Poema sin título




No sé qué quieres que te cuente, la verdad. 

Si escribo para los que estuvieron, les arruinaré el recuerdo. 

Si escribo para los que no fueron, no seré capaz de explicarles 

de lo que yo me acuerdo, 

que igual no es lo que pasó. 

Así que, para qué. 

Pues, en parte, para sacármelo de la cabeza, que ya va siendo hora. 

Es jueves. 

El bolo fue el sábado pasado. 

Curiosamente, por trabajo, estoy ahora en Madrid, 

y, a pesar de la distancia, 

tanto en el tiempo como en el espacio, 

en mi cabeza 

sigue resonando 

el eco del concierto: 

la podredumbre es la palabra… 

Así llevo una semana.

Con el soniquete en la cabeza.

Mamma mía, mamashima, 

¿Y cuánto tiempo llevamos así?

Que si no te lo cuento todo, 

Sería un farsante

Porque

No se acaba y ahí sigue:

El bolo en mi bolo

Y shut the fuck up, Donny,

Que le gritaba siempre Walter; El Nota trasegaba rusos blancos;

Y los tres seguían, felizmente, jugando a los bolos. 

 

Como si estuviera observando al discóbolo de Mirón. 

Con la mano en el mentón y los pies pegados al suelo. 

Como mucho, diciendo que sí con la cabeza,

 y escorando ligeramente una pierna

a la derecha o a la izquierda, 

punta al aire, punta al suelo,

eso, para mí, ya es bailar

que bailar pegados es bailar y así, también. 

Así es, normalmente, 

como yo veo un concierto,

no nos engañemos, 

aunque luego venga y te cuente que me partí la cadera:

es una licencia, para darle vida

a las palabras, 

que muertas, son solo eso, palabras. 

El sábado pasado, sin embargo, sí fue así, 

no hacen falta licencias: 

en primera fila, 

aguantando, en el aire, al guitarrista, 

alzando el puño, 

gritando estribillos, 

empujando a los amigos, 

acabando en el altillo, 

encima del escenario,

Haciendo coros, cortándome la encía. 

Parecía que no iba a haber un mañana

O que mañana por la mañana, 

Ya, si eso, 

Volveríamos, te lo prometo, a la realidad, 

 

Fuimos víctimas de la música, 

Pero dichosa música:

por el club

Nos haríamos 

mártires eternos

De este puto

Castigo colectivo

Que es, en verdad, una puta bendición. 

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