Pues sí que andaban por ahí

 


Recuerdo que el año pasado hablamos de esto aquí y cerramos con el detalle de aquel cartel electoral que decoraba un costado de la marquesina porque, descontextualizado, nos valía para expresar un deseo: "berriro egingo dugu". Nosotros no hemos hecho nada, pero ellos sí, así que deseo cumplido. Doce meses después, Kallejosos Krew lo han vuelto a hacer, organizando el segundo Festival Kallejero en fiestas patronales de Barakaldo - que en otros sitios ha habido más -, con la colaboración de Askaberri, que están enfrente de esa marquesina de La Libertad que lleva camino de convertirse en un escenario de leyenda.

Para la ocasión, reunieron cinco bandas y había mucha expectación. Expectación en el pueblo, pero yo diría que casi mundial, aunque solo sea porque ellos se han encargado de que el eco llegue muy lejos. Hablamos, por supuesto, del debut de CHURRERÍA. Así, en mayúsculas creo que lo escriben, y no lo pongo en tres niveles porque no puedo - luego podré y lo hago. Todo el mundo había oído hablar de ellos, pero nadie les había visto: andaban por ahí. Nadie se escapaba a su alarde de intervención artística, ya fuera con pegatinas o con pintadas, banderas, vídeos virales, ejercicios propios de un espontáneo y otros actos de vandalismo cultural. Se había creado expectación pero había que debutar ya, entiendo, y eligieron este festival, a ras de acera, sin fronteras que los separen del público, en el mismísimo pueblo, casi como en el graderío sur de Lasesarre, y con ese aire hazlo-tú-mismo con el que concuerdan. No todo eran frutas de sartén, por supuesto. No fueron los únicos protagonistas en el elenco porque antes fueron calentando al público los Basque Pussy, para quienes si no era también el debut poco le faltó; los más veteranos Dinamita Brothers Band; y Karma Txungo, venidos desde Asturias. Hubo, también, una quinta banda de colofón, que actuó después del esperado debut, haciendo gala igualmente de pedigrí fabril: Txapajo. Se empezó a las 8 de la tarde y se terminó acercándonos peligrosamente a la medianoche. 

Por supuesto, el formato dio para el surrealismo habitual, porque actuar en medio de la contingencia es lo que trae. No me refiero a la organización ni a nada por el estilo, me refiero al paisaje y al cruce de intereses entre ciudadanos de a pie. Así, uno podía entretenerse viendo cruzar delante del escenario apañado a un afanado cartero con paso firme o a una pareja de ancianos asustados con los brazos cruzados por la espalda que admiraban el cuero cruzado de los Basque Pussy. Hubo atropello de micrófono por un carromato deejay tirado por treintañeros con gorros a cuadros y gafas iluminadas y todo tipo de situaciones pasajeras, porque la gente iba y venía, algunos se quedaban, otros huían. Gente con camisetas de Mbappé, con figuras de globoflexia, con todo tipo de parafernalia festiva y comida alta en grasas, vendedores ambulantes, madres que tapaban los oídos a sus hijos, hijas que tapaban los oídos a sus padres, dueños que hacían lo mismo con sus mascotas, mascotas que hacían lo mismo con sus dueñas, la alcaldesa por detrás de la marquesina y sin pararse a mirar, los pregoneros por el medio pero pidiendo permiso, otro que pasa sin prisa, se despista y hasta le gusta, uno que fue insumiso y ahora tiene un piso en Fuengirola y olas y olas de gente que, como digo, iba y venía al ritmo que cada uno proponía. Un paisaje excitante que se ha convertido, con tan solo dos ediciones de este festival, en marca de la casa tanto o más que la música, si se me permite exagerar por un instante. 

Dicho esto a manera de prólogo, que ya me estoy alargando, vamos al grano, que vendrá con paja, como siempre. Voy con los cinco, uno por uno, y en orden de salida. 

Basque Pussy

Yo he dicho que casi debutaron, porque creo que dijeron que era su segundo concierto. Dos son también ellos. Y cantan los dos: uno sentado porque toca todo el set de la batería, y otro de pie porque se encarga de la guitarra. Vestían con el torso desnudo excepto por dos arneses de bondage que dejaban a más de un jubilado de los que pasaba por allí con ganas de preguntar por qué. Creo que habrían necesitado más volumen para una propuesta que iba del hardcore al oi punk a plena luz del día, con letras explícitas y berridos cavernarios que a veces parecían dejarlos sin aliento. Una dijeron que se titulaba "Placeres culposos", pero fue la última, en euskera, con la que implosionaron. El guitarrista posó el instrumento en el suelo con sumo cuidado y agarró el micro sin miramientos para bajar un peldaño hasta el asfalto y desgañitarse como poseído, esquivando transeúntes y empujando a un colega que se lo tomó a bien. Toda la canción triunfó con subeybajas por el estilo de aquello que hacía Nirvana y la letra contenía una frase que a mí me llegó al alma: "amaitu dut tesia", dijo el batería, y verle derrengado al final, intentando recuperar el resuello, debe ser lo que se siente al subir el PDF final al repositorio digital. 

