a echar un último cigarro. Todo con calma, sin prisa, la repisa de la tarima repleta de pantallas, monitores, amplis; la batería escorada a la derecha, creo que han puesto hasta un añadido para que puedan entrar. Da la sensación de que nos van a empalar con el volumen, pero tampoco será para tanto. Al rato, se suben, y no esperan para empezar: "Vamos a desalojar el bar", dicen primero. Luego, a modo de anuncio del primer tema, añaden: "¡Abandonen Baraka!"

Y es que la primera es "Abandonen España," de su último trabajo. Si no lo sabes te lo cuento brevemente, los Motorsex van como a contracorriente, solo sacan singles. Lo hacen de vez en cuando. Y, a veces, ni los hacen en físico. Son un power trío que no mira para atrás, no vive de las rentas, no se aposenta en lo trillado, juegan con los ritmos hasta degollarlos, no hay canción que siga en línea recta, siempre tienen recovecos inesperados, nunca sabes dónde van a terminar. Si quieres la puta etiqueta, pues rock o punk-rock, lo que quieras. Uno de ellos lleva camiseta de Sumisión City Blues y el otro de Neu!, igual son pistas. De cosas de ahora, yo sé que a alguno de ellos les molan los Viagra Boys y hasta Sleaford Mods, pero no sé si eso te ayuda, porque, la verdad, también te digo, me la trae al pairo. 

Eligieron canciones de varios de sus singles. Del tres, por ejemplo, triunfó "Qué asco me doy", aunque yo lo pasé mal con el muslo de Niko Vázquez, que veía lo que tenía que sufrir con los cachetazos que se daba. De los más recientes, también cayeron "Violencia vertical" y "Pornomaster" y cayó también la tarea de hacer olvidar al Pela - porque él las canta en el single, digo. En este caso, le cayó la responsabilidad a un afanado Xenen, que tuerce los labios, se pone como de costado, y aguardienta su voz. No se parece en nada a Iñaki Urbizu, pero, si le ponen una gorra, dos relojes y unas zapatillas multicolores, igual ni lo echamos de menos. Niko se guardó para cantar otras, aunque también compaginaba con Xenen. Lo repitieron varias veces: que no tenían cantante. A falta de uno que lo haga, se lo reparten entre los dos. Y no se echó de menos a nadie cuando hicieron viejos temas como "Dog Eat Dog" o "Be Wrong". A mí, sobre todo, me sorprendió, si te interesa, el final poderoso de "Manhattan Fly" y el trabajo de batería en "Highway to Train". Por cierto, una de las baterías que mejor ha sonado en El Cuervo, en mi humilde y risible opinión. Momento destacado del bolo -- que podría haber patrocinado una empresa de adhesivos industriales -- esa epifanía en la que se cascan seguidas y sin que casi se perciba, tres canciones: "Highway to Train", "Reptil" y "Señor Doctor". Al final de esta última, deslizan una dedicatoria para su amiga Nines, "que siempre subía a cantarla".

Xenen anuncia que se acerca el final. Mira para atrás por si acaso se equivoca, pero nadie reacciona. Niko aprovecha y afina la ironía con el tema de los idiomas y los traductores automáticos. "Civilian War" y "Catholic Pain", que Bernar dedica a Rouco Varela, les quedan perfectas de colofón, como un subidón eléctrico, ecléctico y erizado. La rúbrica en una firma.

Cuando terminaron, nos quedamos así, garabateados como en una firma con rúbrica; como si nos hubieran desenchufado, por fin. Salimos fuera a coger aire, que dentro, ellos se encargan de espesarlo. Tardé horas, días, te diría, en digerirlo, porque tuve que volver y deglutirlo. Puede sonarte exagerado pero ocurrió el 19 de julio de 2024 y ya era hora. Por fin, Motorsex en directo. Si habrá próxima, quién lo sabe, con esas largas giras del Global Local Tour que se pegan por todos los rincones de la galaxia, igual la próxima vez que pueda yo, ellos están tocando en un agujero negro o en el Radio City Music Hall de Ganímedes. Por lo menos, una vez, ya fue. Ahora ya puedo decir, igual que decía el replicante en su estertor, que vi lo que me habían contado que pasaba: vi caer el sudor por los nudillos de Niko Vázquez; es decir, el jugo recién exprimido del rock and roll.

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