Diez y subiendo: Una historia breve del festival Rock'n'Tegi y algo más


 

Este año cumplen diez. La primera edición fue en 2012. Si echas cuentas, te salen más, sí. Sin embargo, piénsalo: por el medio, hubo dos años que se quedaron vacíos, en blanco. Más bien, nos quedamos en casa. En 2020 y en 2021, lo sabemos todos, el mundo, más o menos, se detuvo en seco. No hubo ediciones del Rock'n'tegi y, por eso, ahora, en 2023, es cuando dan los números: diez años disfrutando de música en el barrio de Rontegi. Es fácil decirlo, pero no tanto hacerlo. Nosotros nos hemos querido sumar a las celebraciones de la única forma que sabemos: echando la vista atrás, haciéndonos eco. 

Aquí va, por lo tanto, un pequeño pero detallado repaso de lo que ha sido, al menos, en parte, la historia completa de estas diez ediciones del Rock'n'tegi. Que, sí, ahora mismo te pongo el contexto. 

Porque, posiblemente, antes de que pasemos a dar más detalles, convenga ser ordenado y aclararse. Rock'n'tegi es un pequeño festival, lo podríamos llamar así (Arrontegiko Jaiak Fest, dicen ellos) que se realiza cada tercer fin de semana de septiembre, siempre al abrigo de las fiestas populares, en el barrio de Rontegi, en Barakaldo, a un costado del puente del mismo nombre, si lo buscas desde fuera. Con aire aún a territorio obrero, de calles angostas y en cuesta, que se cruzan de dos zancadas y sin buscar el paso de peatones, con vecinos veteranos de los tiempos del hollín y las sirenas de los turnos en la fábrica y una nueva ola de inmigrantes que renuevan la interculturalidad en el barrio. No esperes encontrarte, en este festival, publicidad de zapatillas deportivas, la bebida proporcionada por alguna compañía con anuncios en televisión, ni que te exijan cambiar dinero por una pulsera cashless. Aquí no hay anglicismos. Lo más retorcido puede ser el diseño de las camisetas de las cuadrillas. Hablamos de una actividad más dentro de un programa festivo que se distingue por las propuestas más clásicas (concursos gastronómicos, comidas populares, bajada de goitiberas, verbenas, castillos hinchables, toro de fuego...), pero, sobre todo, por el ambiente de comunidad, la apropiación del espacio público, el ambiente de festividad que, de alguna manera, reivindica lo popular, la autogestión, lo público y colectivo como identidad de barrio. Me he puesto intenso, lo sé. Sin tanta solemnidad, probablemente, pero eso, más o menos, creo yo, es lo que alimenta la celebración en el barrio de Rontegi cada mes de septiembre, como seguro que es lo que se festeja en la mayoría, si no en todos, los barrios de esta ciudad como en los de cualquier otra. 

Nos reunimos con Mikel Fernández y Javi Salas "Javito", organizadores del Rock'n'tegi, quienes nos ayudan a ponerle orden y sentido a estos diez años. Mikel, responsable del facezine Rock Attitude, de los podcasts con el mismo nombre y miembro fundador de Farras Bizarras, es vecino del barrio y prácticamente desde el inicio uno de los responsables del festival. Él sitúa el comienzo de su colaboración por 2013, aunque nos aclara que "yo no soy de la comisión de fiestas, solo les ayudo ese día a montar el concierto". Por el contrario, Javito, también vecino, sí está involucrado en la organización general de los tres días de fiesta. Puntualmente, cuentan con la colaboración desinteresada de otras personas, como Vicky Ripa, pero el grupo de trabajo es pequeño y entre los tres se las arreglan para que funcione: "mi curro empieza un par de meses antes buscando bandas que puedan encajar en el barrio, tanto musical como económicamente. También diseño el cartel del concierto, preparo el catering de las bandas, donde mi mujer Vicky siempre me ayuida a que todo esté en orden y no les falte nada a las bandas. También suelo recibir a las bandas el día del bolo y estoy pendiente de cualquier cosa que necesiten", nos cuenta Mikel. De paso, nos ha hecho un listado de las ocupaciones y necesidades que se tienen durante ese día. A todo esto, habría que sumar otras labores, desde el equipo de sonido a la pequeña txozna que organiza la comisión. Así, con esfuerzo y dedicación, espíritu hazlo tú mismo y el acento puesto en agasajar a las bandas que visitan el barrio, han alcanzado ya los diez años de existencia. 

