Esta era fácil de prever, ¿verdad? Si hay nuevo disco de Los Enemigos, pues es difícil que no entren en esta convocatoria. Más aún, si les sale lo que les ha salido, Bestieza, uno de los mejores discos del año. Poco más hay que añadir, quizás, tan solo, justificar que de las diez que venían en el álbum eligiera ésta y no otra. No parece que me haya devanado mucho la cabeza, ¿verdad? Es la primera de la lista. Pero esa podría ser la justificación tanto como decir que es una canción redonda de esas que te ponen a botar desde el primer acorde, esencia pura de la energía y el humor y la agudeza que esta banda siempre ha conseguido trasladar al ritmo del rock.
Curiosamente, aunque escucharla, como ocurre, por otra parte, con todas o casi todas las canciones, te permita viajar en el tiempo, de manera caprichosa, y casi siempre hacia atrás, en esta ocasión, escucharla ahora, como ha sido escucharla en estos meses de 2020, ha significado, más bien, aventurarse a viajes sin retorno hacia un futuro que cada vez parece más lejano, y en ese equilibrio descompensado, la música de Los Enemigos pincha mejor que ninguna. Sí, es escuchar "Siete Mil Canciones" y es pensar en las siete mil que piensas patearte, bailar, beberte en directo cuando sea que eso vuelva a ocurrir. Y la nostalgia que trasiega ese presunto sueño es, en parte, el secreto.
Vamos, que lo dejo para el final: octava entrega para "Siete Mil Canciones" de Los Enemigos, porque era sí o sí.
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