Los Retumbes



Fue un bolazo, dejémonos de ostias. Hubo gente que los veía por primera vez y, epifanías, pocas, no hubo, creo, pero orgasmos, casi. Y sonrisas amplias, camisetas transpiradas, gente feliz, vamos. ¿Qué más quieres? ¿La paz en el mundo? Pues, desgraciadamente, eso no, eso es más complicado. Otros los habíamos visto muchas veces antes, casi, si me permites, diría que los hemos visto nacer y crecer. Aun así, el impacto fue el mismo: fue un bolazo, para nuevos y veteranos, para amigos y desconocidos, para los versados y los que no lo están. 

¿Por qué? Pues porque allí dentro hacía calor, sí, mucho, y había júbilo, exógeno incluso, pero, sobre todo, hubo conexión. Y ese vínculo no se consigue tan fácilmente. Y nunca ocurre por casualidad. Si tienes la oportunidad de vivirlo, disfrútalo; desde fuera o desde dentro, pero disfrútalo. Sin miedo a exagerar, será una de esas pocas ocasiones en las que experimentes la magia y magnitud de la música. 

Y en este alineamiento extraordinario, te lo creas o no, el espacio tiene tanto que ver o más. El Tubo tiene su cosa, en general, para todas las bandas, pero con ésta en concreto es como encontrar la llave que abre el tesoro. Un tío que se llamaba Meinig o algo así, dijo que los lugares son algo más que lo que vemos con los ojos, que más bien son lo que son en nuestra cabeza. Pues en la cabeza bífida de Los Retumbes, El Tubo es el elemento natural. También al revés. El Tubo es El Tubo por el rastro que han ido dejando los cientos de bandas que han pasado por allí. Se le puede llamar poesía. Porque otro tío, que se llamaba Stegner, pero no era alemán, decía que un lugar no es lugar hasta que no le prestamos atención y, sobre todo, hasta que no le prestamos la atención más elevada, que él llamaba poesía. Insisto, también le podemos llamar poesía a esto: a ese vínculo, alineamiento, conexión. Llámalo como quieras: felicidad, si eso. 

Pues eso: fueron Los Retumbes y fueron en El Tubo. La lista de canciones fue más larga que un día sin música. Y justo pasó lo contrario, que música tuvimos a espuertas, y de la buena: punk, garage, rock and roll, un poco de surf, pub rock, revival, lo que te apetezca. Lo metes todo en una coctelera, lo bates, y te sale eso, que retumbar es mejor que follar, lo que cantan ellos. No voy a decirte ni uno solo de los títulos, y los tengo, tatuados en la memoria y en foto en el whatsapp, pero, para qué. Descúbrelo tú. Y te voy a decir algo más, no voy a mencionar a ninguna banda para explicarte qué música hacen. Ya lo he hecho antes. Eso es fácil, darlo masticado, repetir lo que hacen otros, lo que hice yo mismo en otras ocasiones; y nosotros, que no somos doctos, preferimos lo torcido, el cocido maragato, el garabato antes que el renglón tieso. Así que lo que te digo es que Andrés, cuando se acuclilla y dispara con la guitarra, descubre, en un solo gesto, el buen gusto que esconde: ahí tienes a Micky Hampshire. Y que cuando Ana coge las maracas y aporrea la batera, Machín se despierta en su tumba y busca en las páginas amarillas una peluquería abierta para hacerse una mohicana, o un peinado a lo Perry Como, da igual. Que si no te lo han contado ya, te lo digo yo: estuvieron inspirados. Y la música es sencillamente eso, lo más sencillo: ritmo, nervio, me abro en canal y comparto. Y es lo que hicieron. Luego, seguro que te lo han contado ya, pero lo añado: además, también hubo parafernalia, performance, espectáculo, sorpresas, que nunca están de más. Entre otras cosas, repartieron antifaces hechos a mano y con su tiempo privado (apúntate esa, que cuenta), contaron historias verídicas sobre vandalismo vulcanizado, y, sobre todo, hubo ajusticiamiento popular. Se hicieron añicos los vinilos de Cantores de Híspalis, la Decada Prodigiosa y Julio Iglesias. Aunque, a este último, la gente lo quiso amnistiar, y el que estaba al lado mío casi suelta una lagrimilla muy sincera, qué cosas tiene la farándula y la cultura popular. Otras, que de todo hay provecho, utilizaron lo que quedaba de policloruro para abanicarse, ele ahí. Y voy a terminar, sin cambiar de párrafo: sé que te dije que no iba a mencionar ningún título, pero voy a hacerlo, porque donde dije digo, digo miento. No voy a hablar de parques porque, sí, es así, lo que ocurre en El Tubo se queda en El Tubo, pero sí tengo que decirte que probaron dos nuevas, “Alienígenas ancestrales” y otra que aún no tiene título pero se conoce por “Gasolineras” o algo así, y sí, esto va a seguir y lo celebramos. Y después de hablar de muertos y camisetas y adicciones a la telefonía móvil y desastres naturales con los que se pueden practicar deportes acuáticos y todas las cosas de las que hablan y cantan, se despidieron dándole dos veces al viejo Bo Diddley, primero con “Cadillac” y luego con “Road Runner”, o al revés, ya no me acuerdo. Ahora, sí, cambio de párrafo, para despedirme:

Fue un bolazo, en eso estamos todos de acuerdo. Creo. Y, si no, me la suda. Sudamos mucho. Y salimos de allí convencidos de que esto merece la pena. ¿Hay algo mejor que eso? La paz en el mundo, me imagino, pero eso está más jodido. 

Comentarios