Dinamita Brothers Band

Quizás, con todo el respeto para los demás, eran la banda con más recorrido y pedigrí. Su mezcla de country, swing y rock and roll de raíces con actitud y compostura punk ya lo habíamos visto por aquí en anteriores ocasiones: un par de veces en El Tubo, que recuerde así de golpe. En formato trío, con contrabajo y banjo, fue difícil encontrarle el volumen adecuado a su sonido. Más aún, cuando el banjo cayó enfermo y hubo que substituirlo por una guitarra para la que no disponían de cincha, con lo que el cantante y guitarrista tuvo que apoyarse ergonómicamente en una silla de plástico y acomodar el instrumento. Él y el contrabajista se reparten las voces, pero los tres se llevan el protagonismo, luciendo con canciones fogosas como "Fuego en la autopista", revisiones de los tropos habituales del género como "Vagabundo", versiones del Oeste Americano más fílmico en "Billy Tormenta" y ejercicios de estilo precisos como el que hacen en "El rock de palo". Se les cayó hasta la pancarta del festival que colgaba del fondo de la marquesina, pero resistieron. 

Karma Txungo

Otro trío que arrancan desde el principio con ganas y efusividad, declarando sin miramientos que han venido hasta Baraka porque "la van a liar parda". También estos ejercen sin miedo los muchos matices del punk, yendo rápido y, a veces, hasta haciéndose un poco oscuros, como más cercano a lo que se espera cuando le añades al término el prefijo post-, en parte, por un batería de ritmos enriquecidos, al que, por cierto, algo le pasó con un plato. Su cantante no pudo evitar que emergiera su origen al explicar que lo había partido al darle un "ostiazu". Venían de Asturias, por lo tanto, y quizás porque están más al occidente que nosotros y por allí se pone el sol, este empezó a caer durante su concierto. 

El arranque fue definitorio con "Fosa séptica", que, además, por la claridad de los estribillos, normalmente percutidos a coro, permitía repetirlos y vocearlos incluso cuando fuera la primera vez que los oías. Igual con otras como "Regaña sudorosa", aunque algunos confundieran la primera palabra mientras, de paso, se frotaban los ojos, o una curiosa "Próstata", donde jugaban con el legado de los Beach Boys. En la segunda, "Politoxicómanes", el guitarrista tuvo problemas con el pedal, y le dio tiempo a maldecir entre verso y verso: "puta tecnología". Estaba a todo. Le dio tiempo a platicar con la peña, a explicar cosas que procedían y otras que igual no, a maldecir el paso del carromato deejay o a reconocer entre el público a los Txapajo: "¡es que sois muy grandes!"

CHU
RRE
RÍA

Pues ocurrió. Media hora intensa que hizo las veces de debut y de promesa de que habrá próxima, digo yo, porque habrán tomado nota de la ya mencionada expectación y de la acogida que tuvieron, con el asfalto repleto y el borde de la acera a modo de muro humano, que a la peña le colgaban los talones del bordillo pero ahí se mantenían emparedados. Nadie se movió de allí hasta que Jaf gritó: "¡Y yo soy Francisco Javier!" 

Hay que decirlo claro y alto también: gran parte de ese recibimiento fue culpa de ellos mismos, que hicieron lo posible por enardecer y alimentar la curiosidad. Tunearon la marquesina, repartieron banderas - había una en la ventana de un vecino -, donaron bengalas, azuzaron al público, pegaron pegatas sobre paredes y personas humanas... Por un momento, y por seguir con las referencias al fútbol que ellos mismos usaron, aquello parecía Millerntor el día que te juegas un ascenso o Reeperbahn un sábado por la noche. Pero no, no eran los Beatles en Hamburgo, que no hace falta, a nosotros, en Baraka, nos sobra y nos colma con cosas como el debut de CHURRERÍA.

