Va a ser verdad, que not dead



El pasado jueves volvieron los GBH a Barakaldo y, acompañados de los locales Putakaska, colmaron un Mendigo Aretoa que prácticamente estrenaba temporada y se prometen muchas más galas excitantes como ésta. Embutidos y sudorosos, los presentes asistieron a una gala auténtica de oi! y UK82 en la que, en ningún momento, pesaron los años ni el expediente de dos bandas que si te animas a imprimir sus currículums... vete ahorrando para tóners.

Manu y Manolo, bajista y guitarrista de Putakaska, llevan en la banda desde el 86, desde que empezaron a vivir vacilando. Olivas, el vocalista, se sumó en 1994, y David, el más joven del grupo, cumple ahora siete años a cargo de la batería. Son más de tres decenas de años representando un estilo y una actitud que ha curtido y aleccionado a varias generaciones de jóvenes locales y más allá. Usan los colores del pueblo y no es casualidad. En un ambiente cargado, la conexión con el público hizo que la atmósfera fuera aún más densa. Mezclaron material añejo con otro más reciente, aunque todos suenen con la misma urgencia y potencia en directo. No están en orden: “Yo me quedo aquí”, “Tu rock and roll es una mierda”, “Verano’86”, “Estúpida España”, “Bienestar social”, “Quema la televisión”, “Otro color”… Esta la coreó la peña, que parecía que se te apretaba algo en el estómago. En la de “Verano’86”, tienes la misma sensación de estar vociferando un himno, y cuando Oli grita aquello de los “putos Distorsión”, en esta ocasión, tocó cederle el espacio a los GBH. Unos GBH que, por cierto, al entrar, si te asomabas a pedir a la barra, podías verles atentos desde la puerta del camerino siguiendo el concierto. Para ponerle más excepcionalidad al momento, Elemento Grisaleña subió a cantar esa canción que ha quedado enmarcada en el ADN de los que crecimos en los 90, una “Barakaldo” que a alguno le dejó la garganta estrangulada. Hubo tiempo para más, y es que Oli también acogió a otro invitado a su vera, y para cerrar, el propio Colin Abrahall se subió arriba y cantó a dúo con el barakaldés un tema de su propia cosecha, el “City Baby’s Revenge”, para emoción de un Oli al que se le vio entusiasmado durante toda la gala: “Ya sabía yo que la íbamos a liar”, gritó. Los Putakaska son lo que son porque se lo han merecido, por llevar más de treinta años de carrera luciéndose en un género que parece tan autóctono como internacional; pero, al mismo tiempo, si están donde están es por esa conexión que ellos mismos alimentan con un público que no respeta las fronteras ni el amodorramiento más condescendiente. Están en forma y llevan estándolo muchos años ya. Son, si lo quieres, un auténtico patrimonio de nuestra cultura, que es diversa e inquieta como ella sola, aunque muchos aún no hayan sido capaces de darse cuenta. 

Y el mismo juego elogioso en cuanto a la virtud de la experiencia y la vigencia podemos aplicárselo a los GBH. Estos llevan ya desde el 78, más de cuarenta años de carrera, y siguen mostrándose aplastantes. Por mucho que se encorve y se apoye en el micro, cosa que lleva años haciendo y es casi ya como un tropo universal, Colin Abrahall y sus tres compañeros, serios y tajantes, no bajaron un ápice la contundencia durante un concierto en torno a la hora y media que empezaron pronto, con ganas y buscando la misma cercanía con un público que, si ya se rindió a Putakaska, pocas fuerzas quedaban para resistirse a estos. Más aún cuando, en varias ocasiones, hablaron de Barakaldo como su segunda casa. Su repertorio también fue de relumbrón, cubriendo diferentes etapas de su larga trayectoria y enervando las entrañas de la peña con canciones emblemáticas como “Give Me Fire”, “Sick Boy”, o “Time Bomb”. Pero si hay que resaltar algo es que canciones como “Never Asked for Any of This” o “Liquid Paradise”, que ellos presentaron como nuevas y que grabaron para el disco de 2017 Momentum, sonaron tan frescas y firmes como las clásicas que la gente cantaba a pulmón. El final no decepcionó y a él se sumó, para devolver la vista, Oli, quien después de que terminaran “City Baby Attacked by Rats”, pilló el tren en marcha para acompañar a un perseverante Colin Abrahall con “City Baby’s Revenge”. Para cerrar, “Maniac”, sí. La gente no protestó ni pidió más. Todos parecían satisfechos. Además, ya no se podía transpirar más. 

Como dije al principio, una sesión perfecta de punk-rock que demostró que el género no está hecho para homenajes. Y es que pueden pasar los años que quieras, pero estas dos bandas tienen músculo y presencia para seguir siendo un ejemplo vivo de las virtudes y compromisos que siempre le vimos al punk, ya esté hecho allí, aquí, o a medio camino de ambos lados. 

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