Cuando quieres publicar un artículo en revistas académicas, de esas como el International Journal of Periodontics and Restorative Dentistry, en el que, por cierto, en su último número puedes encontrar un interesantísimo artículo sobre los implantes unitarios en pacientes sanos, normalmente te piden un resumen y una ristra afilada de palabras clave, para que se sepa de qué va la cosa sin tener que leérselo, digo yo. Yo, aunque haya podido parecerlo ahora, de Periodoncia y Odontología Restauradora no tengo ni puta idea, y aunque alguno haya llegado a creérselo, de música menos, pero sí sé que si hablan de The Longboards, las palabras clave que se repiten son siempre las mismas: rock and roll 50s and 60s, Dick Dale, Link Wray, Surf, Instro y, para esta ocasión, motos. Ya está todo resumido ahí, todo lo que necesitas saber para decidirte a escucharlo, así que ahora me dedicaré a lo mío, pero, con mi proverbial falta de criterio y clase, probablemente vuelva a repetir todas esas palabras clave. O alguna. O ninguna. Ya veremos. Igual me invento nuevas.
Me he quedado con la copla de una cosa: son doce canciones y un bonus track. 12 más 1. ¿Lo pillas? Hay una moto en la portada y la primera canción se titula "Ángel Nieto". ¿Ahora? 12 más 1. Pero las competiciones de motos, sean de la cilindrada que sean, se disputan en circuitos cerrados, dando vueltas a un recorrido en bucle hasta que se cansan o alguien dice basta. Ellos no. Ellos han superado el círculo, el circuito. Han publicado un disco repleto de canciones de menos de tres minutos y más de uno donde sobrepasan el perímetro acotado del circuito para alejarse como les venga en gana por carreteras secundarias, autopistas y caminos de tierra. Y ahí está la tangana que mola. Que el género es el circuito, y está claro, pero los desvíos, los atajos, las panzadas de kilómetros dejan todo eso en ello... y algo más. Más, cuando gusta, siempre es bueno. Yo no puedo evitarlo, pero escucho sus canciones y pienso: ¿esto lo tocan luego igualito? ¿Nota por nota? ¿Cuánto hay de improvisación, de espontaneidad, y cuánto de orden y estructura, de idea, de concepto? Y mola, repito el verbo de Camilo Sesto, mola solo que uno pueda hacerse esa pregunta, mola la disyuntiva, le da riqueza y quilate a la experiencia musical. Igual que mola que no se queden en el ejercicio, que las canciones tengan su firmamento y su jerigonza, su cosa, que pasen de ser sugerentes, cálidos en "Playa Hermosa" a alocados y vertiginosos en "Lube", inquietantes y misteriosos en "Turkish Hell", recónditos y evocadores en "Hana". Esas derrapadas en terreno resbaladizo. Se las arreglan para que las canciones tengan narrativa y originalidad, para que la diversidad llegue a través de matices y tonalidades variopintas. Ellos mismos braman algunas palabras clave y también hay conversaciones susurradas, pero en el relato instrumental encuentras la verdadera crónica con significado. Súmale a todo eso un sonido brillante y definitorio que sabe transformase según corresponda con la canción, siempre consiguiendo que los instrumentos suenen con un realce verosímil, entre el grano anguloso y la tibieza nítida. Súmale eso, digo, y ya lo tienes todo. Esto que es extra y las palabras clave de arriba que indican mejor lo que les distingue.
Editados por la rockanrolera disquera toledana Roctopus Tea Party, el disco, según he leído, se grabó a medias entre Jorge Explosion en su Circo Perrotti de Gijón y el hiperactivo ex Rauch Hands Mike Mariconda, más el bonus track que es una copia demo de "La Gran Plage", canción que se encuentra entre las doce anteriores, entre las que también se encuentra "La Plage", a secas, versión muy personal y traída a su terreno de Marie Laforet, quien, por cierto, murió este mismo año a los 80 años. A los 70 lo hizo Ángel Nieto, hace un par. Qué más contar. Que desde que grabaron el disco ha habido cambios en la formación, pero no en el espíritu y el estoicismo de una banda que lleva años paseando su surf instrumental por el legío que les queda para ellos cuando se quita la foresta del resto de los géneros más populares. Lo hacen sin concesiones, sin titubeos, sin dejar de sorprender con cada disco, demostrando que el ingenio y la genialidad no tienen fecha de caducidad, igual que no hay hora de retirada cuando paseas por la playa y se te va la conciencia a la resaca del mar y se te alivia la pena con la brisa que arrastra. La banda sonora de esa experiencia podría ser de ellos, claro.
