Tinto de Fiasco!!: Balm in Gilead de Rickie Lee Jones



Cabecera: Vamos a hacer el agosto con la nostalgia más impúdica. Salimos huyendo tan rápido de la rutina que nos trajimos solo de depósito el disco duro del portátil. Así que nos vamos a pasar el verano escuchando música que podríamos llamar antigua, subjetiva y objetivamente. Y en un ejercicio de reciclaje patético, vamos a mantener el chiringuito abierto hablando brevemente (nunca más de 30 líneas) de discos que en su día machacamos y que hacía mucho tiempo que no oíamos. Se nos verán las vergüenzas, pero a quién le importa en esta época de verbenas y barbacoas, ¿no? De etiqueta aglutinadora, un chiste malo marca de la casa pero refrescante: Tinto de Fiasco!!


A poco más de media hora de quebrar mi empeño, me sostengo de un fino hilo y termino con esto. Hoy ha sido un día sin música (miento, hemos ido oyendo la radio en el coche, pero sin prestarle mucha atención), así que tiro de comodín para cerrar este tour de force que ha sido el mes de agosto. 

Varias veces me arrepentí de haber hablado a primeros del mes, pero, ya ves, al menos, me sirvió para mantener engrasadas las teclas y, en alguna ocasión, para interactuar con gente. Pero no voy a hacer más recuento. Si eso, igual me animo mañana. 

La última entrada, pues, para un disco que no he escuchado hoy ni en los últimos días, pero que suele ser recurrente cuando pongo música en alto, para acompañarnos en la comida, para echar un cobertor por encima mientras leemos o cabeceamos en el sofá, para que no sea tan duro fregar, para tentarle el bulto al silencio, para mitigar pesares, para lo que sea, pero siempre solemos usar este disco como medicina, compañía o paisaje. 

De Rickie Lee Jones poco puedo decir yo. Dijeron otros que este disco fue de una belleza simple, que recogió canciones sencillas que igualmente, o quizás por ello, conmovían. Por ahí anda Victoria Williams. Por ahí anda Vic Chesnutt. Por ahí anda Ben Harper. Son canciones que pueden pasar desapercibidas, cruzar la habitación sin apenas rozarte, pero, de repente, te das cuenta de que has acompasado tu respiración al ritmo de la canción, que hay una palabra que se ha instalado en tu paladar. 

A mí me pasa sobre todo con una nana que creo que escribió su padre (de hecho, lo cuenta ella misma en el vídeo que cuelgo), pero que ella dejó recogida en este disco y que yo mismo he aprovechado para buscar ese vínculo con mi hija. Si me pones "The Moon Is Made of Gold"...


Comentarios