Tinto de Fiasco!!: Siglo XXIII de Pomeray

 


Cabecera: Vamos a hacer el agosto con la nostalgia más impúdica. Salimos huyendo tan rápido de la rutina que nos trajimos solo de depósito el disco duro del portátil. Así que nos vamos a pasar el verano escuchando música que podríamos llamar antigua, subjetiva y objetivamente. Y en un ejercicio de reciclaje patético, vamos a mantener el chiringuito abierto hablando brevemente (nunca más de 30 líneas) de discos que en su día machacamos y que hacía mucho tiempo que no oíamos. Se nos verán las vergüenzas, pero a quién le importa en esta época de verbenas y barbacoas, ¿no? De etiqueta aglutinadora, un chiste malo marca de la casa pero refrescante: Tinto de Fiasco!!

Pomeray siempre. No va a ser todo productos exóticos. En casa, también tenemos mandanga de la buena. Y los Pomeray... siempre aquí. 

Hace dos o tres meses anunciaron la baja de Gon, uno de sus dos guitarristas. Aún ando asimilándolo: mila esker, Gontzal, por lo que me toca. Que es por lo que disfruté siempre desde abajo mientras tocabas y por lo que sigo disfrutando con lo que dejasteis grabado. Y a eso hemos vuelto estos días, a lo grabado. 

Su último disco, Raro, me quedaba más cerca y fresco. Así que he viajado aún más lejos, aunque no tanto como los aparcabicis del espacio. Estos últimos días, me ha dado por volver a degustar su XXIII. Grabado allá por 2014 encá Martín Cápsula, este mismo metía alguna guitarra, además de colaborar también gente como Willy Kalambres e Iñigo Dhurmo. 

Las guitarras que abren la primera, deslizantes y afiladas, el ritmo imparable de bajo y batería, y la voz magnética, repleta de gamas... ya sabes de qué va a ir esto. "Siglo XXIII" siempre es un momento álgido en sus bolos, pero en este disco hay más (y en sus bolos también, claro). "Luminosa" es voluptuosa, "Big Bang" fascina y "Perro" no tiene un solo pero. Letras cuidadas, canciones bien armadas, fondo y fachada, un disco que pasó más desapercibido de lo que debería haber sido. 

Estos días me ha dado por repetir con la que canción que cantan en euskera, una "Zu eta Ni" donde no hay quién maniate a esas guitarras que danzan por detrás, el oleaje sube hasta rebosar continentes y es imposible no hundirse ahí dentro con premeditación. Tres minutos y medio que encapsulan todo el nervio y la calidad que tiene esta banda, incluido un colofón final de casi un minuto que es puro músculo y embelesamiento. 

Pomeray, siempre, aquí.


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