Las canciones: mucho Elige tu camello, incluyendo "Elige tu camello". Y casi todas las demás en ese disco; o todas, la verdad. "Su eco", "Vater dorado", "Cabeza Mármol", "El ojo" y "Demoledor", que es de ahí y de antes, pero ya sabes. "Código del Hampa", también, y... Y también cosas de antes: "América" del Delirio Tóxico. "Enemigos todos" del Muy fuerte. "No comprendo" del Señales de Humo. Y dos versiones, el "Hit or Miss" de The Damned y el "Over the Top" de Motörhead. Empezar, empezaron con "Triángulo, cuadrado, rombo", y justo arribaron Jolín y Deabru, que se pusieron a dibujar guitarras aéreas y Deabru no era capaz de hacer cuernos con sus dedos de gomaespuma o lo que sea. Se fueron de la misma, por supuesto. Y dejaron a Jon Ander con el corazón roto. Pero tenía con qué jugar. Se lo pregunté un instante antes de que empezara: "¿Qué vas a hacer con todas esas mesas y sillas?" Y me contestó: "Pues, en principio, controlarme, luego ya veremos". Se controló así: a la primera, ya encontró un buen cómplice, el brazo verde de la sombrilla, con el que se confesó, bailó, al que acarició, del que se colgó, del que colgó el micro y cantó como Curious George en un karaoke afterhour, y son las últimas palabras que uso en inglés; "Cabeza Marmol" la arrancó subido a una silla; arrancó varias sillas del suelo y no las lanzó más lejos porque, sí, se controló; bebió de lo que pilló, de lo que había por allí, de lo que fuera, que hasta Jero hizo un gesto con los hombros y le dijo a Senén algo así como piiiiiiiiiiiii; en una de estas cogió el menú plastificado de una de las mesas de la terraza y gritó a pleno pulmón: "¡Una de calamares!"; le dedicó la fila cero del concierto a Tonetti y el "Enemigos todos" a Luis Cobos; acabó sin su guante de fregar amarillo pero con el bolso rojo de alguien; con una niña, empezó a cantar "Gafas de oro" y los coros los rompió con otros, bailó con Josu Mellid, asustó a varios ciudadanos de bien que paseaban felices, buscando la alegría de la fiesta; celebró la música que nadie apagó de los bafles de Zaballa; y, de vez en cuando, se sentaba a descansar, resoplaba, y bebía del vaso que tuviera más cerca. Vamos, que sí, se controló.
¿Lo mejor? Todo eso que te he contado ahí, y que vieron mis ojos miopes, igual que los de tantos otros, sanos y menos sanos, no es accesorio, ni exagerado, ni fingido. Suena todo natural, como fluye la música, como si no habría otra manera de hacerlo. Por eso los Tiparrakers, y si me llevas la contraria me la sopla, son una de las mejores bandas en directo de la zona y, probablemente, de más allá. Si están, además, inspirados, y el equipo funciona, mejor. Sonaron a buen volumen, Kalbo estaba suelto en la batera y hasta sonreía y le pedía falafeles a Kañón, Senén sudaba, ponía caras raras y llenaba la plaza de distorsión fornida, y Jero echaba el cuerpo para atrás y lacraba la métrica. Tienen canciones rotundas como argumentos sólidos para ganar los juicios de Núremberg y al Núremberg de Max Morlock en el 61.
Yo me fui del Sugoi camino del Tubo con el subidón en proceso. Saludé a Niko Vázquez, crucé la calle, y al torcer la esquina de Zirika Irratia, ya sabía, que aquel día, iba a acabar muy tarde. Putos Tiparrakers.
Ah, eso, que creo que no lo he dicho: estaba hablando del bolo de Tiparrakers, segunda parte del que habían empezado los Transeúntes, en la terraza del Sugoi. Sige el FestiBar y eso, ya sabes.
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