Fiasco Review!!: The Imperial by The Delines




El regreso de The Delines fue una gran noticia. Inesperada, de alguna manera, como lo fue su parón obligado. La desaparición de Richmond Fontaine se vio aliviada levemente cuando supimos que, al menos, seguiríamos disfrutando de la escritura y composición de Willy Vlautin en su proyecto paralelo, un proyecto que creció rápidamente hasta conseguir un reconocimiento internacional tan inesperado como la despedida y el regreso de los que hablábamos antes. 

Volvieron, además, con un nuevo larga duración bajo el brazo, este The Imperial que llevan ya meses presentando a un lado y otro del océano Atlántico. La recuperación física de Amy Boone después de su desgraciado accidente recuperó a la banda y dio salida a nuevas canciones de Willy Vlautin, cuya creatividad permanecía parcialmente silenciada desde la publicación de Colfax con The Delines en 2014 o el último disco de Richmond Fontaine, You Can't Go Back if There's Nothing to Go Back to con el que se despidieron en 2016. Richmond Fontaine volvió el año pasado para publicar un álbum instrumental, Don't Skip Out on Me, que sirviera de banda sonora para la novela de igual título, la quinta en la exitosa carrera literaria de Willy Vlautin, el compositor principal de ambas bandas. Pero estábamos ansiosos de más. Y llegó en enero de este mismo año. 

Ahora, aprovechamos que una nueva gira europea les trae de regreso a Bilbao para proponeros que esuchéis este disco y todo lo que podáis que vaya firmado por Willy Vlautin y explicaros por qué. Así, con la habitual falta de objetividad y con absoluta sinceridad. La última vez que Willy Vlautin nos visitó fue con su anterior banda, Richmond Fontaine, en la gira de despedida, en el BIME de PJ Harvey, hace tres años. Con The Delines fue hace cuatro, también entre semana, como en esta ocasión, en un día lluvioso que no estropeó el concierto. Vuelven al mismo escenario, al Kafe Antzokia de Bilbao, y lo hacen con una formación parecida, contando con los ya mencionados Amy Boone y Willy Vlautin, la primera a las voces y el segundo a los coros y la guitarra, más el también ex Richmond Fontaine Sean Oldham a la bateria. En el resto de acompañantes ha habido algunos cambios, si no me confundo, y no estarán ni Cory Gray ni Freddy Trujillo. En Inglaterra e Irlanda sus conciertos se cuentan al récord de carteles de todas las entradas vendidas. Llegan, además, con algún nuevo ep a modo de tentación. Todo eso, mañana. Desde enero de 2019, podemos escuchar todo esto:

Diez canciones que recogen la esencia de lo que proponían aquellos The Delines de hace cuatro-cinco años y recuperan el universo literario que siempre ha encapsulado en sus canciones Willy Vlautin. Historias de perdedores, gente vulgar y anónima, atormentada y esperanzada, atrapada en un laberinto urbano y emocional que Vlautin caracteriza, representa y verbaliza con una habilidad natural y simple. Sus canciones aparecen ajenas a la literatura y a la decoración, ejercicios de sinceridad innata y ordinaria que emocionan por su cercanía y autenticidad. Parece que puedes reconocerles, comprenderles, casi tocarles. Son canciones de personajes, de las emociones, perdiciones y esperanzas de esos personajes. De hecho, la esperanza principal y expuesta de esas canciones reside simplemente en el hecho de que existen, que se han creado, que esas personas silenciadas y abandonadas han ganado, aunque sea por un instante pasajero y vulnerable, la singularidad y relevancia que no podrán disfrutar más, que no disfrutarán nunca, en realidad. No te esperes grandes metáforas, rebuscados ejercicios de figuración, lo que pone los pelos de punta aquí son los nombres propios, las historias, los detalles, el paisaje, las frases comunes que adquieren un valor poético sin que se estropeen. Todo eso lo lleva haciendo Willy Vlautin desde hace años, desde un origen con un toque más punkarra en aquellos primeros discos de Richmond Fontaine hasta los últimos, más cercanos a la americana reposada, oscura y exportable. Dio en la tecla hace mucho tiempo, tanto en papel como en acordes, pero el proceso hacia arriba y hacia adelante no ha resquebrajado ni maniatado los valores de su creatividad: honradez, humildad, proximidad y verismo del bueno, del que da voz a los que no la tienen ni, en muchos casos, probablemente, quisieran tenerla. 

