El viernes pasado se petó el Mendigo Aretoa. Fue la cosa de menos a más y, al final, casi revienta. La densidad te iba llevando de aquí para allá hasta que, en nuestro caso, terminamos en la esquina más escorada del local. Todo porque actuaban en directo los Dead Bronco, me imagino, que tras ocho años de carrera y como media docena de discos, ya se han hecho un nombre en esto de la música y siguen teniendo un impacto que, se dice pronto pero no es fácil, llega hasta más allá de las fronteras ibéricas.
Antes de que salieran al escenario los Dead Bronco, actuaron Wood Strings, un quinteto con cello, llegado desde Aretxabaleta, que mezclaron el inglés con el euskera para ofrecer un concierto equilibrado, por lo que pudimos ver, donde se movieron del folk al rock, pasando por el pop, el americana y hasta el punk melódico. De hecho, antes de verlos, investigamos un poco, y vimos que tenían una versión publicada de los Alkaline Trio, que no sé si tocaron, la verdad, pero por eso nos atrevimos a incluir lo del punk melódico en la ristra de etiquetas con las que les hemos intentado describir y que solo dejan entrever, en realidad, que no sabemos muy bien cómo definirlos, lo que, en el fondo, suele ser bueno. Lo que es malo es hablar con conocimiento de un bolo que no has visto entero y eso nos pasó a nosotros, así que no podemos decir mucho más que lo descriptivo y esperar que haya otra oportunidad. Sí te diremos, aunque sea, está claro, anecdótico, que recogieron extremadamente rápido, casi sin recuperar el aliento, dejando el escenario yermo, que luego venían los siguientes y tenían que habitarlo a su manera.
Los Dead Bronco, yendo al grano, se cascaron un bolo de más de veinte cortes, en el que casi todos sus discos tuvieron representación, pero donde, sobre todo, tuvo cabida su último larga duración, The Annunciation, que publicaron el año pasado. Sin embargo, viajaron en el tiempo y pasaron, por ejemplo, del country con nervio que cautivó en sus comienzos a ese black folk con vetas metaleras que ha caracterizado su último disco. Ese momento en el que pasaron del "In Hell", corte del primer disco, al "Been Saved", corte del último, fue un buen ejemplo, encandilando a un variado respetable, que, eso sí, andaba ya prendado desde antes de que sonara el primer acorde, con diferentes tonalidades, velocidades y matices. Usaron teclados en "Do Us Part". "Scumbag", al principio, de su disco de 2018 Driven by Frustration destacó, igual que, al final, lo hizo una "Stop Watching Me", de The Annunciation, donde el bombo de la batería parecía acompasarte los latidos en el pecho. Fue un concierto sin momentos climáticos, sin aspavientos, sin necesidad de estimular al público más allá de ligeros parlamentos en castellano con acento y, por el contrario, se dedicaron a presentar una filiación musical que muestra raíces y herencias transoceánicas pero con un nervio personal. Recuerdan, en sus canciones más recientes, a Those Poor Bastards, sí, que lo he leído por ahí, a la oscuridad reveladora de Swans, a la densidad rítmica de Black Toska, pero, sobre todo, suenan, de alguna manera, a ellos mismos: ritmos hipnóticos, agilidad vocal, guitarras en diferentes tonos y, sobre todo, expresividad emotiva a raudales.
Así que sí, hubo expectación, y se notó en el número, como hemos dicho al principio, pero también en el detalle: gente con entradas en papel, compradas por internet, alguno que me encontré buscando la sala sin entender el google maps y, en general, pocas caras conocidas, de habituales del local. Y mola esto, y que me perdonen las bandas por desviar el tema, esto mola porque tener una sala en el pueblo que sirva para acoger este tipo de conciertos y recibir a nuevo público, mola, y he dicho mola tres veces, con esta cuatro, y espero que no se use como argumento en mi contra.
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