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Screamers & Sinners & Labretta Suede & The Motel 6 & estábamos por allí & lo sé, ha pasado una semana desde esto, dónde vienes tú ahora con el cuento, esto no está fresco, huele a ciénaga y alcanfor. For the love of God, que dicen en las miniseries de Netflix, no he podido llegar antes, ya lo siento. Presiento que no viene a cuento lo que cuento ahora, pero es así: escribo a tientas, a veces medio despierto, ni me siento en ocasiones, así que es lo que hay. Una semana más tarde y total, si no te interesa ahora, poco más te iba a interesar antes.

Además, así, y te lo digo aunque probablemente tampoco debería decírtelo, porque hay que saber callarse cosas, y yo no sé, y porque no te interesa una mierda, que eso sí lo sé, pero yo te lo digo: así, además, tengo una disculpa para mis lagunas, que ha pasado una semana, y ya nadie va a esperar que yo sea muy conciso en lo que digo o apunto. Pero casi no me acordaba ya de nada desde el mismo día del concierto. Primero, porque apenas tomé notas, que me daba mucha pereza. Segundo, porque me tomé cinco cervezas, de verdad, cinco. Me lo contará mi hija dentro de quince años o así e igual no me lo creo, pero es verdad: si tienes la cabeza llena de mierda, te falta el sueño, se te encorva la espalda del peso, y llevas un mes encerrado en casa pensando en cosas que te cansan... Tómate cinco cervezas. A ver qué te hace la cabeza. Se me borró el disco duro por completo cuando salí de allí. Fue torcer la esquina del Cuervo y vuelvo a resetear. Solo me quedé con la impresión, con la huella en la epidermis, que es en realidad lo que vale, pero si luego vienes aquí a contarlo, queda feo. Feo soy, así que no me importa. Y alguna cosa he rescatado, así que vamos. Le ponemos norte: viernes de junio, penúltimo concierto del curso en el Mendigo Aretoa de Barakaldo, la nueva sala de moda, y en la oferta dos bandas con nombres compuestos: unos de la zona a pesar del idioma del nombre, Screamers & Sinners, y otros de tan lejos que, aunque ambos sitios se llamen nuevos, se tienen que hacer viejos cada vez que vayan y vuelvan de uno a otro, porque son de Nueva Zelanda pero residen en Nueva York. Hablamos de Labretta Suede & The Motel 6. En six, no, pero en pocas más palabras, a ver cómo os lo cuento:

Los que chillan y pecan se salieron. Se salieron del escenario, que acabaron por abajo tentando al personal con brebajes en miniatura, y en general. La verdad, no tengo cómo medirlos o compararlos porque era la primera vez que los veía en directo y no pude saber si ellos se quedaron satisfechos, pero, abajo, en el suelo, por lo menos a mí y a alguno/a que me acompañaba, la actuación y la propuesta les resultó de lo más satisfactoria, por explicarlo serenamente y con algo, poco, de objetividad. Screamers & Sinners le dieron a lo mismo que le darían los otros luego, al psychobilly, al rockabilly, al billybilly, pero tienen un no sé qué distinto, un matiz más de aquí, un rollo punk del nuestro, que se nota sobre todo, claro está, en la actitud, pero también en una guitarra que suena, a veces, a granero de Arkansas en los años 50, como se espera, pero en otras ocasiones parece que viajes al Parque de los Hermanos en la década de los 80, lo que está muy bien. Yo me fijé en eso más que en que, por ejemplo, para darle más personalidad a la banda, dentro de un género tan concreto, sepan hacer rock and roll de raíces en euskera. La primera que cantaron en el idioma de Mikel Laboa fue "Eskolako Erregina" y se la dedicaron a una chica del insti que no le hacía ni puto caso a alguno de ellos, no recuerdo si al contrabajista, creo. También recuperaron un viejo éxito de la banda, "Ospitaleko Rockanrola" y además lo maquearon, cambiando una de las tres veces que en el estribillo repiten la palabra "ospitaleko" por "Barakaldoko", que, como sabrán muchos, es una ciudad en la que tenemos un hospital bien grande e importante, un detalle que se agradeció con algarabía y aplausos.  Destacaron canciones como "Fraidy Cat", que no sé si tiene algo que ver con Tom y Jerry, y la pegadiza "Ratman". Sonaron, en ocasiones, hasta al Lejano Oeste y en otras al presente Este, porque caló, y mucho, su refulgente versión de "A-68", y nunca es malo recuperar y festejar la herencia de los M.C.D. Se despidieron sudados, disfrazados, hablando de egipcios, repartiendo chupitos y sin irse muy lejos porque luego se quedaron por allí a disfrutar de los siguientes lo que siempre complace y es de aplaudir. 