Sí, no te lo voy a contar ahora: no soy objetivo. No voy a estropear esto hablando de mí, pero puedo decir, para justificar brevemente mi estilo exagerado y lisonjero, que sé de lo que hablo, por haber estudiado esta obra largo y tendido y por conocerle personalmente. Si tú también quieres hacerlo, lo tienes fácil: ve mañana y acércate al final a la mesa del merchan, no hará falta más. Si lo que quieres es argumentos académicos y valorativos, lee, por ejemplo, Under the Western Sky: Essays on the Fiction & Music of Willy Vlautin, editado por el profesor de la universidad de Derby Neil Campbell y que recoge sesudos artículos científicos sobre la obra musical y literaria de Willy Vlautin a cargo de profesores norteamericanos, británicos y uno de Barakaldo. Así que sí, no soy objetivo, claro. 

No vas a encontrar escalas altas y excitantes en este disco, excepto, quizás, en "That Old Haunted Place", una canción distinta al plano de recogimiento y exposición de las demás, todas arrimadas a los tiempos lentos, la claridad instrumental, la emoción contenida y atribulada, reposando con confianza sobre la voz poderosa de Amy Boone y la exactitud narrativa del acompañamiento instrumental. En esa canción mencionada, además, se recupera una referencia que evoca todas las historias que ha venido contando anteriormente Willy Vlautin, expandiendo un universo que creció hacia la novela y que incluso ha llegado al cine. La mención de Felony Flats nos recuerda que estos personajes ya tenían vida antes, que llevan tiempo esgrimiendo su realidad en el mundo creativo de Willy Vlautin, igual que los Eddie, Holly, Charley, Polly, Lorna, Sonny y compañía que se presentan en The Imperial recuerdan a los muchos otros nombres propios que protagonizaron todas las canciones anteriores. La energía trascendental que se establece entre la historia contada y la música que la cuenta, quizás se aprecia con mayor vigor en canciones como "Holly the Hustle", estremecedora desde el título hasta el final descarnado y ligeramente vivaz, con un toque jazz y soulero, de sus casi seis minutos de duración, de sus casi seis minutos de dolorosa vida rescatada en una canción recia y de contrastes. El comienzo embaucador de "Eddie and Polly" y los teclados llenos de significado en "Cheer Up Charley"... No sé por dónde empezar a desmenuzar el resto sin querer, como no quiero, hacerlo. Así que me limitaré a mencionar una última, la que da título al disco, "The Imperial", donde las notas parecen acrecentar esa mezcla de tiempos verbales donde se confunde la nostalgia y la ilusión, el dolor y el alivio, donde se materializa lo que normalmente intentamos obviar, qué jodido y qué bonito es todo al mismo tiempo, sin poder desprender lo uno de lo otro.

Todo parece muy solemne y exigente. Y lo es. Hay que leer, hay que oír, hay que sentir, en ocasiones, hay que desbrozar la negrura y reconocer preguntas que, en el fondo, cuestionan algo más que lo que estás escuchando. ¿Quién hay detrás de esas cortinas? ¿Quién conduce ese coche abandonado en el aparcamiento? La mujer que lamenta que su marido ya no la quiere como antes, habla de cuando conduce y se encuentra un coche abandonado en la cuneta, y cómo intenta no mirarlo, porque piensa que cuanto más lo miras más puede que te pase a ti lo mismo, y tu vida, y tu historia acaben abandonadas en la cuneta. ¿Quién abandonó esos coches? ¿Qué pasará con ella? Las historias de Willy Vlautin se entrelazan entre sí, se enzarzan con las nuestras, tejen un universo realista y real en el que todos parecemos unidos por la miseria y por la promesa. Igual que, en este disco, de manera mágica y significativa, sus historias se compenetran con la voz de Amy Boone, borrando, en esta ocasión, las fronteras de los géneros. Pero eso lo he dejado ahí, colgando del pomo de la puerta. Otra puerta entreabierta, otro motel de carretera. Entrar o esperar fuera es cosa de cada uno. Yo, si quieres, te invito a una luego y lo comentamos.

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