Es todo casualidad y eso lo hace aún más maravilloso. Porque no es a propio intento que yo lleve dos entradas seguidas hablando de artistas latinoamericanos. Ni tan siquiera lo es que ninguna de las dos haya sido la típica crónica o la típica crítica que habitúo por aquí. Y es casualidad que este domingo leyera el periódico, que ya nunca lo hago, y leyera un reportaje sobre lo que los expertos llaman la Gran Dimisión, con cuatro millones de trabajadores al mes abandonando sus puestos en el país donde siempre creyeron en la movilidad social a través del culto al trabajo: lo llamaron sueño. Y también debe ser casualidad que este domingo estuvieran los Godfathers por la ciudad y cantaran aquello de "Birth, School, Work, Death". Es todo casualidad, sí. Pues bendita casualidad que te ha traído a mí.
Las canciones son para compartir, ¿verdad? Pues no puedo evitar compartir esta que me recuerda, de alguna manera, a lo que leí en el periódico, a lo que cantan los Godfathers, a las películas de Ken Loach, al convenio de los Hermanos Cubero, a la austera honestidad del propio Cirerol, a mi padre trabajando de noche, al punk y al fútbol de barrio, a los bares de madrugada con currantes que desayunaban mistela y la sirena de los turnos, a que hay una brecha que nos separa y solo tiene el color, la lengua y la religión del dinero. Y yo tampoco me doy cuenta. Y me recuerda, sin la letra, con el canto y el grito, aunque fuera mudo, a por qué me gusta la música.
Me la han regalado hoy en la radio. Me ha acompañado como un eco hoy, durante todo el día. Y, al volver del curro, la he buscado en el mundo inhóspito de la red. Son del Perú, se llaman Alejandro y María Laura y la canción, en concreto, "Algo tiene que estar mal". Hay versos ahí, desde el primero, que saben a aguardiente, que hunden como el diamante, que antes o después te tienen que rasgar, que tendremos, o podemos, por fin, que darnos cuenta.
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