No más agua



En El Cuervo, público variopinto que incluía una cuadrilla de fiestas, todos con su colorida camiseta serigrafiada, otros amigos y amigas, conocidos y conocidas, algún niño y niña, a última hora un ex de la banda, y otros cuantos que aparecían por inercia o porque ya se oía la música desde fuera. 

La primera canción la cantan dos veces. El guitarrista solista rompe cuerda y aunque terminan la canción, la vuelven a interpretar entera. El parón se alarga y el vocalista intenta amenizarnos el silencio pero no es lo suyo. Lleva pinganillo y no oye lo que le dicen y él mismo confiesa que lo suyo no es el chiste y la conversación ligera. La cuerda se arregla y escuchamos otra vez la canción. 

Hacen un bolo sobrio y medido, sin altibajos (porque no hay ni altos ni bajos), terminándolo de manera clásica, con presentación de la banda en el puente de la última canción. Creo que hay material nuevo en el repertorio. Bueno, creo, no; lo sé. Ellos mismos lo anuncian, al menos cuando tocan una, que creo que se titula "Cara o cruz", y que terminan con un buen colofón. También dicen que están a punto de grabar. Será su cuarto trabajo cuando aparezca.

Después de "Sonrisa letal" piden cerveza a la barra e Itxaso, la camarera, se alegra: "¡Bien, no más agua!" Uno entre el público parece preocupado por lo mismo, que el agua se les habrá quedado caliente, creo que dice. Poco después al cantante se le olvidará parte de una letra y terminará con el asunto: "No me volváis a dejar beber agua, por favor." 

Después de tocar "Marsie" anuncian un "regalito" y es el "Psycho Killer" de Talking Heads. La verdad es que la llevan muy bien a su terreno, como suelen decir en las revistas. Viajan al pasado para recuperar "Tan ricos" y el batería, que es el más empeñado en eso de la actitud, pone el puño enguantado en el techo y toca a rebato.

Rock. Así, con una sola letra. Del que tocaban Tequila y todos estos. En castellano, con letras que penetran en los clichés y tropos más habituales en el género. Un montón de solos que a veces anuncia el vocalista, quien incluso los disfruta de rodillas, y estribillos que se cantan con el puño prieto y los ojos cerrados. Bien en la ejecución, con un sonido limpio y equilibrado, se repasaron sus tres trabajos anteriores y el nuevo que queda pendiente. Un diente casi pierdo una vez en un pogo, el mismo que creía tener entumecido, desde aquella ocasión en la que me zampé media docena de Colajets seguidos. Y el chiste, que no viene a cuento y no voy a explicarlo, solo me sirve para decir el nombre del grupo por fin y ponerlo en negrita. 

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