Carmen, vámonos de bares


 

Era Simon Reynolds, ¿no? Si no era él, era el otro Simon, Frith, o alguno de estos escritores anglosajones que advierten de la trascendencia de escuchar música. Pero yo creo que era el primero, Reynolds (le pones una coronita encima de la "e" y se hace equipo de ciclismo de los ochenta), el que hablaba de la desgracia y lo enfermizo que era el peso que tenía el pasado en la música contemporánea. Siempre mirando por el retrovisor, siempre abordo del crucero de la nostalgia, siempre con la capa de la melancolía, volando hacia el pretérito. Bueno, tampoco es para tanto, Mr Reynolds, creo yo, pero mi opinión de poco vale. También hay un problema en el otro extremo, que las cosas envejecen tan rápido que ya nadie sabe dónde andan las estrellas del verano de 2019. ¿Qué fue de El Guincho?

Respuesta, que me adelanto: sí, lo sé, trabajando con Rosalía. 

Pero a lo que iba: yo que voy camino ya de empapuzarme de ello, me he propuesto no caer en la nostalgia. Ya tiene uno bastante con la hipocondría y la brecha generacional, cada vez más amplia, que ni la falla de San Andrés cuando revienta, y no apetece caer en la lágrima y el lamento y el cualquier tiempo pasado nos parece mejor, que decía Karina. Aunque sea verdad. Porque qué tiempos aquellos, ¿verdad? Aquellos veranos que vivíamos encerrados en El Tubo, que bajábamos por Juan de Garay viendo como una nube de polvo al fondo, y no era otra cosa que el tumulto de gente en El Cuervo, que hasta tuvimos concierto en un Kebab, que íbamos de bolo en hora del vermú, que se hacían barbacoas en una esquina del campo de fútbol, que hasta el Limo puso una txozna, que lo que decía otro y no era Karina ni Simon Reynolds, si no Jaime Urrutia: bares qué lugares. Tan gratos para el rock letal. Lo ponía en la puerta: "Musika bidea da". Y por una semana creábamos (en primera persona del plural, qué bonito) nuestro propio festival. Nada de subirse al monte en autobús discrecional, nada de pulseras, katxis a ocho euros y el olor a desinfectante concentrado de los baños portátiles. Era el FestiBar. Un festival no ya de andar por casa, si no de andar de bar en bar. Pero lo he dicho y aunque no lo he hecho, ahora sí que cumplo lo prometido: no vamos a mirar para atrás. 

No son buenos años. El cierre del Mendigo ha sido como la puntilla. La pandemia nos quitó El Tubo. Donde hubo, ya queda poco. Pero algo queda. Y como todos los años en las fiestas del Carmen, hay sitio y hay espacio, aunque sea reducido y limitado, para esa oferta alternativa de música en directo que tanto añorábamos en el párrafo anterior. Yo no lo llamaría FestiBar, pero es que igual no hace falta que vuelva el FestiBar y puede haber cosas mejores en el futuro. Por ahora, en el presente, digo yo, que no soy presidente, ni vidente, ni evidentemente alguien con una mente preclara, solo un juntaletras que no sabe por dónde le da al aire pero que se las arregla para parecer que sabe, pues, por ahora, en el presente, digo yo, que por lo menos podemos disfrutar de lo que tenemos y apoyar a los que siguen intentándolo, aunque nos parezca que ya no es como antes, que se nos va a quedar el cuello luxado de tanto mirar para la retaguardia. 

Que si quieres tienes a dónde ir. Por ejemplo... Más allá de la oferta oficial, ya sea en la plaza o en el recinto de txoznas, que eso lo puedes mirar hasta en el programa de fiestas, de mientras, antes o después, puedes acercarte a otros lugares y apoyar la escena local y más allá. Te cuento lo que sé que probablemente no lo sepa todo y si alguien quiere que le incluya en esta lista, como hacíamos antes (no habrá cartel, eso sí, el FestiBar sigue allí, varado), lo haré:

El primer sábado de fiestas, 15 de julio, puedes acercarte a El Cuervo para ver en directo a Kruela. Al día siguiente, en el escenario que montan los bares Eguzki, Dantzari y La Palen en la calle San Antolín, se subirán los de Havana 537. Y en el Sugoi, Aupa Hi! y Replikantes, banda, esta última, que, si no me confundo, también abrirá fiestas, más bien per-fiestas, hoy mismo 14 de julio en el Hogar Navarro. Ya entre semana, el lunes tenemos, también en San Antolín (lo que antes era un callejón, junto a lo que se siguen llamando las escaleras del Eguzki), a Menta. Un día después, martes 18 de julio, tienes en el mismo sitio a Deborah Riff. El miércoles 19 de julio, programa El Cuervo de nuevo, trayéndonos a los Motosierra Diésel desde Gasteiz. El día grande, en este contexto, es un jueves petado de bolos con la guinda de los Lendakaris Muertos en el parque de Los Hermanos dentro del programa oficial. Antes, en El Cuervo tienes a Txarly Usher y Los Ejemplares, y en el escenario de San Antolín a Ibai García Blues Project, el nuevo proyecto del guitarrista solista de Lomoken Hoboken, y jugando en casa. Pero si con esto no tenías suficiente, gente con ganas de marcha y de hacer las cosas por su cuenta y sin chorradas, se han montado un festival kallejero, así lo llaman, junto a la txozna Berri Otxoak. Comenzará a las 7 de la tarde y cuentan en el listado con gente ya curtida, como Tiparrakers (única gala veraniega), Barre Ikara (sonido Matadero), los renovados Sweaty Lovers, más Toxic Rockets, Ostrich Wedding y T.E.T.A. Habrá, probablemente, resaca el viernes 21, y algo de tinnitus, pero quedarán ganas de ver en directo a Colajets en El Cuervo o a Meibi y los Vietnamitas Blancos en el escenario de los bares Eguzki, Dantzari y La Palen. Hay una tercera opción, porque, en el Bar Sollube, ese mismo día, compartirán escenario Txapajo y Hombre Normal. El segundo fin de semana aún nos quedará un bolo, los recomendables Últimas voluntades en El Cuervo.

Te lo he puesto por días, si tuviera más te lo ponía también por bares. Tampoco procede que me ponga tan exquisito y detallado como lo hacía antes, ay, antes, qué bonitos los adverbios de tiempo. El tiempo pasa, sí. Y es una putada, a veces. Pero no nos vamos a quedar sentados en el sofá oyendo la voz de Santiago Segura en off mientras vemos imágenes del archivo histórico de RTVE, ¿no? Estas fiestas vuelven los Distorsión al Parque de Los Hermanos. Si eso es posible, después de tanto tiempo y tanto, cualquier cosa es posible. 

No voy a gritar que viva el FestiBar, pero sí que "musika bidea da eta tabernetan gertatzen dela". Pala, a jugar a pala, Simon.

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