Los datos que proporciona la propia plataforma de blogger nos cuentan que en 2022 hemos escrito un total de 72 entradas, contando ésta. La media dice que eso son unas 6 entradas al mes. Una entrada y media a la semana, más o menos. Son datos irreales, porque ha habido un mes, el de agosto, en el que escribimos 31 entradas, una por día. Todo eso hinchó los números hasta convertir el año 2022 en el más prolífico de este blog tras los de 2018 (77) y 2017 (74). Esos sí fueron tiempos realmente productivos. Si quitamos esas 31 entradas de verano, donde explotamos un formato muy concreto y reducido, nuevo y alejado de lo que hacemos habitualmente, hubiésemos estado en números más reales, más cercanos a la tendencia de los últimos años, entre 40-50 entradas.
De todas formas, no está mal. En estos tiempos de consumo rápido, YouTube, Tik-Tok, la cultura visual y de pantalla, los caracteres de Twitter y demás hábitos modernos, parece un milagro que un tío siga usando eso que se llamaba cuaderno de bitácora hace siglos (que se basa en la palabra escrita y que, a menudo, muy a menudo, el autor abusa de esa palabra escrita y se excede con la longitud de sus textos) para hablar de música y que no desista o se extinga o le bloqueen de por vida. No me estoy dando palmadas en la espalda, que no me gusta nada. El secreto de mi éxito, muy distinto al de aquella película con la misma frase por título, es que me la trae todo al puto pairo.
Esas 72 entradas han tenido algo más de 4200 visitas, lo que indica una media cercana a las 60 lecturas por entrada. Si todo el que lo visita, claro, lee el texto. Tampoco sé qué parámetros siguen estos contadores, pero dudo que las visitas repetidas se contabilicen. En cualquier caso, estamos en números ridículos. El otro día descubrí a un par de tíos que se pinchan un disco en directo y se graban reaccionando a la escucha. Repiten siempre las mismas expresiones y códigos que yo mayormente no entiendo. Confiesan sus carencias e ignorancias y les importa un bledo. Tienen millones de visitas y les he visto anunciados en las programaciones de alguna sala, tratándoles con el ascendente de "nuevos referentes". Este blog, por números y por impacto, no es ni un "viejo referente".
La entrada más leída, por cierto, según esos datos, fue nuestra crónica del bolo de Zero en el bar El Cuervo de Barakaldo.
En esas 72 entradas, hemos hecho 13 críticas de discos. Este año no hicimos ninguna entrevista. En agosto, nos inventamos una etiqueta nueva, socorrida y pintoresca. Bajo el título de Tinto de Fiasco!! publicamos todos los días del mes, lo que fue un ejercicio un tanto estéril e intrascendente, pero nos permitió estar en forma durante todo el verano.
Conciertos ha habido muchos, más de los que hemos glosado aquí, pero, en esas 72 entradas, hemos hablado de las siguientes bandas: Biznaga, Campamento Rumano (en dos ocasiones), Víctimas Club (en dos ocasiones), Tiparrakers (en dos ocasiones), El Gobierno, Paniks, Escombros, Nuevo Catecismo Católico, Los Ilegales, Los Enemigos, Againsters, Discípulos de Dionisos, Óscar Avendaño, Toni Monserrat, Huracán Rose, Tobogán, Micky & The Buzz, Victor Torpedo & The Pop Kids, Alice Bag, Zero, Monotonos (en dos ocasiones), Lord Diabolik, Micky y Los Colosos, Drive-by Truckers, Social Distortion, Aida Victoria, Ryley Walker, Vulk, Patti Smith, Los Retumbes (en dos ocasiones), Captain Trasho, Wizards, Manu Gastado, Gonzalo Portugal, Dadabe, The Ribbons, Uger, Porco Bravo y Eh, Mertxe! A todas las vimos, que conste. No escribimos de oídas ni por remoto.
Hemos vuelto a las campas de Mendizabala y al Kafe Antzokia, viajamos a Logroño, vimos otros bolos más allá de las fronteras de nuestra comunidad autónoma e incluso contamos lo que vivimos en Oporto, Portugal. Hubo conciertos mejores y peores, más inolvidables y menos. En algunos, acabamos subidos al escenario (Joseba Lenoir nos subió a pulso en uno, mientras con la otra mano sostenía su guitarra, que hay que tener cojones, los que me conocen lo saben, para levantar todo eso); en otros, nos mantuvimos lejos. Prima el producto más local, que es marca de la casa. Podríamos decir, no sin guasa, que la nuestra es crítica musical de kilómetro 0. Toma ya. Por supuesto, insisto, hubo más conciertos que no contamos, aunque no muchos, porque ya se nos hace más difícil ir a un concierto y no contarlo que a Dena Flows lo mismo sin disparar su cámara fotográfica. Y le mencionamos porque, además de ser uno de nuestros fotodocumentalistas preferido, nos sirve para hilar fino y contar que también a lo largo de este 2022 vimos conciertos que no los cubrimos aquí porque los contamos para otros medios y, en alguna ocasión, hasta compartimos la oportunidad con Dena, lo que siempre nos alegra, y rima, encargándonos nosotros del texto y él de inmortalizar el momento, como se decía antiguamente.
Dicho todo esto, las conclusiones son las de siempre: esto no tiene mucho sentido, porque solo tiene uno. Seguiremos haciéndolo por amor al arte y por compromiso y afinidad con esa gente que se mueve por este mundillo con el mismo espíritu libre y parecido interés cultural. Hasta dónde llegaremos, ni lo sabemos, ni nos importa mucho.
Alérgicos a las listas como somos, sí que cabe decir que 2022 nos deja cosas muy bonitas y que nos han llegado a la patata y que irían en cabeza de cualquier lista sentimental de nuestras experiencias musicales. Muchas de ellas quedan en casa y en la intimidad y no es este lugar para contarlo. Por supuesto, entre las que se pueden contar, en cabeza iría la de habernos embarcado junto a gente muy bonita en ese proyecto llamado Farras Bizarras que, vaya a dónde vaya, llegue hasta dónde llegue, lo que ya ha caminado nos ha regalado un viaje fantástico. Gracias al germen de esto, conocimos a gente maravillosa de Galicia, escondidos detrás de una capucha. Y gracias al primer Farras Bizarras, a más gente excelente de la capital y a otros que ya conocíamos de las provincias. Amén de que, por culpa de esto, tuvimos la suerte de visitar un lugar tan honorable como Irola Irratia y desvirgarnos ante los micrófonos de Javi Rubio, que siempre quedará en el recuerdo como una gran experiencia, aunque casi echo la pota tanto en el viaje de ida como en el de vuelta. Trajines de la vida.
Y la vida también trae cosas malas. Lo peor, cuando tienes que decir adiós a gente. Fueron muchos los que se marcharon este año, me temo, pero, por cercanía y por humanidad, lamentamos aún la ausencia de Manu Dr Lomo.
Y bastante he dicho ya. No hay promesas ni deseos para cerrar. Que 2023 sea como le salga del rabo, si es que tiene, porque así es como va a ser. Doblaremos esquinas a lo largo de estos 365 próximos días, y unas veces nos daremos contra una pared y otras nos encontraremos un jardín florido y esponjoso. Descubrirlo poco a poco es lo que nos queda. Ah, y entrar en él disfrutando y gozándola. Así que, si no tienes plan y no te queda lejos, acércate y nos fundimos en un abrazo que eso siempre, siempre es lo mejor:
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