El jueves pasado hacía fresco pero lucía el sol en Gasteiz. Los pájaros hacían vuelos acrobáticos sobre las copas de los sauces en la Florida. Wynton Marsalis, hecho sal, seguía descansando sobre una bancada, como pensando eternamente. Para acompañarle, a su vera, nos reunimos unas cuantas personas. La música irrumpió en el parque. Primero con algo de timidez, después sin freno, repitiendo como un mantra una canción prestada que se ha convertido en himno. Mientras cantaban, yo jugaba a hacer círculos con las piedras del suelo. El viernes también miré para abajo, pero el del Antzokia estaba más oscuro: la platea repleta y los focos apuntando al escenario. Empecé a recordar nombres de bares que he visto escritos en libros. Bandas archivadas. Tinta viva. Hacía falta que ocurriera esto, aunque sea un grito en el desierto, y hay que darle las gracias a Álvaro Heras-Gröh y a Jerry Corral por ello. Hacía falta que las palabras se hicieran carne. Que la historia se cantase, a viva voz, en tiempo presente. No somos líneas rectas, compartimentos estancos, individualidades ajenas al tiempo. Formamos todxs parte de lo mismo aunque no nos demos cuenta. El pasado es nuestro futuro y el presente nuestra responsabilidad. Me gustaría pensar que todxs lxs que salimos el viernes del Antzokia nos dimos cuenta de que lo más luminoso y espléndido de la gala fue descubrir que estábamos celebrando lo que está por venir más que lo que ya ha ocurrido. Y vamos a seguir necesitando lo mismo: gente que haga música, bares donde se pueda empezar, peña que venga luego a contárnoslo y, por supuesto, escucharles, llenarlos, leerlos. No nos podemos permitir desprender el recreo de la reivindicación. Puede que solo saltes, bailes, pero eso es un acto político y social, repleto de cultura, mucho más trascendente que levantar el zurito y zamparte una gilda. Que nadie nos defina la palabra, que no nos la detengan en el tiempo, que no nos la decreten: tenemos la cultura en nuestras manos y debemos darle forma nosotrxs mismxs.
Sin alegatos ya, a la descripción y la glosa. Si quieres que te diga desde el principio de qué va esto: ciclo Izar & Star, fiesta Lluvia, Hierro y Rock & Roll, Bilbo XXI vs Bilbao XX.
Cuando, para empezar la fiesta, Jony Kontrol, maestro de ceremonias para la ocasión, salió convirtiendo la canción de Ian Dury & The Blockheads en "Lluvia, hierro y rock & roll", yo me acordé de una estrofa que solía susurrar a pleno pulmón cuando sonaba en el coche: "they will try their tricky device / trap you with the ordinary / get your teeth into a small slice / the cake of liberty". Empezaba a repartirse el pastel y nos íbamos a poner como el quico.
Los primeros en salir fueron Rosebud, haciendo canciones de Cancer Moon y La Secta y una tercera propia, como mandaba el plan del día que otros se saltarían. Nos fijamos en que el batería era conocido, ahora en The Ribbons, antes en muchos otros. Jorge "Huracán" Hernández demostró clase y experiencia, tirando bien de bombo y platillos para cerrar las canciones. El resto de la banda, si no los conoces, estaba formada por dos chicas, una al frente y empuñando acústica y otra al bajo, completando la formación un guitarrista de elegante camisa blanca western que le ponía grecas a las canciones. No estuvieron solos porque Gorka Pastor, vocalista original de La Secta, se subió con ellos para cantar aquella "I Hate the Trip" que tantos vociferaron en los 90, o tan pocos, ya no me acuerdo. Antes se hicieron "Folks", de Cancer Moon, y el fantasma de Josetxo Anitua, dicen, volvió a aparecer por la consola del pinchadiscos. Para cerrar, el tema propio, "Hoy", dejó constancia de su propuesta, música con raíces al otro lado del Atlántico, compostura y buen pulso.
Los siguientes triunfaron por lo que se pudo oír en comentarios sueltos. Para muchos, el nombre de Unclose quizás aún no diga mucho, pero, para otros, probablemente, traiga recuerdos aún vigentes escuchar el nombre de Split 77, donde se encuentra el origen de esta nueva banda. La gente aplaudió sus versiones sintéticas pero auténticas de Lavabos Iturriaga y Cómo huele! De los primeros hicieron "Instantánea" y de los segundos "La inundación". Había miembros originales de las dos bandas versioneadas por el teatro y por ello se les dedicó el homenaje. La tercera fue propia, "Rising", con melodías inquietantes que crecen, cuerdas sugerentes y una corriente interna que atrapa, te guste más o menos el género. El ritmo es ritmo y percute emoción. Este dúo convertido en trío para el directo convencieron tanto con lo propio como con lo ajeno. La gente movía el cuello y hasta los pies.
