Sin pániko a la farra de un Gobierno bizarro


Los gañanes y gañanas que hoy hacen esto de Farras Bizarras y mañana lo mismo te cocinan garrapiñadas han decidido llamarlo volumen 1. La primera conclusión que sacas del numeral es que habrá o quieren que haya volumen 2. Iniciar una serie tiene que ser como hacer puenting: te tiras al vacío y confías en que, como mucho, rozarás el fondo. Pues que les vaya bonito y que ojalá se perpetúe tanto en el tiempo que cuando un día tengamos que volver al origen (a este vol. 1 o al vol. 0, que existió, incluso antes de que existieran las propias Farras Bizarras, y de él hablamos aquí también) tengamos que recurrir a espeleólogos y arqueólogos para encontrar la raíz.

Desde Madrid llegaron los de El Gobierno y de más cerca se trajeron a los Paniks para celebrar este vol. 1 de Farras Bizarras en un Mendigo Aretoa engalanado para la ocasión, con buena entrada que superaba ampliamente los dos tercios de aforo y otros muchos tercios se bebieron, que había gente de Madrid con sed que pedía así los botellines, ya sabes. 

Hubo buen rollo, buena música, todo bien, todo bueno, vaya eso por delante, y así ya sabéis de qué pie va a cojear el resto de la crónica que empieza aquí y ahora:


Posiblemente no debería decir esto...

... pero se vinieron sin ensayar. La prueba de sonido, que empezó más tarde de lo establecido porque el batería llegó resoplando de otras obligaciones más serias, fue su ensayo. Posiblemente no debería decir esto.... pero la lista de canciones para el evento era la misma que la que pensaron para su anterior bolo en el Mendigo, el de su aniversario. Simplemente, le pusieron tres equis con rotulador a alguno de los títulos y así hicieron más corto el repertorio. Sin complicaciones ni contemplaciones. Posiblemente no debería decir esto pero, por cosas como esas, los Paniks son los putos Paniks y no son un mito ni una leyenda ni un grupo de culto, ocultos en una cueva esperando a que te acerques para vociferarte a la oreja, no, pero sí que son una banda con cuajo y oficio, bien engrasada, con canciones rotundas y poliédricas (nunca había usado este adjetivo con ellos, creo, pero es que ya me estoy quedando sin sinónimos y variaciones), algunas propias y otras versiones de ajenos, que son capaces de tocar en directo con más emoción y furia si cabe y revolverte las vísceras con su profusión de ritmos primitivos y atávicos (que son dos adjetivos que he usado ya tantas veces con ellos que si no los uso una vez más exploto). 


Photo by Dena Flows. El encantador de parches. 

De inicio, "Johnny", que es ya casi tradición, y poco después "Avispa", zumbando el vuelo largo de las sílabas en el estribillo, mientras Zala rasga la parte de abajo del mástil y Patxi tiene que subir el hombro izquierdo para terminar los golpes. Va "Maribel", que estuvo, y otras que entran como aguardiente en cápsulas. En "Blue Moon", se destapan. En esa canción, cabe un universo entero. El misterio de cada uno de ellos. Rapta el ritmo y terminan ululándole a la luna hasta que la bruma se despeja sobre el descampado. Encima, la encadenan con la locura extrema de "We Were 7" y hasta el ninja hinchable cobra vida y se encarama sobre el escenario. No se para, que llegan aleluyas: "Camposanto", su versión de Dead Moon, "Sobre mi tumba" y esa "Colecciono huesos" donde son ellos mismos los que lo gritan, "¡dame rock and roll primitivo!" Se acaloraba Rioja con sus alaridos ancestrales, como si quisiera tragarse todo el aire viciado del local. Tanto que se tragó las frases, y después del dolorido "vamos a un concierto" se zampó la referencia a Jack Oblivian que "viene a la ciudad". Da igual, la onomatopeya le sale de la entraña, se apaña, nadie se entera y salta el confeti y se espesa la felicidad. Momento cumbre con el fuego que le sacan a la lumbre de los Reigning Sound: la melodía de "Drowning (Ahogo)" es como una nana para la tarasca, que también los monstruos tienen corazón. Se les ve disfrutar. David paladea el coro. Rioja rompe cuerda y desafina, pero hasta eso queda bien. Patxi aprieta y termina la canción en la gloria. 


Photo by Dena Flows. Zala con bottleneck

Todo queda en familia. Pasan de Greg Cartwright a, esta vez sí, los Oblivians y coagulan el delirio con su versión del "Ride that Train". "Coge ese tren" y la peña obedece, y se dejan llevar por el traqueteo nervioso. Todo se elevará hasta el clímax en el doblete final: "Back to Nature" y "Alvarez Kelly". La última, con digresiones de cuerda, los pies sobre el bombo, el bajo que repica mientras las guitarras se encabritan. Al final, Rioja deja caer el instrumento al suelo, como si fuera un rito de sacrificio. La pisa levemente y se da media vuelta, dejando de huella la saturación. Posiblemente no debería haber dicho nada de esto para no estropear el recuerdo que quedó allí como elevado, encrespado en el acople.  


