Fiasco Review!!: Maribel de Paniks



Yo no sé si lo he hecho por venganza o por pereza, pero el caso es que he tardado tanto en escribir del disco como a ellos les ha llevado grabarlo. Parecía ya una cuestión de estado y un coñazo: "qué, Patxi, ¿el disco?" Y el disco ni llegaba ni se le esperaba. Pero llegó al final. Se titula Maribel como la Maribel en "Maribel", una de las cuatro canciones que se incluyen dentro, y todos hemos dado por sentado, porque ellos se la dedican, a veces, en directo, y porque en la portada aparece su retrato como una especie de aparición espectral, que hablan de la que fuera su bajista original. Por cierto, que ya no hay contrabajo. David, el actual bajista, se ha pasado a la electricidad. Y no suena mal. Y, por cierto, no es el único cambio. Lo único que mantienen es la Z, porque han cambiado a Zala por Zebu en la segunda guitarra. Patxi sigue a los mamporros y Rioja en las voces, composiciones, traumatismos de cuerda y las habituales invocaciones frenéticas que tanto nos subyugan. Me unzo el yugo, que he tenido que mirar como se escribía el verbo, y me lanzo a cambiar de párrafo para dar un poco más de información y luego hablar así, como lo hago yo, sin decencia ni conciencia, sobre lo que han dejado grabado aquí. Ah, que no lo he dicho, sí, pues sí: hablamos de los Paniks.

El disco lo grabaron en Blue Bayou, el pequeño estudio de David, el bajista, en Bilbao, durante la primavera de 2019. Les ha llevado hasta diciembre del mismo año acabar de sacarlo, para qué van a correr, eso es de cobardes, ya sabíamos que los valientes, andan, y andan solos (si usara notas a pie de página, ponía ahí abajo que visitaras su discografía para pillar esta referencia). Al parecer, está dedicado, como hemos dicho, a Maribel Ortiz de Urbina, su antigua bajista, quien, además, reza como responsable de portada y contraportada y acaba plasmada en una de ellas. En la primera, se presenta por delante una especie de deshielo, una vela perenne cuya llama no se extingue y el nombre del grupo y del elepé en letra gótica. Por el otro lado, un faro en negativo, con una tormenta que se aproxima y lo que parece la silueta de alguien que no se amedrenta ante la amenaza. Falta la central nuclear, o igual es lo que se ve abajo, casi al lado del mar, y todo tomará sentido luego si te fijas en la letra de la canción que coincide en título con el single. Eso sí, si te gustan las alegorías, ala, disfruta, toma la fruta del pecado y ponte a interpretar. Por otro lado, ahí, en el revés, también encuentras toda la información del disco, muy escueta, como siempre, más el icono de los Dead Moon y, por qué no, una fotografía diminuta de un sonriente Ernest Borgnine que parece andar armado pero no le tememos porque le amamos, por lo menos, en celuloide. Dentro, se cambia de material plástico y pasamos del mencionado celuloide al vinilo, que por una cara burila dos y, por la otra, otras dos canciones. Dos de ellas son originales y se titulan "Maribel" y "Colecciono huesos", las restantes son versiones y responden al nombre de "Drowning (Ahogo)" y "Sobre mi tumba", originales, respectivamente, de los Reigning Sound ("Drowning") y de los Dead Moon ("Walking on My Grave"). Como ya hemos dicho, salió en diciembre de 2019, y lo hizo al cobijo del mejor lazareto para amparar a estos enfermos mentales de la música: Family Spree.

Por cierto, antes de más, advertencia de prospecto:

Por aquí, de vez en cuando, hacemos repaso de algún título que escuchamos dentro del año en curso, y este ya se ha pasado, pero pasamos de seguir a rajatabla todo lo que decimos que vamos a hacer. Además, he visto por ahí que, técnicamente, cuando las revistas, webs y demás atrevidos hacen esas listas saneadas y vituperadas con lo mejor de... suelen aceptar también los productos que se sacaron en el año anterior pero tan cerca de terminarlo que no dio tiempo a considerarlos. No vamos a ser nosotros menos, aunque suene estúpido hasta planteárselo. Seguimos, ahora, con las canciones, y empezamos, primero, con las que comparten con otros.

