Y cayó el diluvio universal. Le dije a Sertucha: "Al final, va a subir el río..." Sonrió, qué iba a hacer. Estábamos todos en la puerta, esperando a que pasaran los minutos, saludando, hablando, hasta que el que lo organiza nos dijo que mejor dábamos la vuelta y empezábamos a entrar. Así que siguiendo el tejadillo, que no dejaba de llover, rodeamos el caserío y nos pusimos a la cola para que nos apuntaran con el termómetro láser y para dentro, a buscar la fila, sentarse, "¡se sienten, coño!," y en la penumbra esperamos formales a que salieran los tres protagonistas.
Hablo del concierto de Hendrik Röver y los Míticos GTs en el Baserri Antzoki, este pasado viernes 18 de junio. Se anunciaban tormentas y las hubo. Llovió con ganas fuera y, dentro, arreció el rock y el blues sin que fuera posible buscar cobijo. Salimos todos empapados de música.
No me voy a ir por las ramas que es domingo y reina la apatía y la lozanía que nos llevamos al salir del bolo el viernes, la verdad, ya se ha ido diluyendo. Me centro, mejor, en lo que pasó dentro y arriba, sobre un escenario donde se proyectaban, al fondo, los acrónimos de los organizadores, en distintos colores, que parecía una batalla de propaganda en gamas, una paleta simbólica de humores mal enfocados. Salieron los tres con calma, sobrios, saludando, Hendrik Röver se cargó al hombro su guitarra telecaster y la primera frase que soltó al micrófono fue la que abre la canción "Un, Dos, Tres", de su último disco: "Tenemos muchas cosas en común..." Puede. Y más después del bolo.
Un bolo en el que se repasaron prácticamente al completo ese recomendable Vamos a morir que publicaron hace un par de años. En la portada del disco, si te acuerdas, un turgente tornado amenazaba el poco tráfico de una carretera de doble vía. En directo, invocaron nuevos fenómenos atmosféricos ciclónicos, huracanando las canciones del repertorio. "B.L.U.E.S." fue la segunda. El humor afilado de Hendrik Röver se rimó en "Luego," que la presentó como "historias reales de familia" y me lo creo. "Hmm Hmm Hmm" y "Homer" también cayeron, igual que "Volverá", abierta por Goyo Chiquito tentándole el ritmo a la madera de su contrabajo. "Fin de semana," también en ese disco, la ejecutaron a la perfección, evocando la situación con el empleo de maracas en lugar de baquetas. Para conseguir el brillo completo de ese ritmo desmayado y resacoso, contribuyeron la elocución y declamación de un Röver que no solo estuvo inspirado en esta porque estuvo suelto y entregado durante toda la actuación, tanto cuando articulaba los versos como cuando se expresaba con la guitarra. Por supuesto, también incluyeron en la lista la que da nombre al disco, "Vamos a morir", que consiguió levantar algún verso acompañado en orfeón por el público presente. Por cierto, igual es un chiste viejo, pero estuvo ácido Röver al presentar la canción con comentario de apertura, explicándonos que las siglas a. C. y d. C. que hasta ahora usábamos para resumir los sintagmas antes de Cristo y después de él, habían quedado obsoletos en su significado, y que ahora se referían a antes y después del Confinamiento.
Pero no se redujo el repertorio a esta selección de canciones, por supuesto, aunque no tiene mucho sentido que yo lo divida así. Tampoco vi muy claras las dos partes en las que pareció dividirlo el propio Hendrik Röver, quien cambió de guitarra a cierta altura del bolo y anunció que había terminado "la parte negra del concierto" y que empezaba la blanca. Sí es cierto que, con la primera, el sonido me pareció más envolvente y mantecoso, y con la segunda telecaster se hacía un poco más nítido pero todo sonó igual de fluido y enérgico. Pero bueno, también sacaron aquellos dos álbumes juntos, Fetén y Fatal, y aunque Röver admitió que uno podía ser declarado el optimista y el otro, el disco pesimista, también dejó claro que nada era tan fácil y que había que escucharlos con atención porque las cosas nunca son sencillas. Aquí, lo mismo, me pareció a mí, que no entiendo una mierda. De eso disco, también recuperaron alguna. En la parte final, cayeron canciones de anteriores trabajos, como "Rodar" o "Caviar y Champán", que la usaron para despedirse y desearle a todo el mundo manjares tan distinguidos, aunque ellos, ya lo dijeron, prefieran la cerveza artesana, que por allá por Muriedas, Cantabria, la tienen buena y cerca. Dos más destacaron en esta parte del repertorio. Una, porque fue simplemente cierto- Tocaron "Cien por cien", un futuro clásico en el pasado y en el presente, que presentaron dejándolo por escrito, si tenías dudas: "Nosotros siempre damos el 100%." La otra porque sonó sosegada pero fascinante, tan misteriosa como cualquier "Casa abandonada", larga, con un final insinuante que recordó a los pasajes evocadores de The Delines y que, creo, solo creo, Goyo Chiquito dedicó a un atento Sertucha, y es que hay algo en esa canción que recuerda a las que ha escrito Aritz para su último disco, el primero en solitario, del que ya hablamos aquí. Hubo más, pero yo ya había dejado de intentar anotarlo, mentalmente o por escrito.
Y también hubo versiones, si quieres saberlo. El propio Röver dijo que no hay concierto de los Míticos GTs sin una versión de ls NRBQ. Por cierto, digresión al canto: creo que viene bien aprovechar y recordar que no hace mucho se ha publicado un libro dedicado a esta mítica banda y su autor, Josep Calle, tuvo a bien invitar al propio Hendrik Röver para abrirlo con un prólogo. Esta vez, creo que tocaron "Howard Johnson's Got His Ho-Jo Workin'", pero puede que me equivoque, que no me da el conocimiento ni la memoria para más. Creo que sí acierto si digo que también cayeron "Don't Keep Me Wondering" de The Allman Brothers, "I Can't Be Satisfied" de Muddy Waters y el "Back to Memphis." Pero si yerro una vez más, qué más da a estas alturas. De los muchos solos que hizo Röver en estas canciones, te diré, si quieres saberlo, que, desde el fondo de mi ignorancia más supina e inocente, lo que más me gustó fueron los silencios, esas notas sordas, ese aire que mete entre tanto rastro por los trastes del mástil.
Y fuera ya no llovía tanto. Fumamos en comandilla mientras decidíamos qué hacer después. Pues fue seguir celebrando, por supuesto, que, si nos vamos a morir, que nos pille brindando, ¿no? Alguna vez le he leído a Röver en alguna entrevista algo así como que hace tiempo entendió que él no podía pensar en el público, porque nunca evoluciona contigo. Luego fuera me lo dijo de otra forma: "Teníamos muchas ganas de tocar." Subieron ahí arriba y se les vio felices, animosos, sin aspavientos, haciendo lo que quieren y sin tratar de convencerte. Si te unes, sube, y disfruta, que conducen de cabeza hacia el tornado. Nosotros también montamos en el coche, arrancamos, y volvió a jarrear. Entre el ajetreo hipnótico de los limpiaparabrisas, imaginaba a Sertucha aún en Derio, arremangándose los vaqueros para ponerse, definitivamente, a cruzar el río. Yo también sonrío, qué voy a hacerle.
Fotografía de Mikel Actitud, de Rock Attitude Facezine, y a quien, por muy punk que sea el tío, le moló, que me dejó un oído sordo con los silbidos.
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