Ahora, los repasamos, uno por uno. Por cambiar, lo hacemos ordenadamente y empezando desde el principio:

La primera edición tuvo lugar en 2012. Aún no se llamaba Rock'n'tegi, nombre cuyo origen aclararemos luego. Por entonces, se llamaba Errontegi Rock, que ni tan siquiera se había decidido aún que el nombre del barrio, en euskera, debía empezar por "a" y no por "e", como ocurre hoy en día. No eran ni fiestas oficialmente. La comisión se inventó una argucia para poder hacer algo: "hubo que llamarlas Udazken Jaiak", nos cuenta Javito. Definitivamente, las fiestas se recuperarán un año más tarde, pero ya en este de 2012, no se pueden resistir las ganas de recuperar el ambiente festivo en septiembre. La plaza de San Luis, que siempre ha sido y sigue siendo el escenario principal del barrio, acoge este primer concierto que se convierte, sin saberlo, en el germen de lo que irá creciendo con firmeza en los próximos años. En el cartel, se anunciaban los bolos de Los Guilty's, Norte Apache, Herri Oihua y Rock Alcohol. Sin embargo, los segundos de la lista se caen del cartel por causas personales, y, en su lugar, a última hora, llegan Kriminal Forceps, por mediación de Txarly Zona Residual. Destacaba, visto desde aquí, la variedad, ya que el elenco de bandas elevaba la propuesta en diversidad, yendo del rock and roll más clásico al rap con acento local.

Hay algo más señalado que ocurre en esta edición, aunque sucede ya con las fiestas vencidas. Y es que es entonces cuando a Luis María Reyes, alias "Txulo" ("quien a la postre sería txupinero en 2014", nos cuenta Javito) se le ocurre el nombre de Rock'n'tegi, jugando con una combinación acertada entre el género, rock'n'roll, y el barrio, Rontegi. Así que, en 2013, se utiliza esa etiqueta por primera vez. En aquella edición, cuatro bandas se reúnen en la Plaza de San Luis, igual que el año anterior, e igual que entonces vuelven a moverse entre márgenes distantes dentro de esa territorio salvaje al que llamamos música popular. Se va desde el punk-pop de Nasti de Plasti hasta el hip hop y el rap de Norte Apache, quienes se quitan la espina de su ausencia en la edición anterior. Les acompañan los portugalujos 4 tragos e Isiltasunaren Oihua, quienes, como nos explica Javito, "no tenían ni logotipo, les pusimos esto nosotros", y nos apunta al dibujo que acompaña al nombre de la banda en el cartel. Un cartel que diseñó David, del estudio de tatuajes Jolly Roger, nos cuenta Javito. En esta edición, por cierto, se comenzó una tradición que prorrogarían durante más años: grabar un disco con el audio del directo que se regalaba después a las bandas participantes.

 


En 2014, se repite nombre y formato: cuatro bandas, reunidas en un único día y en el mismo sitio, la plaza de San Luis, desde donde, hoy en día, se ve cómo se empina el terreno hacia el Argalario, quebrado por una autovía que nunca descansa y el hormigón armado del barrio de Gurutzeta. En esta ocasión, todas las bandas son de Barakaldo, o, al menos, uno de sus miembros vive en la ciudad. Alguno es hasta socio del equipo de fútbol. Esta vez, no hay tanta variedad, y el cartel distingue una querencia por el rock and roll más urbano y de factura clásica, lo que no sorprende, porque el alegato ya va instalado en el nombre del evento por segundo año consecutivo. Alguna de esas bandas, por supuesto, que no todo son líneas rectas, se salta los designios del género y se acercan al punk o a donde les dé la gana. Abrieron los locales Colajets, a punto, ahora, de sacar nuevo disco, y terminaron la velada Varapalo. Por el medio, subieron Tiparrakers y Deskuadre, quienes, por cierto, tuvieron a bien acordarse de Juan Carlos Lera, guitarrista de Parabellum, quien había fallecido solo unos días antes del concierto. 

 

 

La edición de 2015 reunía a La Kontra, que abrieron bolo, con Calcetines y Cachetes, que cerraron.  Los primeros rememoraban las raíces del punk-rock en la ciudad; los segundos hicieron gala de su falta de vergüenza y su sentido del humor. No parecían tener mucho en común, pero los dos grupos se combinaron para que, en la primera edición con solo dos bandas en el cartel, no se echara de menos la reducción en número. Por cierto, esta edición terminó antes de tiempo. Aunque fuera, eso sí, durante la última canción del segundo turno, el cierre fue abrupto e inesperado. En ese colofón final, ocurrió lo que nos recuerda Javito: "en pleno apogeo de la última canción, una mano inocente sale de una ventana y lanza un huevo que cae sobre la mesa de sonido". El concierto termina ahí. Le pregunto a Javito si, con el tiempo (han pasado ocho años), averiguó quién era el dueño o dueña  de esa mano. Con calma, y sonriendo, me contesta: "Mejor no saber". Por primera vez, como hemos dicho, Mikel y Javito deciden que con dos bandas es suficiente y esta tendencia se hará definitiva de aquí en adelante. 



