Me lo tomo como una labor casi antropológica, un estudio sociológico, me voy a creer que escribo historia, de esa que mola, en minúscula. No, de verdad, en broma, no vi a nadie más por allí que pudiera dejarlo por escrito, que igual había y lo han hecho, pero yo no me he enterado, y sí que hay que dejarlo por escrito, eso lo sabemos todos, hasta los que no estuvieron. Estar estaba, por ejemplo, Javi Rubio, en primera fila, como siempre, que se merece un monumento o que le pongan su nombre honoríficamente a cualquier línea de pogo de cualquier concierto, y vi a otros registrando en la memoria lo que pasaba allí, pero yo me dije que tenía que aportar mi granito de arena, ahora que la calima nos trajo mucho del Sáhara y dejarlo por escrito. Ha pasado una semana, lo sé, pero aún así, me lo tomo como una labor casi antropológica, un estudio sociológico, me voy a creer que escribo historia: la historia del primer bolo de los Monotonos. Vamos a ello:
Fuera estábamos esperando a que nos dejaran entrar y salieron algunos de ellos a tomar la fresca, y, de la misma, después de un buah, se volvieron para adentro y es que, para ser un estreno, y no estar auspiciados por ningún mecenas con melenas y contactos en el gremio, hubo expectación y ver a tanta gente pululando por allí, les abrumó, digo yo. Lo que no diría es que se rozó el lleno, pero con la gente que hubo, el doble de lo que esperaban según ellos mismos, ya daba sensación de petada en el Shake!, y es que la disposición del lugar ayuda a que el embudo de delante y la oscuridad del fondo te proporcionen esa sensación de local lleno, que mola. En primera fila, se estaba bien, se veía bien, se escuchaba bien, se comentaba bien lo que iba sucediendo, que, en líneas generales, satisfizo, dejémoslo escrito desde el principio, aunque el rictus del merodeador profesional fuera serio y algún comentario sobre aspectos a mejorar ya se escuchó luego. La banda, por supuesto, como siempre pasa, cuando bajó del escenario, solo hablaba de crustáceos decápodos comestibles, de gambas, vamos, de las muchas que habían metido, pero eso siempre es así y tú, abajo, dices que sí con la cabeza cuando te lo cuentan porque la mitad no las viste y la otra mitad, si las viste, no las reconociste.
Hicieron un pase de catorce canciones, doce propias y dos versiones. La primera, en inglés, era de los Nipple Erectors y la soltaron pronto, entre las primeras. La segunda, en castellano, era el "Creo que te voy a dejar (Bueno, no sé)" de Niño Gusano y la dejaron casi para el final. El final, en concreto, fue con "Feeling Good" que, curiosamente, es la primera canción que escribieron juntos. No hubo bis. Hasta ahí, dos lentas (la primera bien, la segunda de más, si se me permite) y caña rápida, entre el punk, el post-punk, los Paniks, el garaje australiano y la roña de la margen izquierda, acercándose también un poco al indie pop, jugando a los contrastes, los ritmos sólidos que luego van subiendo de intensidad. El comienzo con "New Rifles" y "Stupid Love", más acelerado y excitante, hizo que alguna boca se abriera porque, y yo lo confieso, a título personal, muchos fuimos sin saber qué íbamos a encontrarnos. Se acercaron a Juana Chicharro en "Flamenquito", le hicieron un tributo al bar El Tubo en "Le Club" y cantaron lo mismo en euskera que en inglés que en castellano que berreando con gusto y el busto henchido. Se colocaron con el batería al fondo, el bajista en el frente, y los dos guitarristas, equidistantes, en cada esquina. Buena actitud del tío de las cuatro cuerdas, que se pasó de perfil y esquivando balas a cámara lenta como el de Mátrix la mitad del concierto, y la otra mitad robándole el micrófono al guitarrista rítmico, el que no se despegaba de la pared, para dirigirse al público con un humor afilado y con cuentagotas. Ese guitarrista, el emparedado, por cierto, sorprendió, y se escucharon elogios de otros músicos que andaban por allí cuando se comentó el concierto al terminar. Rasgaba muy bien las cuerdas, dándole velocidad a los acordes, y hacía progresiones sencillas, moviendo bien algún dedo inquieto de vez en cuando que le daba singularidad a las canciones. Cargando la guitarra como los indies, bien subida por encima de la cintura, se le aplaudió mucho aunque él ni se enterara. En la otra esquina, el otro guitarrista, parecía de Sabbathdell, le ponía luz a la oscuridad, la puntilla a las armonías, y sonreía cada vez que terminaban. Le tocamos el culo, por cierto, al ir al baño. Se echó de menos que hicieran algo porque la voz quedaba arrinconada al fondo, que tuviera más volumen el guitarrista que hacía los solos, que cierren las canciones con más enjundia, y que saquen más repertorio para que se quiten de alguna lenta. Parece mucho, pero no lo es, porque, para empezar, a mí no tienen que hacerme ni puto caso, y, para seguir, insisto, en líneas generales, que estuvieron a la altura, dejaron promesa de más, y nos permitieron gozar de la oportunidad de soltar lastre y sudar a gusto, que no pedimos mucho más. Más o menos, eso. Un placer asistir a su bautizo, que el batería andaba luego por allí como si le hubieran metido de cabeza en la pila bautismal: el sudor es el rock. Y será un placer ver como ahora crecen.
Luego, salieron los Lokers, que sería de mala educación olvidárnoslos, por supuesto, porque el bolo fue de ellos tanto como de los Monotonos. Igual de desconsiderado y falso sería que no confesara y reconociera la verdad, y esta fue que no les prestamos la atención que merecían. Se hacía ya difícil mantener el tiento con el aliento que nos habíamos dejado antes y, además, le prestamos la primera fila, donde se ve y se vive mejor, a otros y otras que sí que habían venido a verles y disfrutarles, porque tuvieron público expreso, y bien que se les veía bailar y disfrutar. Sonaron distintos y originales, lo que les pudimos escuchar, con una mezcla arriesgada que propone nuevas tonalidades y que parece propicia lo mismo para un local pequeño que para unas fiestas de barrio que para un gaztetxe en el siglo XXI. Tenían bases, una guitarra afilada, estribillos, iban de Rammstein al punk oscuro, pasando por el riot grrrl sin aditamentos, que lo estoy diciendo todo con la boca pequeña y con conciencia de no estar muy convencido de lo que digo, pero así, más o menos, habiendo pasado una semana, es como lo recuerdo. En una frase: bailar con conciencia y jugando con las aristas de la música. Vuelvo a insistir, que no me cansa decirlo, que dejamos para otra ocasión hablar mejor y tendido de ellos.
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