El vocalista Estébanez arranca con una declaración de intenciones: explica que van a tocar para  que dejemos de decir que solo saben hacer pegatinas, banderas, pintadas y cosas así. Así que arrancan con "Gira la rueda" aunque más que girar lo que hace el cantante es estirar el espacio de derecha a izquierda. Es el comienzo de un set corto y rápido que incluye diez canciones. La última, "Ratas", que ya cantaban, creo, cuando fueron Chulería o 2lería, cierra el repertorio sin darnos tiempo a asumir lo anterior. Incluyen un recuerdo de cuarenta y dos segundos para "El Tubo" con dedicatoria explícita, "esta va para Patxi y Kalbo", y epílogo de ficción, "No sabéis la de gente que ha desaparecido en ese bar". No sé si gente entera, pero un cachito de muchos de nosotros ya se quedó ahí dentro. Como cada vez quedará menos con la "I.A." y a muchos le encantó la mención a la ya olvidada y nunca suficientemente reivindicada Yola Berrocal. Hicieron, por cierto, dos versiones. Una, fácil de reconocer, el "Os engañan" de Eskorbuto y otra que les valió un premio: "El primer grupo que hace una versión de Los Roñas", se emocionó Elemento, presentado como el octavo churrería, quien cantó con ellos "Seguro" de los ya mencionados, empezándola como hay que empezarla, alargando cable y metiéndose hasta dentro del público para gritar bien alto: "¡Una de Los Roñas!", cántico folclórico barakaldés al nivel ya de cualquier verso en "Ay Bengolea". 

Luego dijeron, contaron, confesaron que les costó oírse y acoplarse, pero a Irene se la veía sonreír mientras sacudía parches. Jaf se sentó varias veces en el suelo mientras cantaba y hasta se llevó las manos a la cabeza como si se hubiera dado cuenta, de repente, de lo que canta. No paró de caminar, como si estuviera rebotando en paredes acolchadas y, además, arremetió contra las fiestas oficiales y gritó consignas revolucionarias como "¡No más churrerías bajo viviendas, no! ¡Dejadnos vivir en paz! ¡Nos suben los gases de los fritos, de los churros, hijos de puta!" Al resto del grupo se les vio atareados,  afanados, a veces sorprendidos también por lo que estaba pasando. 

Le regalaron una taza de la banda a Elemento, aunque explicaron que nunca harán merchan, porque ellos hacen todo a mano, no como las camisetas serigrafiadas que son todas iguales, explicó Jaf, abanderado del pensamiento iconoclasta de la banda. Banda que terminó, sí, porque, aunque algunos dicen que aún andan por ahí, el bolo llegó a su fin. Fue, me atrevería a decir, hasta efímero, como suelen ser los debuts tan esperados, que ya hemos tenido otros ejemplos de incontinencia en el pueblo. Lo bueno, entiendo, es lo que dije al principio, que volverán, me imagino, o me quiero imaginar.

Txapajo

Salen cinco porque Beni C. Morla, habitual de la escena barakaldesa - y en distintos roles - con bandas como Kadukaos, Hombre Normal o Varapalo - y otras que probablemente yo no conozca o recuerde - les acompaña, desde la primera, con el saxo como instrumento. Eso sí, también usará el micro diminuto que lleva en el pecho para redoblar el cante de algunas partes. Con camiseta de Campamento Rumano, a veces fumando, siempre inquieto, no acompañará por completo a la banda, porque alguna, como por ejemplo, "El loko y la pasma", la harán solo ellos cuatro. Los cuatro Txapajo originales, todos vistiendo camiseta negra, aunque cada una con una serigrafía distinta. Tinta que acaba casi en relieve después de sudarse un repertorio largo que empiezan de noche y terminan en los aledaños del día siguiente. 

Sí estará el saxo decorando canciones como "Corre Corre Marisol" o "Esto no es Manjatan" que más de uno canta a pulmón, porque creo que están pensando en meterlas en el cancionero tradicional barakaldés. Es el punk-rock que se ha hecho por este territorio desde tiempos inmemoriales, pero con su toque de humor. Aclaran los ritmos, afilan los patrones, usan esos estribillos repetibles con una actitud cercana y sin alardes. También tocaron "Solo quiero verte caer", entre otras muchas más que no supe apuntar o reconocer. 


Y así, seré breve en la despedida, se terminó la segunda edición del Festival Kallejero en su versión fabril. No voy a pedir más deseos. Quedan doce meses para el próximo y, mientras tanto, lo que sí voy a lanzar es una invitación: a resistir, más bien. El pueblo, en lo musical, se muere. Creo que ya no nos quedan más locales que perder. Ya no hay oferta de música en directo en la anteiglesia. Si disfrutaste de esto, haz el esfuerzo durante el año, y cuando tengas que elegir, al menos, una vez, un par de ellas, de vez en cuando, aparece por los bares, por las salas, los gaztetxes, los locales, todo aquello que no sean macroconciertos patrocinados, festivales con nombres de banco, recintos de hormigón armado que lo mismo valen para música que para máquina-herramienta. Ya que se le mencionó varias veces, te recuerdo lo que decía una de las paredes de aquel bar donde desaparecía gente y que acabó de desaparecer él mismo para convertirse en una de nuestras primeras heridas, de esas heridas que aún no han sanado: "Musika bidea da". Aunque, a veces, sea un camino torcido, sí, lo es. 


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