Títulos patéticos con rimas fáciles: de la boca del Huracán al lomo del Tobogán


Empezamos con Huracán Rose

Era la presentación de su nuevo disco, Ascendente Vertical, que acaban de estrenar, así que tiene sentido que este disco fuera el centro de su repertorio. De hecho, arrancaron al principio con "Manual de emergencias", a la que siguieron, poco después, "Dulce y oxidado" y "Virgen de los suicidas". El círculo lo cerraron con "La última noche", última de la noche. Por el medio, cayeron el resto, si no fueron todas las del nuevo disco, casi:  "El brillo de la ausencia",  "Brujas y diablos", "Febrero", "Días de gloria" o "Detrás de ti", para la que contaron con la ayuda de Iratxe Pérez, antes en Desorden y ahora en Chulería Joder!, no confundir con los otros Chulería, al principio 2lería, a los que seguimos echando de menos, por supuesto. 

Todo este lote del cancionero sonó como en el disco: potente, versátil y compacto. Dos guitarras con matices distintos que se compaginan muy bien y el cimiento rítmico con densidad y finura, que las líneas de bajo engalanan bien y la batería pulimenta que da gusto. Por supuesto, en cabeza, un frontman (que hacía mucho que no escribía esa palabra, me vais a perdonar) que no se excede ni sobreactúa, pero conduce la ejecución con la debida conexión emocional con las canciones, intentándoselas expresar al respetable usando el cuajo y el arrebato necesario, bien medido. 

También se acercaron a su anterior trabajo, Rara Avis, recuperando "Fuegos artificiales" y "La caja de los truenos", que enardecieron a los que habían venido explícitamente a verlos. Y, si no me confundo, de más lejos en el tiempo, también rescataron cortes como "Huracan  Rose" y "Océanos". ¿Me falta alguna? Puede. Tengo lagunas y gana ninguna de investigar más. 

Buena ejecución y, por lo tanto presentación, de unas canciones que ganan con el desempeño. Las letras, trabajadas, se afilan cuando Álex las intermedia. Golpea el pie de micro contra el suelo, se estrangula con el cable, balancea el micro como si fuera un péndulo alegórico, saca lengua, hace mueca y se planta en el borde del precipicio, haciendo equilibrios entre realidad y ficción. 

Hicieron esto, además, de buen rollo: algunas afinaciones dieron lugar a coñas, sacaron la guitarra de la comunión, golpearon los platos con el clavijero del bajo para cerrar el bolo. Había público que se veía que habían venido específicamente a acompañarlos. Lo mejor, sin embargo, es que ellos mismos se quedaron para acompañar a Tobogán. 

Seguimos con Tobogán

Y empiezo con una confesión: estuve a punto de irme. Las razones se basaban en dos argumentos de lo más peregrinos: ignorancia y pereza. Por suerte, me convencieron otros argumentos bien expuestos por gente con criterio como Mikel Tuca Raca y Javi Rubio (gracias por las fotografías que adornan esta crónica, Javi). Y agradecido estoy porque me hubiera arrepentido más tarde de no haber permanecido dentro. 

Los Tobogán tocaron las canciones de su último trabajo Mamá tiene una pistola, que publicaron hace un año, pero también de sus epés anteriores. Reconocimos, por ejemplo, el "Balas de plata" que creo que abría Regreso al Rock químicamente puro

Aparecieron Las Sexpeares para echar un cable, también. Del resto del repertorio, confesada mi falta de conocimiento, solo puedo añadir que reconocí la que conocía por accidente, la cinematográfica "Alta fidelidad", que no solo se la relaciona con el séptimo arte por el título, también por la colección de personajes que aparecen dentro, ejerciendo de referencias culturales.

En general, fue el suyo un concierto para hacer adeptos cuando no, directamente, discípulos. La práctica es ajustada y tajante: buen sonido, perfecta conjunción, las canciones salen en ristra y el ritmo no mengua nunca. Súmale a eso que el cantante tiene las mismas bondades que le halagamos al primero de la crónica, pero con su propio estilo. El resultado fue un concierto para hacer como los niños pequeños en los parques, que nunca se cansan de bajar y bajar por él. Por mí, pereza e ignorancia ya no volverán a poner en riesgo un viaje en el Tobogán. 



Terminamos con un epiloguillo.

Con este, inaugurábamos nosotros la temporada (tras el parón veraniego) en el Mendigo Aretoa. Hubo poco público, aunque duela confesarlo, pero el que hubo fue de pedigrí y perreó, que se dice ahora, bien perreao, a nuestra manera, que parece que ya no es la manera que está de moda. La lírica siempre estará de capa caída, ¿no? Digo esto porque se presentan dos meses de buenas apuestas en este local de conciertos. A ver si volvemos a vernos apretados ahí dentro porque la plantilla se lo merece y los que se meten en estos berenjenales, también. Qué ostias, cualquier tiempo futuro puede ser igual de bueno que los de antes, joder. 


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