Prosa sin título


Con la más pura objetividad: bolazo el sábado pasado en el Mendigo Aretoa de Barakaldo. Se disfrutó tanto que me parecía una falta de respeto estropearlo contándolo. Pero había que decirlo, y había que decirlo bien alto: dos bandas que acaban de regalarnos dos buenos discos, pero que, en directo, lo que te regalan son el oído y la conciencia, con buen pulso, distorsión en esencia y, sobre todo, que es de lo que vive el rock and roll auténtico, compromiso a tope. Y, aquí, eso viene a ser esto: salir, subir ahí arriba y darlo todo como si fuera el último bolo. 

Abajo, más o menos, se vivió así. Yo lo viví así, que muchas veces esto depende de ti.

Porque, al final, mirabas atrás y veías hueco; y cuando pasabas de ello y te girabas alrededor, te dabas cuenta de que mejor así. Los que estábamos allí éramos unos putos afortunados, que decidimos no perdérnoslo y dejarnos ungir por las maracas del Pela como si fueran el botafumeiro del punk. Esto es sobre Víctimas Club, que fue el segundo grupo de la velada, el que cerró la noche. Pero, antes, se subieron los Uger

Arrancaron fuerte y ya fueron incapaces de bajar el nivel en todo el repertorio. Contundencia, melodías con aristas, canciones redondas y energía a raudales en la ejecución. No te los vas a encontrar en la televisión ni van a llamar a casa para avisarte, así que, probablemente, te lo perderás si no espabilas. Acaban de sacar Lehengo lepotik burua, y ya es de lo mejor que se hará en lo que queda de año y en lo que llevamos de él. De Willis Drummond a Bob Mould, del grunge al punk, las líneas de bajo, el contraste entre los dos guitarristas, un batería con pegada y un cantante con raíz, de voz profunda que, además, ocupa el escenario cuando debe, lo desocupa cuando procede y, en el bolo de los Víctimas, dio más que ninguno en la primera fila. Puede empezar "Gelditu Barik" bailando sobre el escenario, sin derramar nada del vaso que sostiene, bajar abajo, cantarla con los ojos cerrados, bailarla como si fuese uno más del público, disfrutar de su banda, y luego subirse a terminarla. Chapó. "Xedea eta Fedea" es una joya, que ya ni recuerdo si la tocaron, pero es una joya, moló "Hilos", en castellano, que cantaron al principio del bolo, y que aprovecharan que estaba allí para que, como en el disco, Joseba B. Lenoir les acompañara en "Lehengo Lepotik Burua". 

Y Lenoir acabó metiéndonos la guitarra hasta el hipotálamo, elevado luego sobre nuestras cabezas, mientras "Cortando encía" se eternecía y creo que ninguno de los que quedábamos allí queríamos que se hubiera terminado. Cantaron alguna nueva, se repasaron el Castigo es colectivo y, qué ostias, tío, no sé qué más decirte: Víctimas Club. Creo que pocas veces me he quedado así, sin palabras, pero, de verdad, sin palabras: no sé explicarte qué ni cómo. Los Víctimas Club hicieron que lo importante ni tan siquiera fuera la música cuando, en realidad, lo fue porque fue que la música se hizo energía, o algo así, no sé explicarlo, y hubo comunión, no sé, que no quiero ser como tu prima la mística, pero, allí, al que no le mesmerizaron, lo fagocitaron; si no hubo una epifanía, al menos rozamos el éxtasis con las yemas de los dedos, y si crees que exagero, créelo, porque probablemente sea cierto, pero vuelvo al principio e insisto, muchas veces esto depende de ti y yo lo vivi así, me dejé castigar a gusto. Y colectivo también fue: alrededor, podía ver que no fui el único. 

Ellos publicaron el repertorio en internet unas horas antes. Y ellos te han dicho ya que "Mamashima" es pop y el resto pandemic punk. Así que solo puedo añadir que, muy al principio, cayó "¿Cuánto tiempo llevamos así?", que si no lo digo reviento, y no miento, al menos una vez al día, abro el pastillero, y píldora al gaznate, y así llevo durante las dos últimas semanas. Ahora mismo, mientras termino de escribir, le doy al play, y a esperar que den las doce para volverlo a hacer y pasar el verano junto al mar. 

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