En este año, otra cosa (buena, claro): Black Toska.
Por varias razones. Primera, salió a la venta en físico su Someone's Nightmare Blues. Ya hablé de ello aquí, así que te lo pongo en telegrama: un vinilo de 10 pulgadas con las canciones que ya publicaron en digital y la portada con la pintura de James Johnson que, sumando el arte gráfico al contenido musical, convirtió a las 250 copias que prensaron en auténticas joyas. No sé si aún quedará alguna por ahí. Después, la segunda razón podría ser que, aunque nos los perdimos todos, Black Toska volvió a subirse al escenario. Lo hicieron, que recuerde ahora, en la sala Moby Dick hace unos meses y más recientemente en el aniversario de Delia Records. Si hubo algún otro, no lo recuerdo, pero también nos lo perdimos.
Y, sobre todo, la tercera razón: volvieron a sacar material nuevo, aunque por ahora haya sido solo, como hicieron antes, en formato digital. A falta de uno, nos regalaron dos, dos nuevos EPs: Disingenuous Tears y Lily Bulbs. El primero lo sacaron allá por abril, creo, y el segundo en septiembre. El arte gráfico de ambos, lo que veíamos en la portada, quiero decir, en ambos casos, seguían el hilo y la estética de lo que hicieron en Someone's Nightmare Blues, en esta ocasión, apoyándose en una pintura decimonónica, la de James Abbott McNeill Whistler que puedes ver ahí arriba y que, en su tiempo, se hizo famosa por el pleito entre el autor y el crítico de arte John Ruskin, quien la puso a caer de un burro para desconsuelo e indignación de Whistler. Se titulaba Nocturne in Black and Gold -- The Falling Rockets. Y, a veces, la música de estos tíos suena así, como ascuas volantes en una noche insondable.
El primer single contenía dos canciones: "Barking Up the Wrong Tree", por un lado, y la que daba título al EP, "Lily Bulbs", por el otro. El segundo single seguía el mismo patrón, dos canciones, con una de ellas dándole encabezamiento al EP digital, "Disingenuous Tears", en este caso; la otra: "Dead & Wet". Igual me flipo, pero yo creo que hay algún guiño y la oportunidad de dibujar una historia que vincule a estas cuatro canciones. Son unos diez minutos entre las cuatro, y se ven matices distintos a lo que grabaron antes, pero sigue más o menos el estilo estético y narrativo de la banda. "Barking Up the Wrong Tree" invoca esa angustia rodeada de una inquietante belleza; la oscuridad casi se puede tocar, mientras la canción se desliza sobre un terreno húmedo, sin contención ni estribillos. "Lily Bulbs" sucede al trote, mientras resuenan las constantes vitales, y la voz surge, hunde y resurge, sigue tragando y regurgitando tiniebla, mientras se acarician esos lirios que, al parecer, son símbolo de vida eterna, que reflejan el deseo de superar el duelo. "Disingenuous Tears" son dos minutos que se deslizan: los platos turban, frases largas que parecen hacer arabescos en un aire empozoñado. Los objetos pesan, sus perfiles se aprietan con la aspereza de los fantasmas hechos melodía. Y, finalmente, "Dead & Wet" es subterránea, con el bajo perforando y una voz que sale de los mismos recónditos ataúdes de los que salía la poesía de Emily Dickinson, dejando las preguntas pendientes, con la guitarra enarbolándolas. Algo así. Lo mejor, que lo escuches tú.
Lo primero que habría que haber dicho, y no lo he hecho, es que ha habido cambios en la formación de Black Toska. Sigue empuñando el micro Víctor García Álvarez. Diego Fernández, quien antes se dedicaba a la guitarra, está ahora pluriempleado con el bajo y los sintetizadores. También han cambiado de batería y ahora la aporrea Miguel Ángel Santos. Con esta nueva formación, volvieron a los Estudios Delicias y mezclaron y masterizaron de la mano de M.V. Delia. Según los créditos, el arte de ambos singles corrió de la mano de distintas personas. Disingenuous Tears contó, otra vez, con la labor colectiva de Rock Attitude Designs (rockattitudedesigns.com), quienes ya se habían encargado de lo que veíamos en Someone's Nightmare Blues. Para Lily Bulbs, sin embargo, parece que le encargaron la labor al polifacético y prolífico periodista Sendoa Bilbao, responsable del podcast La Ley Fosfórica, que no solo menciono porque aproveche la oportunidad para recomendártelo, también porque en esa colección de podcasts puedes encontrar más información y aprender más cosas de Black Toska.
Así que, aunque tengamos alergia a las listas de lo mejor del año y no vayamos a hacer recuento del pasado, sí que apetecía mirar un poco hacia atrás, de soslayo y por encima del hombro, y convencernos de que no había estado mal del todo. Y es que, a pesar de los pesares, en 2021 pasaron muchas cosas buenas. Así, de sopetón, resumo: pudimos, otra vez, ver conciertos de pie y sin barbijo; entre ellos, Los Paniks en directo, casi nada; privamos en el local de ensayo de Los Retumbes, cuando había toque de queda; conocimos en persona a Óscar Avendaño, y le hicimos de copiloto, que me puse nervioso y a escondidas iba garabateando en el aire para recordar cuál era cuál cuando tenía que indicarle si debía girar a izquierda o a derecha; volvió a grabar Toni Monserrat con su Inc.; nacieron sellos, que son más que sellos; volvió a editar un libro Álvaro Heras-Gröh; en Family Spree Recordings nos redescubrieron a los Dead Faces; ocurrió, por fin, el regreso de los Porco Bravo; y de Juan Cicerol, y de Margo Cilker, y tuvimos nuevos singles de NCC; los Tiparrakers otra vez; y más cosas, muchas canciones nuevas y libros que leímos por primera vez; y, a lo que iba, otra cosa: Black Toska.
Comentarios