Transeúntes



Los Transeúntes llevan poco en esto, como grupo, digo. Creo que no llegan al año. Se reunieron por las cosas que tiene la vida, por lo que cuentan, y se ve que les viene bien, por lo que dicen. Y por lo que se ve, porque se les vio bien. Acalorados, y eso que estaban a la sombra, pero bien, cómodos, entre amigos, sin prisa ni titubeos. Más cómodo, e igual de acalorado, estaba el público que ocupaba la terraza, siguiendo el bolo en mesas y sillas de plástico, alguno hasta con las piernas estiradas. Los demás, de pie, al fondo, a modo de cercado, lo perimetrábamos. Íbamos, como las vacas en verano, buscando una encina para recogernos del sol. O, en este caso, un trozo de toldo, el perfil de un edificio, daba lo mismo; pero como los seres de Soy leyenda, buscando la tangente de la umbríaY había transeúntes también, sin mayúscula, que pasaban por allí, se encontraban con el percal, y lo veían ocurrir igual que, volvemos con el ganado, las vacas ven pasar al tren, en invierno o en verano. 

Hablamos del bolo en el Sugoi. De la primera parte del mismo, que para la segunda, estrenaremos otra entrada. Empezó puntual a las seis, o casi, que casi no llegamos a tiempo, y lo arrancaron los mencionados Transeúntes. Yo no soy ducho en el usufructo de las etiquetas, pero diría que hacen rock and roll urbano, sea lo que sea eso. Son sección rítmica, bajo y baterista, que también tocaban juntos, por mencionar lo reciente, en El Ruido, más un guitarrista que canta. Canta con un deje al rollo clásico, voz profunda, letras con contenido, arrebato en los estribillos, todo bien pulido sobre los riffs. Por la parte del ritmo, me veo yo el secreto de lo compactas que suenan las canciones, que son como la música que se hizo por aquí durante muchos años: sencilla, pero maciza como bloques de hormigón para escolleras. Mención especial para la bajista, hierática pero firme, con una postura rotunda, un bajo elegante, poniendo por delante el zócalo que levanta el patio. 

Un patio de vecinos, en el buen sentido, pareció por un momento la cosa, que la misma bajista, en el descanso, le decía a alguien que había visto a alguien no sé dónde, y le contestaban: "Ah, sí, ¿dónde?, no jodas"; e iba cayendo la ropa del cantante, primero la gorra, luego sin camiseta; y corrían las cervezas Beck's en las mesas de la terraza; y las señoras empañueladas al cuello y los señores que las acompañaban, se paraban, sonreían y de la misma se piraban. Todo bien, aquí, a pueblo, como entre amigos, en fiestas, sin tiempo para la siesta. 

Así fue. Creo yo, vamos. 

La foto, por cierto, la he cogido de la página de Facebook del Sugoi. Hoy mismo la quito si alguien me lo pide, que la he pillado sin permiso. 

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