"Drowning (Ahogo)" te la cantan en inglés, como los propios Reigning Sound, pero Paniks lo hacen más rápido, que tienen prisa por abrirte la crisma: les lleva casi un minuto menos. Le meten palmas,  la percusión está más lejos, la voz más cercana, pero, en resumen, aunque no se pervierte, consiguen llevar el original a su terreno. La versión original tenía, a mí me lo parecía, una pulsión enérgica en el fondo que hipnotizaba, pero esta juega igualmente con la luz y la oscuridad, tiene el mismo carácter corrosivo para con la flojedad de espíritu, el mismo alma ingenuo e insubordinado: como un coche que se despeña por un terraplén abajo y tú vas dentro pero te la suda porque sigue sonando Andre Williams en el reproductor y el destino es el comino. Elegir, además, una del antiguo Oblivians Greg Cartwright no es casualidad. De hecho, luego, en una de las canciones que han escrito ellos, mencionarán la raíz, aunque el que se lleve la citación sea su compinche, Jack Yarber. En cualquier caso, a mí me parece una declaración de intenciones. Para explicarte por qué te diré voy a explayarme, como siempre, y te advierto que esto ocurrió en algún sitio del extranjero y han pasado ya como una decena de años. En el hotel había terraza así que bajaba a desayunar y me echaba un cigarro allí sentado mientras apuraba el café. Mi amigo el inglés venía luego y se tostaba el pan con dedicación, se sentaba en mi mesa tras un educado saludo, y se ponía a leer The Guardian como si no hubiera un mañana. Cuando se cansaba, yo ya iba por el tercer cigarro y el segundo café y entonces hablábamos. Una mañana yo llevaba una camiseta de Dead Moon y él otra de los Oblivians que bien se podía haber hecho él mismo a mano, a lo Kimya Dawson. "Good band", recuerdo que me dijo. "Yours, too", le contesté. Y fue él el que me contó: que todo el mundo andaba buscando a los nuevos White Stripes y nadie se había parado a pensar en estos. No sabía de qué me hablaba, pero asentí. E insistió: van a su puta bola, no les preocupa la historia, no tienen ambición ni interés por el negocio. Volví a asentir. Y luego acabó por joderla: "It's not me who says this, I read it in The Guardian once", y apuntó con la barbilla al periódico sobre la mesa. No me jodas, se lo podía haber ahorrado, pero razón tenía, dicen. Hablaba de los Oblivians y de su alergia a lo normal, a lo esperado. No voy a decir que lo mismo se puede aplicar a los Paniks, porque eso lo tienen que decir ellos, pero sí dije y repito que parece una declaración de intenciones, aunque igual ha sido simplemente casualidad o capricho. La otra versión es igual de cautivadora, por lo musical y por lo lírico, aunque esta vez, les da por la traducción. Por una traducción bastante literal, por cierto, con licencias atrevidas que, en general, aciertan a trasladar el enigma y el magma de la letra original. Quizás por el trasvase lingüístico, o porque se les va la mano en algún pasaje instrumental, quién sabe, pero esta vez, la hacen más larga, aunque sean solo diez segundos sobre el original. Por lo demás, "Sobre mi tumba" mantiene la intriga montaraz que tenía "Walking on My Grave". Hasta diría que se asilvestra aún más aquí, con los Paniks apropiándose del magnum 44 y aprovechando la reverberación del cañón. Estas dos canciones ya llevaban tiempo tocándolas en directo. Las dos forman parte de su repertorio y de su identidad musical. Las dos han sido, de alguna manera, usurpadas, sisadas del bolsillo de sus dueños originales. El arte, en parte, aunque sea cuaternario, siempre ha sido así: te apropias de él, lo deformas, lo transformas, parece algo nuevo y haces que le afecte a una nueva persona. 

También las dos nuevas, "Maribel" y "Colecciono huesos" las habían tocado antes en directo. Esto es el universo Paniks, no entiende de estrategias de mercado, puedes esperar sentado, si quieres, montándote un piknik (nueva nota a pie de página). La primera cuenta con el saxo de Josu Urkidi, "Witxita", de Eureka Hot 3, y empieza con ese apretón de músculo de Patxi a la batería que no pierde relevancia desde el fondo durante toda la canción. Los parches y las cuerdas del bajo retumban con gigantismo, como si fueran el silbido jovial de un cíclope caneco. Guitarras afiladas en una canción vertiginosa, vigorosa donde las campanas de San Juan repican en tu conciencia y la central nuclear te estalla en la cabeza. Cada vez que Rioja grita Maribel tú ves luz en la oscuridad, aunque, al final, la canción se derrumba sobre una bruma de rasgueos. "Colecciono huesos" es otro entuerto desquiciado en el que Rioja vuelve a comer niños a la riojana mientras pide arrebatado "dame rock and roll primitivo" y se lo da él mismo. La canción es como una reunión esquizofrénica, un trastorno musical disociativo: a cada estrofa, una nueva personalidad; capas de ruido, pliegues, otra distorsión, esas guitarras ondulantes, como un puente levadizo contra el que arremete el viento, una guitarra, otra, viene, va, rasga, puntea y, al final, risas locas y voces corales para cantar "La golondrina". Si eso no es una pesadilla surrealista, realmente no sé qué puede serlo.

Estaba pensando ahora, mientras lo releía y no era capaz de podarlo más que por dos veces al leer los títulos me he puesto a cantar a Siniestro Total, "Colecciono huesos", huesos tse-tse y bailaré "Sobre mi tumba"... y morirás mientras se ríe el disc-jockey. Y, lo sé, el que debería morir soy yo, beber cloroformo y merendar valium diez, pero vuelvo a escuchar estas cuatro canciones y se me enciende el piloto y me lanzo a vivir y colear que no hay manera de purgar. Son cuatro más. Cuatro canciones más en una carrera que lleva ya camino de la veintena de años y no nos echemos las manos a la cabeza, mejor, arrojémoslas al firmamento y gritemos aleluya, que sean veinte más, por favor, aunque tarden otros tres en regalarnos cuatro nuevas dosis.



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