Hoboken está precioso en esta época del año



Ver en directo a Lomoken Hoboken se había convertido en una cuestión de estado. Del estado natural de las cosas. Una cosa propia de brujería. ¿Cómo podía ser que aún no les hubiéramos visto en directo? Porque otra cosa no tendrá esta banda, pero kilómetros de rodaje, vamos. Les sobran. No hay bar en la comarca donde no hayan tocado. No han tocado en el Dragón Verde porque no pueden, no existe, y esto es solo un guiño friki por haber utilizado antes la palabra comarca. Pues por h o por b, n y o. No los habíamos visto aún, ni con Alicate bajo el brazo ni con el reciente The Second Lomo. Miento, porque los vimos en su momento, hace tiempo, una vez, bajo la carpa navideña y municipal de la plaza de Los Fueros, pero no se dieron las circunstancias para contarlo como tal. Así que era ya; había que aprovechar que coincidía todo bien. 

Tal y como con ellos íbamos a propósito, con sinceridad añado que a Triple Zero Band no los conocía ni de oídas. Al llegar al local había tanta gente con camisetas de la banda que llegamos a pensar que algo habíamos hecho rematadamente mal para escuchar ese nombre por primera vez al comprar la entrada esa misma mañana en el Eguzki. En el Edaska fue el bolo.

Los Triple Zero Band resultaron ser un trío de Bilbao* que presentaba un álbum recién salido del horno, Brothers, grabado en los estudios Chromaticity y con valor alegórico y emocional, por lo que contaron en vivo. Por dos veces presentaron a la banda y explicaron su razón de ser, la del álbum estrenado, digo. Se repasaron el mismo de pé a pá, me imagino: "Never Forget Me" o "Freedom", muy lograda y dinámica, con guiño a Jimi Hendrix, entraron en el repertorio, así como "Back in the City" y otras que no reconocí en el momento ni luego, cuando llego a casa y con mis notas, intento averiguar qué fue lo que escuché y me apeteció recordar por escrito. Todas sonaron a lo que dicen ellos que hacen: Brain Shakin' Soul Breakin' Rock and Roll, gritado así, a pulmón, que salga de las entrañas. Traducido: blues, rock sureño y rock and roll, lo que les emparentaba a la perfección con la banda que vendría luego, por supuesto. Para hacer la ocasión más especial, Pedro J. Monge, guitarrista en Vhäldemar y responsable del estudio de grabación mencionado antes, colaboró en el pase; igual que, al final, lo hizo también Ibai García, guitarrista de Lomoken Hoboken. Nos quedamos con las ganas que pusieron, con la peña que arrastraron y con la nitidez del sonido. Menos acertados estuvieron, pero esta es una opinión personal, con la versión que hicieron del "Hush" de Kula Shaker. Era una apuesta arriesgada, también hay que decirlo. Dijeron adiós dejando a la gente, por lo que se veía por allí dentro y fuera echando un cigarro a la fresca, más que satisfecha y, sobre todo, con ganas de más, porque todos sabíamos, me imagino (no parecía que allí hubiera nadie extraviado), que los que les seguían iban a conducir por la misma carretera polvorienta camino del sur más profundo.

Con cuarteto renovado, Lomoken Hoboken arrancaron a la yugular, sin holganza ni cautela, basándolo todo al caballo ganador que llevan entre manos. Creo sinceramente que el secreto de esta banda reside en que lo visible es evidentemente hermoso pero también en que lo menos perceptible es igual de importante y meritorio. Me explico mejor y explayándome: los punteos, fingerpickings, arrebatos de inspiración y virtuosismo de Ibai García con la stratocaster** no se le pasan por alto a nadie. Si fuera un perro, te muerde. No puedes resistirte. Si te van los riffs y el punk y la distorsión puede que acabes empachado, pero lo manifiesto, manifiesto es. Te daré un detalle que, en realidad, es anecdótico: se le jodió una cuerda. De la misma, se sentó en la tarima del escenario y se puso a cambiarla sin ningún agobio mientras un tío le comía la oreja, otro le metía prisa, el pipa le preguntaba si necesitaba algo y su chica se preocupaba por él. No dejó de sonreír en ningún momento. Afirmaba con la cabeza, incluso contestaba preguntas. Regaló un beso, salió allí fuera y, como si no hubiera pasado nada, vuelta a disparar en batería. El talento está ahí. Si alguien le ve tara que me lo explique técnicamente, porque más allá de la técnica incomprensible para un neófito como yo, la impresión general es que no se puede hacer otra cosa que derretirse y afirmar con la cabeza. Ibai García gesticula con la mandíbula, te mira como si fuera a perdonarte la vida, le pone a su ejecución el toque de agresividad y performance que necesita este espectáculo. A lo que iba, que me queda la otra mitad de la afirmación original: si te quedas ahí, en lo visible y manifiesto, te perderás el resto, lo que hace que eso resalte y funcione. Eso es a lo que me refiero con lo menos perceptible, que tiene tanto fuste y primor como lo anterior. La base rítmica es abrumadora, sin tentaciones ni adornos, sin cábalas ni cantigas; hacen lo que place a la canción y lo hacen con rotundidad. Más: el Dr Lomo, por supuesto, Manu Monge. Hay mucha raíz insondable en esa voz áspera y profunda. Su guitarra rítmica ejerce de vergel fértil y es a través de ella y de su voz que el blues llega a la vena, que se transmite por la habitación. Puede que eso no lo veas de primeras y se te vaya la vista a la otro esquina, pero, no te confundas, si ves lo que ves es porque estás viendo eso también. Extraña y retorcida me ha quedado la explicación, pero el que los haya visto lo sabe: es el conjunto, la propuesta entera, las piezas sueltas puestas con trascendencia en equipo.

