Fiasco Review!!: Matado por la Muerte de VVAA



Bueno, venga va, esto... rápido: que Matado por la muerte es eso, una compilación de canciones de punk, punk-rock y h/c, punto. El rollo es el mismo que se inventaron aquellos suecos, pero en el siglo pasado. Ellos también ponían en compañía a una retahíla de bandas punks que no conocían ni en sus barrios, junto con otros que los conocían hasta allí, en Suecia. También a los escandinavos los había matado la muerte, pero en inglés. En castellano, llevan ya, con esta, tres ediciones. Hay unos mínimos requisitos que son, a saber, que cedes los derechos y que no tienes derecho a desaparecer o separarte antes de que se publique el disco, cosa que no ha pasado en esta edición por el tiempo transcurrido en su gestación. Y que tienes que hacer eso, desde punk más feliciano y delirante al más cañero y rápido pasando por el que se acerca más al rock o al indie. Dos últimas condiciones: que cantes en castellano y que no puedes haberlo hecho antes, vamos, que estas canciones o están aquí o no están. 

Dicho esto, como ya he comentado, este es el tercero de la serie y de los otros dos de antes no vamos a hablar. Hablamos, por lo tanto, de Matado por la Muerte, volumen tres, se entiende. 21 canciones de 18 bandas porque tres repiten: Finale, Morbo y Campamento Rumano. El resto de los invitados, o los seleccionados, o los que se han dignado a participar, solo han aportado una a la colecta. Y son, por orden de aparición, los que siguen: Obediencia, Neura, CPU, Tss Tss, Úlceras, Cremalleras, Niños prodigio, Tipex, La fe, Retraseres, Satélite, Podium!, Tendido cero, Sistema de entretenimiento y Vigilante gitano. Para decorarlo se han currado un arte a la altura del contenido, destacando el rojo carmesí que sirve de fondo para un retrato vandalizado a color que distorsiona con sentido la impronta de uno de los cadáveres deshauciados más famosos de la actualidad. Por detrás, con tipografía vieja como de máquina de escribir y el mismo rojo chillón apretando sobre una especie de alicatado blanco de cuarto de baño rollo freiduría castiza, te repasan el listado de canciones, te avisan, por si acaso, de que lo uses a 33 revoluciones y confiesan que lo de la portada es cosa de Fabio McNamara, que ya sabes quién es, por mucho que tú fueras más de Mark, McNamara, que antes de en California, jugó en la universidad de Santa Clara, y solo lo digo porque rima. Abajo, con sus iconos y todo, te completan la información con la alineación de culpables: JGC Producciones, Beat Generation, 1 Minuto de Gloria y Discos Banana. Luego está lo de las monjas, un Dr Livinstogne, supongo que jubilado viajando en transporte público, la foto del bisabuelo del fondista Abel Antón volviendo de la compra, o algo así, Sisí Emperatriz hoy en día, con casaca del Zara y visitando la pasarela de pago para el concierto de Manu Tenorio en su móvil, un caniche hippy, y/o la captura retenida de la velocidad que infiere el punk en directo, representada por la curva espumosa de una cerveza que vuela. Todo esto fotografiado y decorando lo que ya he ido describiendo antes. Probablemente, dentro venga más, pero si quieres saber la verdad, esta crónica la estoy escribiendo gracias al bandcamp, y si tienes que juzgarme, hazlo, pero no vas a cambiar nada. El disco lo tengo prometido y lo tengo por ahí, pero aún no ha llegado a mí y, cuando llegue, ya será tarde, aunque igual de excitante. 

Hora y media llevo dándole a las teclas y no he dicho nada de la música que contiene el disco. Con eso vamos ahora, pero todo lo dicho hasta el momento, de alguna manera, también forma parte del proyecto. Recto al contenido, lo prometo:

Abren esta hermandad del punk, y me alegro por ello, los Campamento Rumano. No parece que el criterio haya sido alfabético, y casi que prefiero no saber cuál ha sido entonces. Igual lo echaron a suertes y les tocó, y eso es normal, porque le pasas el cromo de regalo del Phoskitos por la chepa al bajista y te toca la lotería como a Fabra, de verdad. Recién llegados del Funtastic, donde han disfrutado de la piscina más que del escenario, seguro, han empezado a promocionar este artefacto como si fuera suyo, que lo es, al menos durante un minuto y cincuenta y un segundos, lo que dura su aportación, dividida en dos canciones, una de medio minuto y el resto dedicado a la otra. La más corta se titula "P.I.S.S.", así, y la segunda, "Soy tenista y no comunista", una canción con aristas, pero lo digo solo porque me luce la rima. Son dos piezas pero dejan bien claro lo que proponen los Campamento Rumano: folclore mongol, teclados desquiciados, brevedad sin piedad, retintín (y Milú) y posposmodernismo recalcitrante. Han entrado en la escena vasca, donde el punk, para algunos, es más representativo que la txapela y el txuleton de kilo y medio, tirando la puerta del batzoki abajo con su aire fresco y lozano. Debían estar aquí y están, aunque ni debieran haber debutado.

Hemos hablado mucho de ellos, y no nos pagan, pero es que era de lo poco que conocíamos en toda esta selección. El resto, en su mayor parte, ha sido un descubrimiento, viento rozagante que para airear el desván de nuestro cerebro ha venido de puta madre. Hay aquí eso que llaman paletas, por lo de la pintura, con gamas bien distintas, registros diversos y una buena representación de la salud y vigencia del género. Probablemente, se podrá mejorar, como todo, y habrá quien eche de menos a este o al otro, pero lo elegido da muestras de que hay materia prima y que no prima una sola forma de entender cómo se hace punk. Han pintado un cuadro que ni Albert Bierstadt y sus grandiosas escenas del Oeste Americano. Esto sí que es salvaje y panorámico. Si, en lugar de vinilo de doce pulgadas hubieran dejado esto en óleo sobre lienzo, ni con todos los valles del Bierzo puestos en conjunción encontraban espacio. Vacío me he quedado después de semejante hipérbole.