Un año más tarde, en 2016, la edición se caracteriza por algo que ahora convertiremos en anécdota pero que, en su momento, debió ser un auténtico quebradero para los organizadores. Y es que los protagonistas de aquella edición deberían haber sido otros. Nos explica Javito que, teniendo ya cerrado un cartel con M.C.D. y Manifa, se van de vacaciones con los deberes hechos y sin preocupaciones. Sin embargo, repentinamente, todo se tuerce en pleno periodo estival. Las dos bandas apalabradas sufren bajas que les obligan a renunciar al acuerdo. En un abrir y cerrar de ojos, Mikel y Javito consiguen cerra un nuevo cartel, y no es peor que el que ya estuvo cerrado. Vuelven a acercarse al origen del punk-rock en Barakaldo, trayendo a los Distorsión, que dan un bolo plagado de grandes éxitos, como no podía ser de otra manera, y prolongado con los comentarios de su frontman, Josu. Para abrir, se invita a unos, por entonces, emergentes TurboFuckers (llevaban un año juntos, si no me confundo); hoy en día, ya están asentados como representantes del glam en la provincia. Mikel recuerda la botella de Jack Daniels que rulaba mientras cenaban los Distorsión y yo recuerdo a los TurboFuckers despidiéndose con su versión de Los Rotos y que los Distorsión se acordaron nuevamente de Lera en el aniversario de su fallecimiento. 



En 2017, Manifa se resarce del año anterior. Mena ya tiene la pierna sana, o lo que fuera, y los Manifa se suben al escenario de San Luis para dar uno de los bolos más recordados. Además, hasta el tiempo se puso de su parte: "llovió durante toda la tarde y milagrosamente el cielo se abrió a la hora de comenzar y no cayó ni una gota", recuerda Mikel. Para acompañarlos, salen primero al escenario los Gris Perla, en una gran acierto de los organizadores, que se apuntaron un buen tanto con los de Sestao. En un acto de fraternidad, Gris Perla se había reunido de nuevo para participar puntualmente en un concierto solidario que tuvo lugar en Sestao el 17 de junio, tratando de colaborar para reunir dinero que ayudara a los afectados por el incendio sucedido un tiempo antes en el número 80 de la Gran Vía de Sestao. Aprovechando, Javito se pone en contacto con Pedro de la Osa y, no sin trabajo, les convence para que alarguen un poco más su regreso y actúen en las fiestas de Rontegi. Para muchos de los asistentes, que fueron eso, muchos, fue como viajar en el tiempo. Cerraron con "Siempre gris" y alguno hasta se emocionó. Los organizadores, aún hoy en día, recalcan la buena predisposición de la banda. Además, dentro de las actividades del programa de fiestas de aquel año, Pedro de la Osa impartió una masterclass sobre reparación y mantenimiento de guitarras eléctricas, aprovechando que el guitarrista barakaldés, además de volver con Gris Perla, también se dedicaba al oficio en su propio taller. 

 

 

Revolta Permanent cierra la edición de 2018. Con origen en Herri Oihua y raíces en el barrio, donde alguno de ellos, nos cuentan, rapeaba a pie de calle en San Juan, Revolta Permanent, con Aitor Abio, ex Pi L.T., a las bases y teclados, devuelve el sonido del hip-hop al escenario de San Luis. Antes, como dice Javito, llegó "la verbena heavy" con los Unholy Covers, que demostraron pericia y, como siempre, mucho sentido del humor, y no solo por las vestimentas y pelucas. Los de Bermeo se recorrieron la herencia que va de Judas Priest a WASP y lo hicieron con ganas: "Los Unholy Covers tocaron como dos horas y no los bajó nadie del escenario, vamos, se bajaron ellos, y si los llegan a dejar, se suben a los tejados", contaron las crónicas de aquel concierto.