He escrito todo esto sin decir nada de la fábrica de motos del pueblo. Tanto lo he evitado que ni he mencionado el título del disco. My bad: Moto Lube de The Longboards. Y la palabra clave para soportar esta crítica es... paciencia.
Me he quedado con la copla de una cosa: son doce canciones y un bonus track. 12 más 1. ¿Lo pillas? Hay una moto en la portada y la primera canción se titula "Ángel Nieto". ¿Ahora? 12 más 1. Pero las competiciones de motos, sean de la cilindrada que sean, se disputan en circuitos cerrados, dando vueltas a un recorrido en bucle hasta que se cansan o alguien dice basta. Ellos no. Ellos han superado el círculo, el circuito. Han publicado un disco repleto de canciones de menos de tres minutos y más de uno donde sobrepasan el perímetro acotado del circuito para alejarse como les venga en gana por carreteras secundarias, autopistas y caminos de tierra. Y ahí está la tangana que mola. Que el género es el circuito, y está claro, pero los desvíos, los atajos, las panzadas de kilómetros dejan todo eso en ello... y algo más. Más, cuando gusta, siempre es bueno. Yo no puedo evitarlo, pero escucho sus canciones y pienso: ¿esto lo tocan luego igualito? ¿Nota por nota? ¿Cuánto hay de improvisación, de espontaneidad, y cuánto de orden y estructura, de idea, de concepto? Y mola, repito el verbo de Camilo Sesto, mola solo que uno pueda hacerse esa pregunta, mola la disyuntiva, le da riqueza y quilate a la experiencia musical. Igual que mola que no se queden en el ejercicio, que las canciones tengan su firmamento y su jerigonza, su cosa, que pasen de ser sugerentes, cálidos en "Playa Hermosa" a alocados y vertiginosos en "Lube", inquietantes y misteriosos en "Turkish Hell", recónditos y evocadores en "Hana". Esas derrapadas en terreno resbaladizo. Se las arreglan para que las canciones tengan narrativa y originalidad, para que la diversidad llegue a través de matices y tonalidades variopintas. Ellos mismos braman algunas palabras clave y también hay conversaciones susurradas, pero en el relato instrumental encuentras la verdadera crónica con significado. Súmale a todo eso un sonido brillante y definitorio que sabe transformase según corresponda con la canción, siempre consiguiendo que los instrumentos suenen con un realce verosímil, entre el grano anguloso y la tibieza nítida. Súmale eso, digo, y ya lo tienes todo. Esto que es extra y las palabras clave de arriba que indican mejor lo que les distingue.
Editados por la rockanrolera disquera toledana Roctopus Tea Party, el disco, según he leído, se grabó a medias entre Jorge Explosion en su Circo Perrotti de Gijón y el hiperactivo ex Rauch Hands Mike Mariconda, más el bonus track que es una copia demo de "La Gran Plage", canción que se encuentra entre las doce anteriores, entre las que también se encuentra "La Plage", a secas, versión muy personal y traída a su terreno de Marie Laforet, quien, por cierto, murió este mismo año a los 80 años. A los 70 lo hizo Ángel Nieto, hace un par. Qué más contar. Que desde que grabaron el disco ha habido cambios en la formación, pero no en el espíritu y el estoicismo de una banda que lleva años paseando su surf instrumental por el legío que les queda para ellos cuando se quita la foresta del resto de los géneros más populares. Lo hacen sin concesiones, sin titubeos, sin dejar de sorprender con cada disco, demostrando que el ingenio y la genialidad no tienen fecha de caducidad, igual que no hay hora de retirada cuando paseas por la playa y se te va la conciencia a la resaca del mar y se te alivia la pena con la brisa que arrastra. La banda sonora de esa experiencia podría ser de ellos, claro.
He escrito todo esto sin decir nada de la fábrica de motos del pueblo. Tanto lo he evitado que ni he mencionado el título del disco. My bad: Moto Lube de The Longboards. Y la palabra clave para soportar esta crítica es... paciencia.
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