Aberrante armagedón



El viernes pasado en el Mendigo Aretoa de Barakaldo, Bizkaia, actuaron Deadyard, banda que aprovechaba para presentar su nuevo disco, Armageddon It!, y Nuevo Catecismo Católico, a los que no les hace falta grabar nada nuevo con casi treinta años de carrera. Una nueva promoción de Another Freak Production!!, productora local, experta en bolos que golpean directamente en el maxilar, en colaboración con HFMN Crew. Si no se vendió todo el papel, poco quedó. Lo que pasó, filtrado a través de mi mirada, a continuación:

Los Deadyard empezaron el bolo con puntualidad. En un repertorio de docena y media de canciones, más o menos, aprovecharon para tocarse todo su nuevo disco entero, abriendo, por ejemplo, con "The Escapist Song" y "Stench of the City" y dejando, para el final, otras como "Armageddon It!" o "Black Hole Fun". Por el medio, destacaron canciones antiguas, ya rodadas y con impacto, como "Coffin Ride" o "Monkey Monggah Blues", pero también alguna nueva como "Old & Angry", con buena velocidad y resolución. Para la traca de despedida, dos versiones: "Search and Destroy" de Iggy  & The Stooges y "Sabotage" de The Beastie Boys, más algo de cosecha propia, una "The Boys Are Out" que ya es un clásico de las despedidas que terminan bien arriba, en lo más alto. Todo con buen sonido, recio, y aderezado con actitud a raudales.

Por su parte, Nuevo Catecismo Católico arrancaron, siguieron y terminaron sin abandonar las alturas en ningún momento, aupados por su capacidad para el directo, la distorsión de subidón y la buena colección de canciones que han amasado en estos casi treinta años. Le sumas a eso la disposición y conexión con el público y poco más hacía falta para asegurar el éxito. Arrancaron con una apuesta infalible, encadenando "Odio la velocidad" e "Incontrolable", y por el camino fueron soltando el resto de granadas de mano que siempre tienen en su arsenal, incluyendo "Detrás de tu mirada", "Prefiero estar en el suelo", "Tú y yo podemos comprenderlo" o "Sabes demasiado", entre otras. La clausura estuvo a la misma altura con "Soy un aberrante", "No quiero obedecer" o "En llamas". Destacaron, pero no por encima de las demás, que es una paradoja, la versión castellanizada del "Sick of Being Sick" de The Damned, la de Cerebros Exprimidos que grabaron en aquel split con Safety Pins, "Huye de ellos", o la del estribillo contagioso, el gimmegimmegimmenoisenoise que es imposible no sumarse a la horda cuando cantan "Noise Noise!" En inglés, además de esa, cayeron otras pocas, como "Life Is a Lie" o "Burn It Down", para cerrar, ambas cantadas por Arturo Ibáñez en sustitución de su hermano Gonzalo, que se atrevió con la guitarra, que hizo lo que el Guadiana, que se cantó todas las demás excepto la última, la habitual versión del "Sonic Reducer" de los Dead Boys para la que se subió Paco Roca, agarrado al micro, mientras esperaba, con la misma gala y gallardía que Stiv Bators. Todo con peor sonido, erráticos y con la actitud de serie, casi por inercia.


(Unos días más tarde...)


No, ya está. No voy a empezar otra vez, bastante retraso llevo ya. Yo esto lo mando así al editor y se publica tal cual, qué ostias. Y, de paso, todos esos que dicen (entre los que me incluyo) que se me va la mano con la cera y la gollería, con mi estilo de bollería industrial, diría yo, pues se quedan contentos: al grano, sin superávit, con aplomo que para plomos los que se nos cruzan de vez en cuando.