Photo by Dena Flows. Duelo entre pistoleros. 


Una banda para gobernarlos a todos

A mí desde abajo me pareció que se subieron con ganas, desmelenados a pesar de que el batería está rapado y los otros dos vestían gorras belfast o lo que fuera. A mí me olía a promesa, a que subían con ganas de dar caña, escalar la cucaña, hacer saña, (tengo más), agitar la maraña de patrones y excitaciones que caben dentro de esa etiqueta llamada rock que es como un abrigo que te queda grande pero qué más da si abriga. Y es que los de El Gobierno se pasean por las laderas del rock, hacen cumbre en el soul, ven el valle del punk, se bañan en el arroyo del blues y todo esto lo hacen en una caminata a paso ligero, sin brújula ni mapa, sin perderse ni dar rodeos, creando, al tiempo, un paisaje tan inspirador que no puedes evitar levitar, dejarte gobernar por su música.

Me quedé a gustó. Pero así lo recuerdo. Que con ganas y gorras empezaron y descamisados terminaron, al menos Guillermo Casanova, quien consiguió que su Rickenbacker sonara tan bella como se ve la explosión estelar de una supernova. El guitarrista y cantante terminó enseñando testera y camiseta de los Meanies. Al contrario, David, al bajo (los dos bajistas de la noche compartieron nombre y no fue la única coincidencia entre ambas bandas, William Holden, que luego lo cuento), a pesar de genuflexionarse y esgrimir su bajo con elegancia, ni arrugó su chamarra. El batería, por su parte, ya partía en manga corta y enseñando otra parte del rizoma musical de esta banda, que su camiseta de los Minutemen podía indicar cómo este Gobierno puede ir del punk de California al rock de Carabanchel sin necesidad de decretos ni mociones de censura. 


Photo by Dena Flows. Prestidigitando felicidad. 


Mezclaron inglés y español, volviendo a la discografía del principio, cuando se llamaban The Government y llegado a la más actual. Por ejemplo, se lucieron con aquel "Let Her Go" que estaba en Vote Me Tender, encrespada sobre esa línea del bajo que doma y embravece al mismo tiempo. Cayeron otras, pero, por compensar, apuntamos una más en inglés que tocaron al final. "As William Holden" funcionó, además de por tratarse de dos minutos de belleza destilada en estribillos que se enredan, porque creó otra conexión con la banda anterior, que el actor de Illinois era Alvarez Kelly, llevándose, por lo tanto, protagonismo en los colofones de ambas bandas, quién le iba a decir. 

En el cogollo, se repasaron, sobre todo, su último trabajo, ese Rollo desarrollo con el que montaron un buen pollo en el Mendigo. "Por tu bien", empezada con la guitarras sobre el mascarón de proa y luego cantada y tocada a toda ostia. Las melodías retumban, la risa se enriza, Guillermo sube la pierna y sus dedos se pasean por el mástil como dibujando arabescos. "Un rato", al principio. Y dos cañonazos por el medio, "Marca roja" y "Punk para listos". Alguna no la supe situar. No sé si eran nuevas o viejas que yo no conocía, pero destacó, sobre todo, una "Es fácil el mal" que empezaba con pauta de rock and roll clásico para luego viajar donde le daba la gana, perfilando un mapa musical lleno de luz y de misterio.


Photo by Dena Flows. Si supiéramos qué ven...

No habían tocado mucho por aquí pero probablemente se cansen de hacerlo si es que somos listos y tomamos nota. La lección debería ser para caer en el examen, porque siempre está bien que te enseñen que el virtuosismo (llámale simplemente tocar mucho y bien, si quieres) pueda encajar perfectamente con la actitud y el brío que siempre le exigimos a los directos auténticos. Podías marearte si te fijabas en sus dedos, trazando pictogramas por los trastes. Más que marearte, embrujaban, y como prueba, los cinco párrafos que he escrito. 


Por haber hubo de todo. Hasta un concurso, creo, que me lo perdí por el vicio de fumar en espacios abiertos. Hubo fiesta antes, durante y luego, según se cuenta. Hubo mucha gente buena a la que se vio abrazarse, incluso con desconocidos. Hubo brindis y promesas. Hubo lo que hubo y sobre todo tuvieron que prometer que habría más. Las promesas son para cumplirlas y, en este caso, hubo farra y fue bizarra, así que... aprobado general cum laude. 

Por cierto, es obligado que termine con mención, porque me ha permitido decorar con su talento este escrito. Un honor que el regreso a la primera línea de alguien tan indispensable e insustituible como el fotógrafo Dena Flows tuviera lugar en el estreno de Farras Bizarras. Visita sus galerías si quieres disfrutar de este bolo y de cientos, miles de otros. Estas fotografías que me ha prestado, si no me equivoco, están única y exclusivamente aquí, toma ya. Creo que más alto ya no podré llegar. 



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