A nosotros, se nos empezó a subir el azúcar del pastel cuando entraron en acción el tropel de Villapellejos. Parecen los Peaky Blinders de Monforte y de jarana cuando suben en comanda al escenario y Char-Lee Mito saluda con un enfático "boas noites." Batería de pie, Melena Simone seria a los teclados, bajista y guitarrista escorados pero eléctricos, y todo cantado a dos voces, una masculina y otra femenina. Así escupen al borde del escenario el mítico "Escupe al estupa" de Médanos de Singapur. Los años 80 regresan espurios, mezclados con la modernidad contemporánea pero respetando el misterio inmanente que ya recogía la banda original, originales hasta para el nombre, sobrevenido por aquella enigmática frase de Melquíades en Cien años de soledad: "He muerto de fiebre en los médanos de Singapur". Cien veces, he de reconocerlo, me he puesto yo a leer ese libro y nunca lo he terminado. Y cien veces antes escucharíamos en cromo, pirateado, aquel "La caza" de Los Primitivos que igualmente bendijo la década de los 80. Como tenían tiempo, cerraron con dos propias, ambas de su disco de 2015, Elogios y Ampollas: "Sexy Ramón" y una "Pelo rizado japonés" que dura 56 segundos porque no le hace falta más para lograr el impacto. Te recordarán a quién quieras, a mi me recuerdan que hay mucho arte en Deusto y en todo Bilbao por extensión.
Las siguientes subieron al escenario como con miedo, pero luego lo perdieron y de la misma se fueron, fuera estaban cuando salí a fumar en un descanso, hablando entre ellos, haciendo repaso, quizás, de un concierto breve pero intenso, de toque shoegazing, slowcore y todas esas etiquetas que se inventaron en la tierra de Sonic Youth. Cecilia Payne se llamaban: tres chicas a las cuerdas y un batería que comenzó tocando la primera, el "Dena ongi dabil" de Zarama, pisadas para abrir en aquel disco, con mazas, consiguiendo un sonido más amortiguado y ambiental, el que recorrió toda la versión, por cierto, y casi que el concierto entero. La otra versión que hicieron fue el "Show Me your Love" de Cujo y también ofrecieron la suya propia que transcurrió por el mismo camino por el que llevaron las versiones. Para eso son versiones, digo yo, ¿no?
Las Moonshakers ya salían movilizadas y briosas de los camerinos, como hay que salir, digo yo. Así fue más fácil contagiar su energía y las cuatro, junto a sus acompañantes, se marcaron uno de los clímax más efervescentes del día. Tocaron el "Historia triste" de Eskorbuto acompañándose de Martín Guevara de Cápsula a la guitarra. Dos días más tarde, en la Nave 9, en su concierto con Pale Lips, la repetirían, por lo que he visto, que estar, desgraciadamente, no estuve, y eso siempre hay que decirlo. Caña de la buena, con la vocalista desatada y azuzando al público, que sirvió de contraste efectivo con lo que había venido antes. Por el mismo palo siguieron con el himno "Barrenkalle" de MCD. También buscaron cómplice y lo encontraron en Álvaro Segovia, actualmente en Bonzos y Cavaliere, antes en Atom Rhumba y otros proyectos, quien cogió la guitarra y alteró la naturaleza de la canción sin que sonara a traición. Costaba gritarla a pulmón, y mira que lo intentamos, porque tanto la vocalista como el resto de la banda se la trajeron para su terreno y bien traída. La tercera fue suya, "Manipúlame", sin bajar un ápice la resolución ni el empuje, y nuevamente con compañía, en esta ocasión femenina, a cargo de Mamen, de Las Vulpess, banda que, en esta ocasión, no fue homenajeada. En la mayoría de los comentarios posteriores, corrillos socorridos mientras se comparte un cigarrillo, las Moonshakers aparecían mencionadas con la compañía de adjetivos calificativos muy positivos.
