Estrellas fugaces



Salen de su local y bajan por la calle hacia el bar. Si no fuera porque siempre visten elegantes, podían haberlo hecho en alpargatas y batín. Antes de que lleguen al bar y se pongan a saludar a los que les esperan, me encuentran por el camino, que ando cruzando la calle: "Me había olvidado los botines," me dice Ana, casi sin saludar. Es todo glamour esto del rock and roll. Estrellas brillantes que iban a convertirse en sol, como decían en Blade Runner. Estrellas fugaces que se olvidan los botines en casa.

Te lo cuento, sí: hablo de Los Retumbes, concierto casi cumbre de la oferta festiva en El Cuervo durante las fiestas patronales del pueblo. Lunes, víspera de fiesta. La gente, en la puerta, rebosando la acera, se saluda, platica, beben porque hay que hidratarse mientras esperan a que llegue la banda. Dentro, está todo listo, de nuevo con la tarima alta y el setlist doblado debajo de la caja. Las maracas allí, descansadas. Muy profesional, que será la coletilla del día, como le gustaba a Manuel Manquiña cuando era Pazos en Airbag. Jolín andará por ahí, con Deabru, paseando entre talleres, teatro de calle, sardinadas o campeonatos de rana, yo qué sé. Por inmersión cultural, dentro de El Cuervo, se le invocará. 

El repertorio, aunque se basa en su último disco, se podría tachar de clásico. La puesta en escena también. Hasta el público. El verbo, en el arranque, lo mismo. Andrés anuncia que vienen a darnos la misma mierda de siempre, pero que piensan hacerlo de manera "muy profesional" y citando, de vez en cuando, por respeto quizás, al ya mencionado Jolín. Joder, hoy me ha saltado en el móvil un recuerdo: justo hace seis años estos dos reventaron El Tubo a razón de la misma festividad. 

Arrancan en silencio con la instrumental titulada "Alerta roja." Bien conjuntados en tonos rojos y negros, Andi se sitúa a la derecha, junto a la pared que ni roza; Ana, en la izquierda, tiene la barra a eso que estira un brazo, pero ambos beberán solo agua. Ellos mismos explican por qué, que yo no voy a decir nada. Nada impide, eso sí, que el guitarrista se exponga en el abismo de la tarima, ametrallando con la guitarra al personal, y que la baterista sonría estoicamente mientras salta, brinca, azuza, sacude con ganas las piezas de su instrumento. Nadie puede con Los Retumbes, ni un lunes ni una resaca. Asaltan la banca de salida con "Tacaño" o "El timador del amor."

El público está un poco parado. La primera fila, abandonada. Se sacan fotos, se mueven cuellos, se sacuden perneras con mano izquierda o derecha y se aplaude y silba con ganas cuando termina la canción, pero el grueso central del bar, repleto, permanece quieto como las estacas que ponía Alpha para que los otros supieran donde empezaba la huerta de los Susurradores. "Es todo muy raro", dice Ana, y no solo se refiere a la luz. 

Van a empezar nueva instrumental, esta vez "Maracanuda" y la hacen en penumbra, porque se va la luz. Nos quedamos a ciegas pero ellos siguen tocando. Javi salta por la barra y no consigue que funcione la regleta, así que tira de plan B y antes de que terminen de tocar ya ha puesto un apaño estroboscópico y colorido que, sin embargo, no alumbra mucho. Al terminar, con coña, se echan la culpa entre ellos: "Yo no he hecho nada," dice Ana, bajando los hombros y subiendo las baquetas. Pero Andrés se seca con la toalla mientras murmura: "Luego nos lo descuentas del caché, Javi."

El rollo es que si ya ven poco con los antifaces, con el crepúsculo, peor. En un descanso, mientras recupera su ya famosa toalla naranja, Andrés resume: "Para no ver nada, ni tan mal." Le da igual. Luego, en "A retumba abierta," tercera instrumental del día, se le irá un dedo, pero no le perturbará: barbilla alta y mira al público como diciendo, he sido yo y qué. 

