Bremen, Bucarest, Bilbao


Fuimos a esto, el viernes pasado. Dos fines de semana seguidos cogiendo el metro para ir a la capital, ya ni me acordaba. Esta vez, con algo más de pereza, que se barruntaba cantidad (de gente, me refiero) y hasta rejuvenecimiento (y sin cirugía). Pero era obligado (casi) acompañar a Campamento Rumano y estrenarnos, al fin, con Biznaga, que, como ellos mismos se encargaron de decir, ya habían estado seis veces en la ciudad con anterioridad y en ninguna tuvimos la oportunidad de asistir. 

Insistir suele ser bueno, pero también puedes acabar cansando. Lo digo porque ya me he leído cuatro o cinco crónicas del concierto por ahí, que siempre somos los últimos en llegar, y se han ido un poco las ganas de dejarlo escrito porque admito que sospecho que mucho de lo que diga ya habrá sido dicho. El lado bueno es que, con suerte, la falta de ganas hará que esto salga más corto de lo que suele salirme y eso que ganamos todos. 

Me dejo de rollos y paso al meollo. Los primeros fueron Campamento Rumano y lo vamos a hacer así. Voy a hacer una lista del uno al trece y en esos trece microtextos diré todo lo que creo que tengo que decir. Como tardarás menos de un minuto en leer cada una de ellas, me imagino, me aseguro que triunfo y les gano, que lo hago más rápido de lo que ellos tardaron en despacharse su concierto:


Foto by Asesino el Rock&Roll. Y así durante 14 minutos. 


1. Aburrido, por la tarde, después de pillar la entrada por internet y abonar la tarifa anticipada (más euro y medio en gastos de gestión, que gestionar, cansa y cuesta), le mando un whatsapp a Kañon, el bajista, con la ilusión de poderle tocar un poco los huevos: "13'5 tirados a la basura" y le adjunto una captura de la entrada. Me contesta con su fino sentido del humor: "Justo lo que tardamos en hacer el repertorio".

2. Pero, al final, rozan los catorce minutos, que hasta los Biznaga se lo echarán luego en cara, llamándoles con sorna mentirosos, porque dijeron que iban a tocar 12 minutos y al final fueron 14.

3. El repertorio es el mismo que hace unas semanas cuando se subieron al escenario en Barakaldo en compañía de los Nuevo Catecismo Católico. Por cierto, que algún NCC ya andaba por allí, que le están cogiendo gusto a los Campamento ahora que son más rockones de lo que les gustaría ser.

4. Se damasquinan en polietileno, bien prieto con cinta adhesiva gris. La verde la usan para colorear, aunque alguno se la coloca en las piernas que parece que abrazan la Kineseología. Cruces verdes para cuatro de ellos, al quinto, le toca lo que parece una estrella de David. En fin, que muy guapos.

5. Enduras sale primero, solo, como con brío pero algo nervioso y nos intenta azuzar, en una extraña mezcla entre castellano e inglés que funciona a medias.

6. Enduras es el protagonista de la noche, porque está inspirado en el baile y el hostigamiento de masas. Hasta se agarra el pie de micro y lo rula del público a sus compañeros invitando al sing along, solo que falta el micro en sí, que sigue en posesión de Vito.


Foto by Asesino el Rock&Roll. Enduras y sus posturas. 

7. Madre mía cómo ha crecido la niña, qué alta se ha puesto, quién la ha visto y quién la ve. Es una pasada lo que pasa con "Coca Cola en Angola", que cualquier día se entera la empresa y se convierten en los Undrop de la marca rival.

8. Vito no baja hasta el último peldaño. Se asoma al vacío y aúlla. Y mira que le gusta pasear por la frontera, pero, hoy, se queda en lo alto del acantilado. Acaba de rodillas, eso sí. Se le tensan las venas. El sonido no es bueno, pero la garganta se la deja.

9. "P.I.S.S." cierra y muchos echan carrera para llegar al baño, como si fuese telequinesia.

10. "Hola, somos los Biznaga". Así empiezan. "Hasta pronto", creo, para terminar.

11. "Humanos programados" y ellos son rumanos renovados.

12. Uno que tengo al lado, se gira y mira a su colega con una sonrisa nerviosa y los ojos muy abiertos. Siempre enternece ver a los que se estrenan.

13. El punk tiene más matices que varices, por mucho que se diga, y estos tíos lo prodigan a su estilo y manera y no iniciarán una nueva era en la historia de la música popular pero que nos quiten la sonrisa, a ver si pueden. 

Foto by Jon B. B de Biznaga. 