En 2019, me permito decir, el festival llega a su cenit. Al menos, si nos quedamos en lo más visible. En esa edición, forman el elenco Escuela de Odio y Hamlet. Ambas bandas se muestran receptivas y aceptan ajustarse a las medidas y posibilidades del barrio, hasta el punto de que Hamlet retrasa un bolo que tenían en la sala Mendigo (por entonces, qué tiempos, aún abierta en Barakaldo) hasta el mes de diciembre. Que estas dos bandas actúen en el barrio se consigue a través del barakaldés Álvaro Blanco, responsable de Wilma Producciones, y, por lo tanto, encargado de la gestión de los directos de estas dos bandas. En ese año, Blanco celebraba el aniversario de La Katrena, histórico bar de Barakaldo donde tantos conciertos se realizaron y que estaba en lo que hoy en día es el pasadizo que une la calle Arrandi con la plaza de Los Fueros, es decir, que une el propio barrio de Rontegi con el centro, como si fuera una metáfora. Aunque muchos de los que nos reunimos allí aquella noche ni lo sabíamos, todos disfrutamos del compromiso y la cercanía de los asturianos Escuela de Odio, usando con conciencia de clase su hardcore afilado para unir la cuenca minera con la margen izquierda, Langreu con Barakaldo. Después, se subieron los de Hamlet, que no escatimaron ni un gramo de esfuerzo, sonando alto y rotundo. Como dice el propio Javito, este fue un concierto que, al final, "nos ha penalizado", ya que las expectativas quedaron muy altas y alguna banda con la que se negoció después pensó que los posibles de la comisión eran mayores de lo que, en realidad, eran. 

 


De todas formas, tampoco se pudo aprovechar la ola. En 2020, si se me permite la exageración, llegó el fin del mundo y no hubo edición ni fiestas populares. Un año más tarde, en 2021, las fiestas siguen en suspenso, aunque desde la comisión se organizan algunos actos puntuales. Al mismo tiempo, el ayuntamiento lanza la propuesta Udazkena Rock, un festival itinerante que, durante varios fines de semana consecutivos, lleva la música en directo a distintos barrios de la ciudad, siempre con bandas locales o con miembros empadronados aquí o con raíces en la anteiglesia. La jornada que le corresponde al barrio de Rontegi coincide con las fechas en las que debería haberse celebrado el Rock'n'tegi, así que, aunque ellos no lo cuenten en su historia de diez ediciones, al menos, ese año, escenario hubo en San Luis, y algo de música pudimos catar. Estaban anunciados Kadukaos y Puro Chile, pero solo actuaron los primeros. Una tromba de agua hizo que se contemplaran los riesgos y los segundos no llegaron a subirse. Sin embargo, como dice Javito, lo significativo de este año es que "fue el germen para lo que ocurrió en 2022 y lo que ocurrirá en 2023". Y es que, ahora, la jornada puntual del Udazkena Rock y la edición anual del Rock'n'tegi coinciden en un mismo fin de semana y, aunque mantengan su independencia, los carteles, de manera efectiva, han convergido y se han convertido en un único evento, volviéndose a multiplicar los participantes por dos. 

Así, en 2022, llega un doble bolo de punk a cargo del presupuesto de Rock'n'tegi, completado con los alaveses La Excavadora y con los santurtziarras Subversión X. Sin embargo, como ya he comentado, la oferta para esta jornada se completa con las bandas barakaldesas Los Men, Tío y EnRockecidos, como representantes del Udazkena Rock. Todos comparten escenario, pero no tiempo, porque el bolo de Subversión X termina antes de lo que debía. Para resumir lo que pasó, usamos las palabras del propio Mikel: "bronca particular y suspensión del concierto a mitad de la actuación". 

 

Para este 2023, la décima edición volverá a contar con cuatro bandas. Acordes Prohibidos e Indrid abrirán la sesión, en representación de la programación del Udazkena Rock, para completarse luego con las dos bandas que han gestionado este año la pareja detrás del Rock'n'tegi. Por un lado, podremos ver a  John Dealer & the Coconuts, banda guipuzcoana de rock and roll vertiginoso y rugoso que encandilaron en su bolo junto a Eh, Mertxe! en Bilbao. Y digo esto porque estuvimos allí y recordamos cómo vibró un Mikel que se apuntó su nombre para esta edición. Después, cerrarán la jornada unos clásicos del punk bien facturado, con tirón de público que esperamos convierta la la plaza de San Luis en un hervidero: Rat-zinger. No serán, por cierto, los únicos espectáculos musicales durante estos tres días de fiestas. Aunque seamos imparciales, en esta ocasión, cabe destacar la programación del 15000 Hops, bar especializado en cerveza y con buena música de fondo que, este año, convertirá la Calle Gipuzkoa en un pequeño rincón cultural: el sábado, con la actuación de Aupa Hi! y el domingo por la mañana con una pinchada organizada por el colectivo Farras Bizarras, que traerá al DJ Andi Sinclair, voz y guitarra en Los Retumbes, con su colorida colección de vinilo en horario de vermut. 


