Para autoría, mira la posdata final |
Ahora sale el sol. Encima se mofa. Ayer, fue una mañana de compartir pantallazos de aplicaciones del tiempo por WhatsApp, a ver quién, en el grupo, la tenía más apocalíptica. Y aún así: metro y para Villarías, que había que disfrutar de la fiesta-sarao que montaron en Power Records por el Record Store Day: cinco bandas en el cartel (que también tenía sesión matinal: hubo pinchada por la mañana) y un par de carpas para amainar la ira climatológica. Suficiente. Ni las balsas de agua y las goteras luego, ni el viento que se levantó, ni la sensación de frío que te congelaba los pies ni los forros de plástico para cubrir la mesa ni el tráfico en una zona peatonal ni el trajín del Decathlon ni los municipales que vinieron casi al final a preguntar por si acaso. Ni. Nada. La música resonó, se bailó, se brindó, se celebró bien celebrao que aún tengamos tiendas de discos que sobreviven a la modernidad.
Dicho esto, paso de manera telegráfica, a dejar constancia de lo que yo vi, que, a veces, vi poco, porque, a poco que te fueras relegando hacia detrás, no veías más que occipucios, algunos lampiños, otros frondosos, pero daba igual, porque la música se escuchaba lo mismo. Eso sí, dado lo volátil de la situación, intentaré ser breve para esconder el debe de los momentos en que no presté atención, porque estaba más al festejo que a la guardia.
Manu Gastado
Abrió la gala y llegaba con disco en solitario, Kosmik Street, que sacó a finales del año pasado. De pie, gafas de espejo, educación en el parlamento y dedicación sonriente, tiró de medios tiempos pero con brío psicodélico. Le acompañaba José Sierra, quien también acompañó alguna vez a Los Tupper con la armónica, si no recuerdo mal.
Gonzalo Portugal
Sin quitarse la chamarra, sentado, pero levantando al público (ya estaba de pie, es cierto, es una licencia literaria, joder), hizo lo suyo, que es cerrar los ojos, fruncir el ceño, morder el labio inferior y cantar blues a palo, sacándole buen boogie a una guitarra que sonó con la limpieza turbia que requiere el género. Hace poco estrenó "On My Way", adelanto de lo que será su primer trabajo en solitario, que yo sepa, y que saldrá con Milana Música. Por supuesto, también recorrió los clásicos, desde el "Walkin Blues" de Robert Johnson hasta lo que le parezca o apetezca.
Los Retumbes
Se hicieron de rogar, o, más bien, se resistió una cuerda de la vieja Burns que rasga Andrés y que parecía no estar por la labor de retumbar. Por lo menos, el momento nos dio para otro de sus diálogos de Pimpinela: Andrés dijo, acusando a su guitarra, "es que es más vieja que yo;" a lo que Ana contestó, "haberte juntado con una más joven." Y arrancaron y Ana arrugó el morro, porque le habían prestado un timbal muy mono pero muy grande y retumbaba más de lo que suele retumbar ella, y ya es decir. Quizás por eso, y porque, como ella misma dijo luego, venía hasta arriba de codeína por un catarro de los gordos, se confundió al empezar uno de sus nuevos éxitos de mierda, que ya lo era incluso antes de grabarlo, el bien tarareado "Las camisetas de los Ramones" y Andrés se tomó cumplida revancha: "¡Esa no es, Ana; la otra!" No fue esta la única que tocaron de su nueva y flamante grabación, el primer larga duración de la banda, porque, de hecho, levantaron comentarios culpables y risas nerviosas al cantar "Tatuaje de mierda" o esa bonita historia de amor realista que es "Me creo tus mentiras." Las combinaron con otras más antiguas, como "Alienígenas ancestrales", dedicada, como siempre, a Giorgio A. Tsoukalos; "Surfing Fuckushima," muy al principio del bolo; y la coreada "Eres idiota", más bien al final del repertorio. Para cerrar, "Retumbe Rock," que no fue la única instrumental. Fue divertido ver cómo surgían caras de sorpresa, alguna sonrisa perversa, e incluso pequeños conatos de indignación mojigata al mencionar a Rosalía para presentar el que ha sido su primer adelanto de Colección de canciones de mierda, una "La música moderna," que va camino de ser otro adorado hit de mierda.
Dadabe
Para algunos, y me incluyo, fue un misterio. Fíjate que ni Javi Rubio sabía quiénes eran. Hubo sorpresa por un lado, y, por el otro, parecía que se trajeron afición de casa, porque la primera fila de costado, la del tendido de lluvia, se vio renovada por gente que les vitoreaba incluso antes de empezar. La primera formación numerosa del día, fue también la primera con pedaleras y con batería sentado. Buen sonido para una propuesta que retrotrae al indie de décadas pasadas, al noise de ritmos plúmbeos, desarrollos dilatados y atmósferas vaporosas, que con la lluvia reinante parecían convertirse en banda sonora.
The Ribbons
Creo que prestaron el backline y, por allí, desde el principio, se vio a un Kani relajado pero atento, cuidando que la cosa funcionara y no se petara el asunto con la higrometría a chorro. A su banda le tocaba clausurar la fiesta y ejercieron bien su función, porque se vio a la gente bailar a gusto, incluso por el fondo, donde no se veía ni un pijo, bueno, alguno sí, pero ya sabes lo que digo y aún a tientas la gente se dejaba las caderas y, a veces, se ponía de puntillas y alzaba el cuello para ver algo que no fuera solo la gorra de Kani, que a él sí se le veía de lejos, como si fuera la Torre CN, desde la que se ve, ya sabes, Torontontero. Lo siento. En serio, dieron un bolo brioso donde destacaron sus canciones más pegadizas y coreables, algunas ya veteranas y en inglés, como "Hey You Baby" o "Giraffe Women", y otras en castellano como "Kinki Girl", "El enviado" o una "Cobardía" que se gritó a pulmón desde algún rincón del fondo. Momento a destacar, no puedo ser muy original, fue la compañía de Virginia, cantante de Seda en la actualidad, quien se animó a cantar a pachas con Beatriz Catalán el "I Love Playin' with Fire" de las Runaways.
Y nada más. Que un aplauso para Javi Artolazaga y Jon Barrasa, por supuesto. Las enfermedades se curan con medicina y terapia, pero hay una que cuesta diagnosticar y que es mejor prevenir, así que: lee, escucha, mira, viaja, ama, piensa y, de vez en cuando, baila. O no, que yo no tengo ni puta idea de nada. Hasta el año que viene, que si llueve otra vez, encantado estaré de que la gotera me llene la capucha de la chamarra, luego se me olvide, y al ir a ponérmela camino del metro, me tropiece con un vaso de chupito medio lleno de agua fría de Bilbao sobre mi calvicie incipiente. Mejor este chiste que el de Toronto, ¿verdad? Un abrazo.
Posdata: No sé de quién es la foto de cabecera, así que me declaro culpable del hurto premeditado. La he cogido de la página de Facebook de Jon Barrasa, pero creo que ya venía de la de los Ribbons y no sé si aún hay que escarbar más. Hay muchas fotos y vídeos por ahí, pero cogemos esta para no tener que elegir entre todas ellas ni entre las bandas del día.
Comentarios