E hipérboles hay pocas aquí. La grandilocuencia no tiene escuela en el punk. Por lo menos, en este, peninsular, con algún grupo que proviene del otro lado del Atlántico, que ha quedado recogido y apañado en esta selección. En general, y a grandes trazas, si yo tuviera que resumirlo en cuatro palabras, que ya se ve que eso no se me da bien, hablaría de variedad, inmediatez, sonido lo-fi bien entendido y discurso complejo, sea lo que sea eso. Te queda una sensación de urgencia, de que todo es fresco y espontáneo, natural, sin aditivos, y que, como ya he dicho, las bandas denotan particularidad, aunque alguna, por supuesto, se haga eco de la herencia. Las letras con una reivindicación más directamente política y expedita, con eslóganes reconocibles y arrojables, han quedado atrás en el tiempo. Algunas de estas bandas abrazan a Valle Inclán y lo miran todo a través de un espejo deformado. Muchas recurren al humor, la ironía, el surrealismo. Hay un cambio en el paradigma reflexivo (esta me la como yo solito) que apunta más a lo íntimo y desarrollado: "Mediocres", "Depresión", "Paranoia", "Malestar". Por otro lado, el sonido, en general, como ya he dicho, es lo-fi, pero para bien. Me imagino que ha habido un arduo trabajo de masterización, que el ordenador me lo corregía y ponía pasterización, que igual son sinónimos, para conseguir que todas alcanzaran un mínimo, pero molan esas voces desde el abismo, los bajos potentes, la distorsión granulosa, las baterías que suenan a hierro y tornillo. Al menos, a mí, me mola, que para eso estoy contaminando todo esto de opinión personal. Eso sería lo general.

Si lo concreto, vade retro, me concentro en lo de los registros. Y es que, insisto, complace ver como hay de todo un poco y las cuatro letras que sustentan la palabra punk abarcan una geografía tan amplia. Hay bandas de regusto más clásico, de patrones más reconocibles, como Obediencia, melódicos pero con impronta y energía. Algunas que se acercan al territorio del rock, como por ejemplo, La FeVigilante Gitano, aunque sin abandonar el vecindario punkarra, jugando en las fronteras, en las trincheras, saltando canceladoras, que es lo que apetece siempre. Igual que con los Retraseres, cercanos al garaje americano, desenvueltos, radiables y efervescentes, una de las canciones más fascinantes del álbum, y hay unas cuantas. En el mismo saco, ya puestos, incluiría a Niños prodigios, limpios, melódicos y accesibles, pero macarras y rabiosos, que no tiene por qué estar reñido. Los Tendido Cero combinan humor sarcástico y mucha velocidad para llegar directo al cerebro con una furia bien tamizada por las voces.

Otros son más cañeros, más coléricos, rápidos y/o caóticos, como CPU, Úlceras, Podium!, Neura, Tipex o Cremalleras, una banda mexicana en formato duo chico-chica, que practican un hardcore   acelerado con una batería que parece que está trepanando cerebros. El mismo formato se repite también en Tss Tss, chirriantes y pegadizos, pero estos se acercan más al pop, igual que Sistema de entretenimiento. Los Satélite tienen un sonido más particular, un aire más austero y evocador, jugando con los contrastes en la velocidad y las voces disipadas, un post-punk brumoso que azuza y atiza igualmente. Los peruanos Morbo destacan con sus guitarras aceleradas, los platillos estimulantes, jugando entre oscuridad y luz, con estribillos arrojadizos. "En el cubil" tiene un ritmo hipnótico y elemental, batería y guitarras que te obligan a botar sin complejos. Lo mismo ocurre con "Navajas" de Finale, un subidón instantáneo que convierte tus extremidades en apéndices de goma y no puedes evitar sacudirlos como si te estuvieran aplicando descargas. Que me mesmerizan las guitarras, en la línea, yo qué sé, de los Josef K que inspiraron el artie británico, pero luego regresan a la brutalidad y a la simpleza más provocativa.

Yo sé que en todo lo escrito se me ve el plumero y huelen de lejos mis gustos, pero lo mejor de todo esto es que puedes acercarte tú al disco, mandar a tomar por culo lo que yo he dicho, y poner el acento o el foco en otros, porque si te gusta el punk, entendido como música áspera pero directa, sin chorradas ni remilgos, que te enciende el pecho y la cadera con estrategias que no están infladas o sobreactuadas, ahí lo tienes. Voces femeninas y masculinas, más limpias y más sucias, bajos en primera fila o afilados por detrás, baterías con redobles o con ritmos más sencillos, guitarras con distorsión y alguna más enjabonadas, teclados y sin teclados, nervio, rasmia, furor en diferentes tonalidades pero en todo momento ese ingenio para tocar la fibra y despertar conciencias, soltar collejas, danzar cadáveres, patear culos. Se ha hecho un trabajo cojonudo. Si este es el punk que se está haciendo, se está haciendo bien. No te lo van a poner en las estanterías del mercado musical así que ya sabes qué tienes que hacer, mójate los bajos de los vaqueros, ensúciate las manos, baja al barro y busca, porque en tu barrio, probablemente, alguien esta haciendo ruido y merece la pena ensordecerse.





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