Lo demostraron en directo o así lo fui viendo yo desde mi esquina. Me quedó claro desde la primera, desde la segunda, esa "Dr Lomo" que pierde la delicadeza que le puso la producción en el disco pero gana empaque y fuerza. Manu pedía socorro: "una garimba que me muero", porque el sótano, para entonces, se había convertido en un baño turco. Casi no habían empezado y ya me regalaron una que esperaba con ansias, aunque a nadie le importara, claro. Sabía que la tocaban, pero no sabía si la tocarían en esta ocasión. Su versión del "See the Light" de Jeff Healey alegra la tarea y ahoga el lamento. Me ahorraré explicar todo lo demás: ¿quién es Healey? ¿Por qué? Ve al youtube y búscala, no te arrepentirás. Unas cuantas más tarde, se soltaron otra de sus grandes versiones, presentada por Manu Monge como "el rock'n'rol de los rock'n'roles". Bordaron, dándole un toque personal pero con la misma soltura enérgica del original, el "Call Me The Breeze" de JJ Cale. No serían las únicas versiones del día, ya que, por ejemplo, cerraron el concierto desatados, encadenando el "Johnny Guitar" de Johnny Winter y el "Just Got Paid" de ZZ Top. Se les acababa el tiempo pero no la energía. Acabaron en clímax, con solo sobre el suelo y la garra de la garganta expuesta sin remilgos. Para aplaudir aunque te tengan esposado. 

Como aquello era una fiesta y yo pretendo describirlo ahora, tengo que decir que también hubo colaboraciones. Primero subió Juan Gumuzio, guitarrista de Still River, una banda bilbaína con las mismas raíces que los Lomoken Hoboken, que salió con bottleneck en la mano izquierda para tocar "Ramblin' Blues", segundo corte en Alicate, el primer disco de la banda. Manu abandonó la guitarra, cantaba y cuando no le tocaba, se escondía junto a la columna para hidratarse y decir que sí con la cabeza al ritmo de las dos guitarras. Gumuzio y García, a lo suyo, se aliaban en una algarabía de cuerdas que llegaba, a veces, al onanismo musical. Hacían cruces con sus mástiles y todo. Parecía que estuvieran dentro de una burbuja, protegidos de la realidad de fuera, ensimismados en su lenguaje particular. Pero volvieron del más allá. Y volvió a subirse al escenario Pedro J. Monge que ya no se bajó hasta el final. El final acelerado e impetuoso que ya hemos descrito antes. Por cierto, también hubo cambio de batería, pero que se me vean las vergüenzas que no soy profesional: no me enteré de quién se fue y quién entró. 

Hacía años, lo reconozco, que no entraba al Edaska. Me temblaba la conciencia bajando las escaleras, como si fuera a encontrarme dentro con viejos fantasmas abandonados. Quiero recordar, pero igual me equivoco, que, antes, anunciaban cierre, porque llegué a cerrarlo, varias veces, encendiendo las luces y pinchando el "New York, New York" de Frank Sinatra. Sinatra era de Hoboken, ¿no? Y los Lomoken son de Barakaldo, ¿verdad? Podrían estar tocando ya en sitios con camerinos o escenarios de techos altos, pero siguen aquí, en los bares, optando por seguir enseñándote, en la práctica, como es cierto eso de que la música es un lenguaje universal. Agarran de las raíces, y tiran tan fuerte, que se traen todo el continente para nuestra ribera de la ría. Había que aprovechar y disfrutarlo.



* Álvaro Brutus me ha hecho saber luego que toda la sección rítmica es de Barakaldo, así que supongo que convenía mencionarlo.

  • **  Yo lo único que quería era dejar de usar la palabra "guitarra" todo el rato. Me dejé guiar y la giñé. Sea strato, teleca o una bontempi para niños, se entiende lo que quería decir. El error, eso sí, lo dejo ahí, para que conste.

Comentarios

Triple Zero Band ha dicho que…
No te extrañe que no nos conocieras ni siquiera de oídas amigo. Debes saber que esa noche no sólo estrenábamos nuestro disco BROTHERS, sino que además fue nuestro debut en directo. Como puedes imaginar fue un honor y un orgullo para nosotros hacerlo junto a nuestros amigos Lomoken Hoboken, que como bien dices hicieron un gran bolo.
Esperamos que poco a poco nuestro nombre se vaya haciendo popular a base de seguir ofreciendo Brain Shakin' Soul Breakin' Rock and Roll.
Saludos y gracias por haber venido y haberlo comentado,
TRIPLE ZERO BAND
Holden Fiasco ha dicho que…
Gracias a vosotros por leer esto y comentar. Y perdón por cualquier cosa inapropiada o incorrecta que haya podido escribir. Un saludo.