Fiasco Review!!: ¿Quién le escribe al coronel? de Los Fusiles



Bueno, ya sabemos todos, ¿no?, que en Sevilla se hace buen rock and roll. Tienen su propia tradición, de Silvio a Pájaro pasando por Diego Fuentes y otros más mediáticos que ya conocemos todos, los ponen en la radio y en los memorandos del Rockdelux, esos. Ser reduccionista no es bueno, así que no voy a seguir con las listas, pero, insisto, ya sabemos que allí no es todo copla y cante jondo, ni tan siquiera fue todo lo que luego llamaron rock andaluz. Hubo más y sigue habiéndolo. El mundo musical ya es inabarcable, siempre lo ha sido, y en Sevilla, como en cualquier otro sitio pero quizás mejor, llevan tiempo, en los tiempos más recientes, facturando rock and roll del bueno, del que tiene veta y raíz, del que sale turbio pero puro.

La misma familia, la que está de juerga, que nos trajo este año a Los Fusiles, nos trajo antes a Freddie Dilevi, que, por cierto, al parecer, son proyectos con conexiones. En el futuro, esperamos que los de Family Spree sigan con el mismo afán por descubrir a los vecinos más corruptos y excitantes de cada barrio. El caso es que, vamos al grano, y les ennegrezco el nombre a la segunda, los ya mencionados Los Fusiles sacaron este año un disco cuyo título, ¿Quién le escribe al coronel?, ya nos ganó, sin tan siquiera escucharlo, por hacernos recordar uno de los finales más contundentes de la literatura universal, aunque no lo hicieran a propio intento, que no lo sé:

   - Dime, qué comemos. 
   El coronel necesitó setenta y cinco años -- los sesenta y cinco años de su vida, minuto a minuto -- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:
   - Mierda. 

Mierda no es, pero si lo fuera, sería de la buena, hasta nutritiva. El disco de Los Fusiles, desde el mirador de nuestra pobre subjetividad, nos ha parecido un disco de powerpop efervescente con raíz de rock and roll clásico, aproximaciones al indie, y, sobre todo, personalidad propia, basada, sobre todo, en una enunciación expresiva, en letras con enjundia y estímulo, y lo que, sobre todo, marca la diferencia: buenas canciones, compactas, espontáneas y pegadizas. Que si te lees por ahí las reseñas digitales, que no son tantas, te nombran una ristra de nombres, elocuentes, repetidos, socorridos, que van de Los Ronaldos a Gabinete Caligari pasando por Tequila, Celentano y alguno de los que ya hemos mencionado antes. Y vale, apuntar con el dedo, si encima es para comparar, me parece de mala educación y un recurso muy manido (luego lo compenso explicándome con pormenores y sin lugares comunes), sin embargo, sí, todos esos están ahí. Pero también cosas menos esperadas como, si me apuras y me lo permites, La Habitación Roja, Iggy Pop... (... ese soy yo). Más otras que sí podrían ser susceptibles de aparecer como Chencho Fernández, Josele Santiago o hasta los 091. A Los Padrinos. Y paro: he escrito ya diez nombres, cuando, por lo común, intento que sean múltiplos de cero. Ahora mismo olvido todo esto y me centro solo en ellos porque, al fin y al cabo, lo que queda y procede es que, con todos esos en coctelera, si te soy sincero, a mí me suenan, sobre todo, a Los Fusiles. Lo pongo otra vez en negrita, por compensar, y porque rima con la portada de su disco. 

Tienen una cosa que ya mola desde la primera escucha: atajos, callejones sin salida, edificios narrativos llenos de plantas y sótanos donde reside una buena recua de personajes. Tienen letras con pliegues, con niveles, con una densidad considerable que, al mismo tiempo, no impiden que la canción fluya con naturalidad. Lo consiguen con un buen concepto prosódico, sabiendo usar bien la rima, interna y externa, y recitando el verso con vocalización expresiva. "Bala Errante", de arranque, es un ejemplo rotundo. 

Luego, en el estilo, en el brillo de la música, se van hasta lo más clásico, a los patrones de manual y enciclopedia, como en "Sadie", "Tarde de perros", "Galones y esplendor" o "Mecánica aplicada", pero todas tienen, al mismo tiempo, su matiz, su pigmento, un tornasol distinto, más moderno, cruzado, que le da aspereza y resolución al ejercicio de estilo. Como me decía esta mañana un taxista en Alicante: "Pero, ¿a dónde vamos? ... si estamos todos cruzados". Pues, la música igual. En una meten teclados, en otra saxofón, tienen el colofón de las historias, referencias y tirabuzones que enriquecen todos esos cortes. Hasta recuerdan a Sidney Lumet, a eso le llamo yo volumen, darle cuerpo al producto. Y en el medio te encuentras frases como, "suspirar es malvivir", que podrían imprimir en su próxima camiseta.

Otras en la colección se alejan más de eso que he llamado patrones clásicos sin saber si está bien dicho. "Solo esta noche" persevera en ese paisaje de personajes redondos que te dejan con ganas de más. La canción tiene un sonido particular, grueso, con resonancia en las guitarras. Seguimos: ese fraseo anguloso, vacilón, sugerente, con forma de medio tiempo en "Mañana será igual". Eso sí, la letra exige, requiere ángulo y precisión. "La llamada" es ritmo en vena, una de esas canciones con las que tu vida se convierte en un videoclip. Alma pop para arreglarte la amargura, incluyendo lo que parece un guiño al "Lust for Life". Una balada que no lo es, con partes vocales arrebatadas en "El Parque". "¿Quién escribe al coronel?" es la que más se ajusta a la horma indie. Esa pendiente vibrante por la que van subiendo los versos hasta que la estrofa restalla sobre el colchón de los coros y los platos. Visión panorámica y edificios derruidos para una canción de rima poderosa, interna y final, que envuelve una historia íntima y con nervio. Hay un blues también, "A cambiar de aires", con ese tono melancólico y oscilante. No es la más larga del lote por tres segundos y es que se toman su tiempo para emocionar las sílabas y desarrollar la historia con la agonía que requiere el género: es su visión de un tema universal con un verbo más particular. No es esa la más larga porque la más larga es "Mecánica aplicada", canción de bujías y pistones, con esas guitarras inquietas y expresivas que recuerdan a Los Enemigos; manteniendo alto el ingenio para la crónica poética con las manos sucias y los pies en el suelo: "hace tiempo estudié efepé por los cursos de la cececé". "Sistema solar", la última, es una balada disipada, frugal, sideral, que recuerda a los universos tan (extra)terrenales que suelen recoger las canciones de Josele Santiago.

Más registros de los que se podían intuir. Y muchos aparecen a la primera, en la primera escucha. Para un crítico, es como el ácido cítrico para las bebidas gaseosas, un acidulante de primera, que te pones petulante buscándole corolarios nominales a tus opiniones subjetivas, que si esto, que si lo otro, que si aquel, que si el de más allá. Sin embargo, sobre todas esas gimnasias, lo que queda es un ejercicio de suelo de diez, no sé si en rítmica o en artística, pero personal y eficaz, bien ejecutado, lanzando tan alto la cinta que les ha quedado un vuelo bien chulo. Sin chorradas: la buena música te alegra el día mientras alimenta el enigma de vivirlo. Y, algo así, creo, es lo que han hecho ellos. Si te apuntan, déjate disparar, no duele y, encima, resucita.

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