Suena Vivaldi. Porque creo que el bajista dice que es Vivaldi, cuando se les ve que quieren empezar pero la música enlatada no termina. ¿Era Vivaldi? No lo sé. Si quieres que te diga algo con sentido, entonces no me preguntes por los hermanos Grimm, ni por Bremen, ni por la música clásica. Como mucho, eso sí, pregúntame por los Trotamúsicos. Ahí estuvimos entre el otro y uno mismo intentando acordarnos de los cuatro nombres y nos faltó uno. Da igual. Todo da igual. Arrancan los Biznaga. El vocalista se da la vuelta y grita: "¡Vamos, rubio!", y el rubio empieza a soltarle hostias a los parches como si no hubiera un mañana.  

Estamos en primera fila y la gente desfibrila. Nosotros movemos la clavícula al son de "Una historia de fantasmas" o "2k20". Alguien me da en el hombro y me grita al oído: "¡Son los Clash!" Y yo digo que sí con la cabeza mientras veo como Javi Rubio se diluye entre los fervores juveniles y explota el pecho al grito repetido del estribillo de "Contra mi generación". Hay un parón. Porque el bajista rompe cincha. Nos presentan al guitarrista, del que dicen que tiene 19 años, substituye al titular y "es la primera vez que sale de Madrid" o algo así. El chaval no desentona ni un ápice. Baja la guitarra hasta las rodillas, se encorva y rasga con gusto.

Sigue el repertorio del que, por supuesto, me estoy saltando varias. Sorprende que los más jóvenes respondan con tanta virulencia al espíritu que examina el "Espíritu del 92". No oigo bien, pero algo dicen de Javi Rubio antes de que suene "Máquinas blandas", la que nos parece, nos suena más punk, al punk que hemos mamado nosotros, quiero decir. "¡Sangre, el punk es sangre, sangre!", grita uno de Sestao. 

Pero el punk también es esto, por supuesto, como antes lo ha sido lo que han hecho Campamento Rumano y ahora estos dicen que se van a poner románticos. Tocan "La escuela nocturna" y los puños se elevan hasta el fondo del bar. Son más los que tararean que los que se quedan callados. Llega Marc Augé a la ciudad y el bajista dice que en Madrid hay muchos de esos y pregunta que si también en Bilbao: "No-lugar" y mola la ostia, las que él da, cómo sube el batería la canción.

A medio concierto aparecieron por nuestra vera un par de chavales a los que si no les doblaba la edad por poco sería y se pusieron ahí delante, a botar con el puño para arriba y pasear axila. Me sorprende que huelan tan bien y que a uno le de tiempo a colocarse el flequillo como en un tic nervioso mientras empuja a su amigo tímidamente. No son ellos, soy yo, lo sé. Hay un precipicio en el medio y soy yo el que me asusto por la distancia. Así que sienta bien que hasta los Biznaga se den cuenta y dediquen "Líneas de sombra" a todo el espectro de edades. 

El descenso final es de vértigo. Primero, dicen que van a tocar "un temita con el que llevamos años" y suena estimulante, provocativa, una "Mediocridad y comfort" a la que llevamos los mismos años disfrutándola en la soledad doméstica. Luego "Adalidades de la nada", creo, y hay un nuevo parón que usan para vacilar a los Campamento, que son unos "heavies", dicen. Se pierde un poco la velocidad de crucero que habíamos cogido y el cantante y guitarrista aprovecha para cambiar de guitarra y estrenarse con la Phantom Guitar de Campamento Rumano, que llama bandurria, por una broma interna, creo, y a la que yo denomino la guitarra sartén, no sé por qué. Con ella tocan una "Madrid nos pertenece" que revuelve las caderas de la mayoría. Se acerca el técnico para darle la guitarra buena, pero le dicen que no, que sigue con esa (que es una joya, no me jodas, ya lo sé, americana, primera época de fabricación, que ya me lo han contado), y con esa tocarán, para finalizar (que ninguna de las dos bandas practicó el dudoso honor del bis), "Una ciudad cualquiera" y hasta a mí se me fueron los pies y los labios.  

No sé cómo fueron los seis anteriores y no tengo rasero para medir. Yo lo que creo que viví fue un buen concierto de punk contemporáneo, con un pie en la tradición, de los Clash a la Polla, y por el medio toda la flora y fauna que los cruza, y el otro en la modernidad más actual. Un concierto de punk que no acabó por acalorar, por lo menos a mí (y qué les importará a ellos lo que yo me entusiasme, ¿verdad?), pero frío, eso sí, nunca hubo, y mira que fuera lo hacía.



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