Le pregunto a Javito por el dinero, un tema que hemos querido evitar durante toda la entrevista, pero que ayuda a manifestar la solidez del proyecto. Lo tiene muy claro y casi se encoge de hombros cuando me contesta: "No buscamos el rendimiento económico". Me explica que tienen un presupuesto y se lo gastan: "Es una actividad más de las fiestas". Dice que "valoramos que haya gente" y que siempre ayuda que se consuma en la barra que acompaña al escenario, pero que "no es lo primordial". El esfuerzo, por lo tanto, es gratuito y solidario. Mikel, de alguna manera, corrobora esta perspectiva cuando me dice cómo le satisface pensar que "de alguna manera, aportamos algo a la escena musical local, organizando estos conciertos una vez al año, sin ningún ánimo de lucro, tratando siempre de hacerlo lo mejor posible y cuidando mucho el trato con las bandas".

Pensando en el futuro, Mikel me confirma que se lo ve al Rock'n'tegi, que la cosa durará: "Yo creo que sí. Estos conciertos de barrio en fiestas siempre mueven bastante gente". Así que aprovecho y les pregunto algo más subjetivo, personal. Javito me contesta a la primera cuando le pido que me diga una banda a la que le gustaría ver en San Luis: "Yo, por soñar, sueño con Su Ta Gar, pero por eso se llama sueño, ¿no?" Mikel dice que no tiene ninguna petición especial, aunque le gustaría que tocaran Parabellum, quizás una de las bandas más representativas de la localidad, y que, de pasada, también menciona Javito, así que coinciden los dos. Los dos, también, confirman que han intentado y que seguirán intentando que Porco Bravo actúe alguna vez en el barrio: "tarde o temprano, acabarán cayendo", dice Mikel. No es fácil. Hay que ajustar cachés y convencer a la gente de que merece la pena tocar en un escenario y participar en unas fiestas populares: "En su día tanteamos a Lendakaris Muertos, pero se nos iba de presupuesto, y el año pasado con Biznaga nos pasó algo parecido. Estaban caros para el presupuesto que manejamos". 

El presente está asegurado y hay futuro. Rock'n'tegi también, por supuesto, tiene un pasado y hemos creído que era necesario recordarlo en este año que celebra una fecha tan rutilante como su décimo cumpleaños. Un pasado que, además, si se me permite, llega más lejos de lo que hemos recopilado aquí. No vamos a viajar de vuelta hasta aquellos iniciáticos años 70, donde los programas de fiestas estaban repletos de verbenas y actuaciones de la Orquesta Municipal. Más que nada porque no tenemos fuerzas ni capacidad para rememorar toda la herencia musical dejada por charangas, verbenas, murgas, fanfarrias y orquestas que amenizaron aquellas primeras fiestas populares con sus bailes, alardes y chicharrillos. Sin embargo, sí que conviene volver a los noventa y recordar lo que ya se hizo antes. No tanto la visita de La Otxoa como aquellos dos conciertos en el 95 y el 96 que, en el programa, aparecían señalados como Festival de Rock o "concierto pa'la peña" (así, literal). Muchos, aunque éramos muy jóvenes, aún nos acordamos de un bolo que, con el paso del tiempo, se ha convertido en una especie de versión fabril de aquel concierto en el Lesser Free Trade Hall de Manchester, donde cuatro pelados fueron a ver a los Sex Pistols, pero hoy en día parece que fueron miles porque todo el mundo dice haber estado allí. Lo mismo pasó en aquella ocasión en la que Manolo Kabezabolo se presentó en la plaza de San Luis para hablarnos de gallinas preñadas, en un escenario orientado de manera distinta, que miraba para la calle Bizkaia, y donde también actuaron Trikitixa Kontrairo Taldea y los Mentes Enfermas, a quienes, precisamente, perdón por la digresión, recordamos de otro bolo inolvidable, lleno de sucedidos, en esa Katrena que celebraba cumpleaños en la edición de 2019. En esos años, también Utópolis y los ahora deseados Parabellum, según los programas de mano que la asamblea guarda con mimo en su archivo histórico, se subieron al escenario de San Luis. Pues mira, dentro de poco, entonces, se conmemorarán treinta años de aquello. ¿Puede haber mejor ocasión para que finalmente Parabellum vuelva al barrio? Lo que sí está claro es que, venga quién venga, la intención es que la música siga atronando en fiestas y las fiestas sigan haciendo barrio. El resto, en cualquier caso, es secundario y lo bailaremos igualmente. 

Como se grita el día del chupinazo, creo, que siempre me lo pierdo: "Gora Arrontegiko jaiak!" Dejándome llevar, añadiría: "Gora Rock'n'tegi Fest!". 

Comentarios