En la primera fila se gritaba el nombre de la banda antes de que empezaran. Hubo motín y amontonamiento por los aledaños de los peldaños, buscando estar cerca de Gandía, que es infinita y desde lejos no se ve bien. Bien harían los Campamento Rumano en pasar un fin de semana de agroturismo o algo así, de retiro espiritual, y reflexionar sobre lo que está pasando. Porque algo está pasando y da la sensación de que está pasando incluso a pesar de ellos, sin que ellos puedan hacer nada para remediarlo, digo. Y es que salía luego a fumar, esquivando gente, y se veían aún bocas abiertas, gente que pedía que les repitieran el nombre, comentarios a sotto voce y alguna risita suelta que era más nerviosa que sarcástica. Había que leer las cosas que se escribieron un día después. Yo me reí mucho, aún me estoy riendo. Y no de ellos, por supuesto, porque hicieron lo que siempre se ha esperado del punk, lo que les dio la puta gana, pero bien hecho, porque lo hacen bien incluso cuando lo hacen mal, y no tiene sentido lo dicho pero de alguna forma lo tiene. Arrancaron con "Coca Cola en Angola" y si no se cascaron el El punk está lleno de sinvergüenzas!!! entero poco les faltó. Las canciones iban cosidas como los cinchos y las hebillas cierran una camisa de fuerza. De vez en cuando, Enduras bailaba y uno no sabía si era un tributo a Madness o al folclore de su país. Veinte veces o así repitieron la palabra mierda cuando cantaron la de Eskorbuto que la lleva tres veces en el título, "Mierda, mierda, mierda", y así cumplieron con la versión, con la afición y con el favor oculto que le están haciendo a la música de estos regadíos, porque necesitábamos riego, frescura, que alguien se desprendiera de las riendas y las convenciones. Son ya casi leyenda y ni lo saben. Dos conciertos han dado. En los dos hemos estado. Si sigo rimando, me mando de vuelta al frenopático.
Finalmente, Señores cerraron la fiesta versioneando a Cordura y Ama Say. Dicen, porque yo no lo sabía, que la primera era de Cordura y se titula "Presente vs pretérito perfecto", con lo que rompieron la regla de hacer versiones de bandas del siglo pasado pero a nadie pareció importarle y a mí tampoco. Con soltura políglota, la segunda la presentaron en euskera porque era la segunda versión en ese idioma que se sumaba a la lista, en esta ocasión, posesión original de los Ama Say de Ortuella, aunque el título esté en francés: "Papillons Noirs", de allá por mediados de los 90. Cerraron sin rebajar la energía que destilaron desde el primer acorde haciendo una canción propia, "Corporarturo Avaricio", casi cinco minutos de presión rítmica, mucha distorsión y melodías en alarido que recuerdan a aquella banda perdida que se llamaban We Were Promised Jetpacks y que sonó potente y sólida. Como eran los últimos, aprovecharon para pedir reconocimiento para los responsables del concierto y se apagó la luz. Más bien, se encendió. Había fiesta luego, creo, un par de manzanas en dirección al puente del ayuntamiento, pero de eso no te puedo contar nada porque nos volvimos para el pueblo que, como sabes, si tardamos mucho nos volvemos cenicientos.
No voy a extenderme más, solo un poco. Por un lado, brevemente, porque algún día ya nos explayaremos, se debe reconocer, por un lado, el recorrido y la perdurabilidad del ciclo Izar & Star, en cuyo formato se recogió esta celebración y a cuyo responsable ya hemos mencionado arriba. Y también, por supuesto, al autor de las 551 páginas de la versión renovada y actualizada de un libro, Lluvia, Hierro y Rock & Roll que más que recoger la historia, de alguna manera, con conciertos como los del viernes pasado, está ayudando a escribirla de nuevo. Ya hablaremos de lo que ha hecho Álvaro Heras-Gröh cuando tengamos tiempo, que lo necesitamos, porque cincuenta años y más no se pueden resumir en cuatro líneas. Por otro lado, voy a permitirme un dato que no sé si está bien traído pero a mí me llamó la atención y al hacer los números me ha hecho esbozar una sonrisa. Os lo pongo en plan científico para que las cifras hablen por si solas. Contando al presentador, llamémoslo así, y a lxs colaboradores, se subieron al escenario del Kafe Antzokia 35 personas. El 34'28% fueron mujeres. Sin contar las canciones que improvisó Jony Kontrol para su espectáculo, se homenajeó a doce bandas (Cujo, MCD, Ama Say, Cordura, Cancer Moon, La Secta, Eskorbuto, Lavabos Iturriaga, Cómo Huele!, Médanos de Singapur, Los Primitivos y Zarama), tirando de información en la red y quedándonos solo con las formaciones clásicas, lo que es un poco subjetivo, podríamos decir que esas bandas las formaron unas 47 personas, de las cuales solo el 6,3% eran mujeres. Di lo que quieras, a mí me parece cojonudo, aunque no sea la expresión más adecuada. Creo que esos números sí indican algo. Por cerrar el círculo y volver al primer párrafo, dejadme que termine diciendo que el otro número sí que me parece ridículo y sin significado: que no le pongan extensión a la cultura. Kulturaren kontrako erasorik ez!
Comentarios