Que da igual, siguen camino, con la clásica inamovible de "Surfing Fukushima" y "Cansado de esperar" y entre medias "Tatuaje de mierda" y luego un par de hits que pasan casi desapercibidos como "Las camisetas de los Ramones" o "Eres idiota." Antes de "La música moderna," que es una mierda, viene "Alienígenas ancestrales," pero Andrés ni mienta a Rosalía ni a Tsoukalos y se lanzan a por la cuarta instrumental del día "Retumbe a go-go" y una "Señores mayores" que sí saca algún pasodoble de las hieráticas caderas y hay gente que se mira entre ellos con comprensión, la misma que sale cuando se cruzan miradas durante el estribillo tarareado de "Eres idiota." Psicología de categoría, y encima gratis y bailable. Además, con la última que he mencionado, Andrés si se explaya en el prólogo, con aquello ya acuñado de que él si cree que hay tribus urbanas hoy en día y que los punks del momento son los jubilados. Ya van sin cadena cuando atacan "Cuñado" y Ana no quiere freno pero sí fuzz y lo pide antes de "Frenesí Fuzz," y lo que no le dan es dolor cuando cantan "Tú me das dolor."

Estamos llegando a la cuesta abajo. "Culpable" no parece anunciarlo, pero antes de que empiecen con "Retumbe Rock," alguien grita a mi vera: "¡Otra lenta!", pero no lo oyen, y lo que sí oímos son los sonidos deglutidos del infierno cuando Andi se merienda el micro en el estribillo de "Más meneo," una de las innovaciones del día, que le da aún más enjundia y troglodismo a una canción de por sí arrebatada que, sin embargo, no consigue arrancar estacas. Yo, al menos, me sacudo el postureo lo que puedo. 

Parece que hemos terminado, pero no se andan con zarandajas: "Yo de aquí no bajo que ya estoy mayor," dice Andrés. Ana está, sin embargo, desatada. Antes gritó: "¡Hoy se muere aquí, no vale parar!" Después, acabará bailando en el bosque de estacas, pasando de vuelta junto al móvil que la graba y a cuya pantalla grita con fina ironía: "¡Hoy ha nacido una estrella!" Luego, más relajada, apostillará: "Y de la misma murió." Fugaz. Aun tienen gas para otra instrumental, "El pepinazo," y terminar con un final habitual pero no por ello falto de vigor, que dedican a su ciudad: "Montañas de Lindano."

Es un día especial, sin embargo. Víspera de fiesta, remate de otra más pagana. Alargan un poco la tocada, lo que asusta- a Javi, quien aprovecha que Andrés anda explicándonos el papel de Pablo Carbonell en el doblaje de la película Las aventuras de Ford Fairlane (y viene a cuento porque Toreros Muertos toca ese mismo día en la Herriko Plaza) para preguntarle a Ana que cuánto se van a alargar: "¡Seis minutos!", le contesta a pulmón. Ana casi no se da cuenta de que la guitarra ya anuncia "Puto mosquito," la última instrumental del día, que hacía tiempo que no tocaban. Tampoco tocan habitualmente "Soy un animal," que recuperan para la ocasión porque les encanta hacer el mal. Y, por supuesto, hay más. Como en las grandes ocasiones, se recupera la canción protesta, el himno maldito, el hit sin grabar, va "En el parque de Los Hermanos," pero con novedades que la mejoran. Ana la toca con maracas y bajan un poco el ritmo. Lo bajan mucho en un intervalo de la canción que aprovecha Andrés para improvisar y actualizar el paisaje que caracteriza a la letra, incluyendo una rima que alumbra sonrisas porque el tío es capaz de rimar pipican con "a mí no me la dan," igual que le decía el que estuvo de oyente en el espacio, Raúl Cimas, a Javier Cansado sobre los dentistas reptilianos. 

Colofón perfecto para una noche de estrellas fugaces.

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