Relevo

 


Staff son cuatro. Se presentan ordenados y apretados sobre la tarima de El Cuervo: un guitarrista solista con greñas rizadas que no le impiden ver bien el mástil para los punteos y que se aposta a la derecha, junto a la pared; en la otra esquina, el bajista, mascando chicle, sonando bastante alto; detrás, un batería que sonríe y que aún no sé si es rubio o pelirrojo porque ni su cantante se decide al presentarlo; y este último, que se coloca al frente, llevando la voz cantante, aunque suene redundante, por supuesto. Inquieto y vacilón, su voz me recuerda un poco a la de Eddie Vedder, pero sin el fondo. Viste camiseta de Glen Rice en los Miami Heat, a veces calza guitarra y otras veces no; a veces se pone un collar de flores de plástico y otras veces canta sin él; a veces con gafas de sol, otras veces sin ellas; a veces se coloca una gorra y otras veces se vuela. Hasta sacará un teléfono, solo el auricular, con el cable rizado colgando por la mitad. Todos visten pantalón corto, creo, que al batería no le veo. Y todos, en un concierto que empieza puntual y pasa muy rápido, demuestran actitud y buenas maneras; osadía, diría, y muchas ganas. Además, parecen haber interiorizado bien los guiños y ademanes del género. Luego me explico.  

Staff es el nombre, ya lo he dicho, pero no he dicho nada de la música, así que vamos con ello:

Se acercan a los 90, pero no a MC Hammer o Molotov, tranquilo, más bien a Rancid y Strung Out, al punk y el grunge de aquella década. Lo dejan bien claro, entre otras, con versiones de Nirvana ("Lithium"), Mötley Crüe ("Smokin' in the Boys Room"), Green Day ("American Idiot") o Los Ramones ("Bonzo Goes to Bitburg"). Y eso que de las cuatro que acabo de decir, solo la de Nirvana es de la década, publicada en 1991, si no me confundo. Michael Azerrad y el propio Kurt Cobain dijeron que la letra iba de otra cosa, pero duele leer e intentar comprenderla ahora. La versión de Staff y nuestra falta de inglés consigue que eso se diluya un poco, por lo menos. Pero eso, guitarreros, ya sea con una o con dos. Mucho volumen en la sección rítmica y partes vocales en continuo alarido. Tienen ese aroma al rock que se acerca al metal sin dejar de mirar de reojo al punk. Ojo, que hasta se arrimaron al blues y en todos los palos se punteó bien, siempre con la pierna derecha en el monitor para colocar bien la guitarra. En un momento, entre "20, 22" y "American Idiot", creo que fue, probaron con una instrumental original que arrancó el bajista sin dejar de mascar chicle aunque soltara una arenga preparada pero con gracia sobre la visibilidad de su gremio, y que, al terminar, dijeron que se basaba en un "riff" propio y chulo que les salió en el local. Tenía empaque y jugo, y mantenía bien la tensión.

Todo esto que te he dicho te lo he dicho sin contarte que los componentes de la banda no llegan ni a la mayoría de edad. Era su segundo concierto, más o menos, y tocaron de prestado con material de Head Holes y Los Men, Tío. No pareció temblarles el pulso. De hecho, hasta les sobró actitud. El cantante nos informó de que eran la banda que iba a cambiar la historia del rock y luego salió por la puerta anunciando que quedaba un setlist y que tenía un rotulador para firmarlo. Es el momento de tener el pecho tan henchido, claro que sí. A la primera canción ya estaba de rodillas. Con la guitarra, también se puso. Tenía atrezzo y parlamentos listos para presentar a la banda y hasta para anunciar la despedida. Lo dicho, que se han leído el manual. Pero mejor que todo eso es que hay chicha. Hay chispa. Hay algo. 

Y, voy a terminar con esto, además de tener bemoles tienen memoria y respeto. Eso es tan importante ahora que empiezan como cuando lleven cien años, y era importante reseñarlo: el guitarrista solista de los dedos inquietos, al que, por cierto, le viene de casta, vestía la misma camisa hawaiana con la que Pulpo grabó el videoclip de "Corre" para Porco Bravo y gastó para este concierto, con talento y buen pulso, la SG blanca que el propio Pulpo usaba. Fue un homenaje cojonudo que seguro que Asier, esté dónde esté, no se perdió. Sapos y culebras para demostrar emoción y orgullo le habrán salido por debajo del bigote, seguro. Así, sí. 

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