Porque para qué te voy a contar que entre la gente reunida allí se palpaban ganas de pillarle la medida a los Deadyard. Llevaba el guitarrista de mi izquierda una camiseta de Baboon Show, y creo que fue el mismo que cuando subieron la primera vez a ese mismo escenario, hace ya unos meses, y con menos público (aquí lo contamos), lo hizo tarareando a grito pelado el "Radio Rebelde" que sonaba en el equipo del local. No añade nada que te diga que da alegría ver que se hacen esas conjunciones entre bandas de fuera y auditorios locales, y que los de Barcelona han logrado rápidamente el mismo vínculo que los suecos consiguieron antes con la gente de estos lares. Pero eso no procede que te lo cuente, para qué. Menos aún que te diga que ellos mismos estaban igual de entusiasmados, que el cantante, antes de lanzarse a por "Machinery for Sharks", lo dejó bien claro: "Me siento como una quinceañera", dijo, y tras dar una larga bocanada de aire, concluyó: "pero me estoy comportando, eh". Y lo hizo, que apenas bajó unas cuantas veces al suelo y cuando, en "Coffin Ride", pedía palmas y bailaba sevillanas, lo hacía porque lo ponía en el guion. Y el bajista empinaba el instrumento como si hubiera descubierto el santo grial. Y en "Monkey Monggah Blues" a los dos guitarristas les dio un arrechucho con brote virulento, uno de ellas de espaldas, el otro en rapto vandálico, y el bajista declamaba de rodillas, y el cantante reptaba por el suelo como si le estuvieran poseyendo. Y. Vamos, que se estaban comportando y que, además, para qué te voy a contar todo esto. Para qué quieres mi opinión: sinceramente, los vi menos inspirados que aquella primera vez, pero igual de altruistas en el esfuerzo. Creo que hay canciones del nuevo disco a las que aún les falta recorrido, engrase en el directo, lograr la alcurnia que ya tienen guantazos a la remanguillé como las repetidamente mencionadas "Monkey Monggah Blues" o "The Boys Are Out". Hay, también te lo digo, alguna nueva que ya ha nacido con ese remate congénito, como la también mencionada "Old & Angry", pero el resto, probablemente, lo acaben teniendo más pronto que tarde, y se sumarán en su bacanal de rock sucio directo a la yugular, con espíritu punk, densidad de volumen distorsionado y energía que se hace materia y hasta puedes sobarla. Pero para qué te voy a contar eso, ¿verdad?, con lo que te conté arriba ya valía y todo esto sobra. Por obra y gracia del sentido común, me lo debo ahorrar, igual que debería librarte de que leas cómo te cuento que hubo un sorteo y todo durante el bolo de Nuevo Catecismo Católico. Se rifó una guitarra que pertenecía al propio Arturo Ibáñez, guitarrista de los guipuzcoanos y, para la ocasión, vendedor de boletos eventual. Era, que lo aprendí de memoria de tanto oírlo, una guitarra de luthier inspirada en una SG de finales de los 70, y que, finalmente, se llevó el dueño de un boleto que, justo antes de oír su número agraciado, estaba justo a nuestra vera regañándonos por reposar un momento: "¡prohibido brazos cruzados!, ¡prohibido manos en el bolsillo!" nos gritaba por encima del hombro. Pues esa es la actitud. La misma que tuvo para subir a recoger el premio, que agradeció como un merecido reconocimiento a toda su trayectoria personal, y si quieres saber cuál es, a mí no me preguntes, porque ni tan siquiera debería estar contándote esto, que no forma parte de esta crónica, te lo advierto, porque para qué. Pregúntame si es necesario que te cuente, que lo dudo, que por esto del sorteo, me dio la sensación, el concierto se convirtió en un sainete, entre canción y canción digo, en un manteo continúo contra Arturo Ibáñez. Por una vez, su parentesco sanguíneo con Gonzalo Ibáñez, cantante de la misma banda, se llevó a otra dimensión, y dio pie a pedir que se les cambiara un apellido tan robusto como el suyo, que parece invocar la memoria de habilidosos luthiers valencianos, ingeniosos historietistas catalanes, o insignes turronerías bilbaínas, por otro más exótico y gaélico como el de los hermanos Noel y Liam Gallagher, porque a ellos parecieron imitar, aunque con su toque personal de humor cáustico y elegante o, mejor, que creo que alguien se lo gritó desde la mitad de la platea, a quien verdaderamente recordaron fueron a otros dos hermanos, estos argentinos y de apellido Galán, que cuando cantaban en directo jugaban a ser pareja y pega la vuelta, porque hubo momentos que aquello parecía Pimpinela con un toque de Escenas de Matrimonio. Claro que sí, he exagerado, pero solo un poquitín, y total, qué más da, esto ya no forma parte de la crónica, ni tan siquiera te lo estoy contando. No te cuento que dio para mucho la broma de que Arturo Ibáñez había sido expulsado del grupo en riguroso directo, allí mismo, en el momento, pero ojo, que insisto, no te lo estoy contando, para qué, nada de esto sirve ni añade nada, ya sabes. No voy a contarte tampoco, por supuesto,  que el público lo dio todo y el sudor arrojado a cabezazos desde la primera fila salpicó hasta en el fondo, por donde, por cierto, volaron camareros a la grupa de vocalistas de otras bandas y otras pachangas varias que dejaremos para otro día porque hoy no, hoy no, hoy me ciño a lo aseadito, me vale con lo que os conté arriba, todo alisado, bien plegado y resumido en siete palabras, la última de ellas llana: rock and roll bruto y bien esputado.

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