En segunda sesión, le tocó su porción a los Labretta Suede & Motel 6, una banda, como hemos dicho, neozelandesa que reside en los Estados Unidos. Llegaban a Barakaldo con su larga reputación en directo, tras varios años de carrera y con algún concierto reciente por estas latitudes, del que llegaron ecos positivos hasta nuestros oídos. Y sí, se confirmó, vuelvo a usar las mismas etiquetas: psychobilly, rockabilly o simplemente rock and roll. Mucha guitarra y distorsión, contundente base rítmica, estribillos arrojadizos, tentaciones para la cadera y algo más: actitud disoluta, genuflexiones, contorsiones, acrobacias, mucha cercanía con el público y canciones de esas que parecen convertirse en materia y derretirse sobre o salpicar al personal. "Boogaloo", por ejemplo, con frenazo en seco, voz retumbante, oscuridad y brío, "In Full" o "Shake It", igual de arreboladas. Ya nos lo habían advertido, que eran animales de directo, y se les veía cómodos y concentrados en ello, en confirmarlo.  Lo confirmaron de principio a fin: desde la postura de inicio, la presencia con atavíos elegidos y mucho empaque escénico, hasta la pericia física general de una cantante en forma que lo mismo hizo sentadillas que figuras de baile en barra que precisamente bailar y sugerirse por toda la barra del local. No era algo superficial, postizo, porque la actuación parece encajar perfectamente en las canciones que decoran. El concierto fue muy homogéneo y su música se movió cómodamente por los patrones del género, sin sorprender pero sin decepcionar. Si nos pidieran que destacáramos algo, que nadie nos lo pide pero lo hacemos, destacaríamos su versión del clásico de los 60 de Eddie Hodges "New Orleans", que no reconocimos, por supuesto, pero E, siempre atenta, nos lo chivó. El guitarrista terminó cediéndole su guitarra a la cantante, en un gesto que ya parecía calculado, y ella se dedicó a sacarle aullidos con su micro o con el pie del mismo, mientras el guitarrista sin instrumento agarraba una baqueta y ayudaba al batería. Fue un largo y delirante aparte instrumental que hizo las delicias de algunos por las primeras filas y que terminó con una postura difícil de explicar, con la mitad del cuerpo de la cantante en el suelo del local y el resto sobre el escenario. También hubo licencias cuando atacaron el "I'm a Hog for You" de The Coasters, momento en el que se pasó a los parches y platillos la cantante, mientras el bajista le acercaba un micro para que pudiera hacer los coros de una canción que cantó el guitarrista. Y terminada la lista, hubo un bis y se terminó el concierto, que tuvo tercer tiempo, y algo me han contado, pero, como anticipamos al principio, nosotros dimos la vuelta a la esquina de El Cuervo y reseteamos.

Ha pasado una semana. Escribir esto ha sido un auténtico ejercicio de investigación clínica. Lo que no he recordado me he imaginado que lo recordaba. Así que si hay errores o chirría algo, razón, aquí: en el San Quintín de mi cerebro. Celebro haber terminado, y me dejo ya de más rimas fáciles después de punto y seguido. Guido Bontempi era mi ciclista preferido. ¿Lo ves? Me piro. La próxima vez, tardo un mes en escribir. 

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