Pues esto va del segundo disco de Banda Magnética. El primero ya lo glosamos aquí. Hace un año, creo. Y si hace unos días nos metíamos con nosotros mismos por hablar del disco de una banda que ya no existía, en este caso, lo hacemos de otra que, probablemente, entre ahora en periodo de reflexión. Esto me lo imagino yo solo y solo porque hace solo unos días la banda anunciaba que su guitarrista cesaba en sus funciones. Hagan lo que hagan, sonará distinto, me imagino, yo solo y solo por lo que hicieron público hace solo unos días. Han Solo, ven y rescátame, apriétame más fuerte, por favor.
No soy pro ni lo pretendo, pero tampoco quiero hacer el julai, así que antes de hablar de éste me volví a escuchar el que publicaron en 2017, Dispara. El nuevo, que incluye once cortes, lo han titulado Tú eres mi obsesión, y va un poco en la misma línea que el anterior. La sensación, así, hablando a la ligera, es que este segundo tiene menos dobleces, es más directo y medido, menos repentino, quizás. Han elegido estructuras más sólidas, patrones más macizos. Se han torcido más hacia el rock and roll. No es algo malo, no me malinterpretes, eso queda a tu libre interpretación. Más aún cuando, a pesar de escucharlo así, sí que queda abajo, ahí, en el fondo, esos pigmentos coloridos, esos requiebros inesperados que les aplaudíamos en el anterior. Velocidades y tonalidades, instrumentación y melodía, lascivia y acidez. Siguen mezclando sin preocupación. Quizás, sí, hay menos riesgo, más pulso fijo, más apoyo en la reiteración, pero, en general, las canciones siguen funcionando, los estribillos se contagian, los tobillos con esguinces, tuerces la esquina de un verso y, en ocasiones, veo mundos paralelos. Llega al final del disco, si no, y escucha “Oso chino”, por ejemplo, donde alcanzan a brazadas ese hipnosis irreverente que había a paladas en Dispara.
En general, las letras entran con contoneos y apareos, y por eso siguen con la misma traza aquí: voluptuosidad y encaramiento, pero, sobre todo, indagación. Estudio de lo humano, ya quede liviano o satírico, de cómo nos relacionamos, ya sea en el onanismo o en la comunión con los demás. Fíjate en los pronombres que llevan los títulos, en los sujetos y objetos directos. No digo más. Bueno sí: primera canción, guitarras distorsionadas, progresión eléctrica y ya aparece la palabra lujuria por ahí. Luego estribillo pegadizo y entran ganas de bailar, perder el ronzal, tararear, agitar la cabeza de izquierda a derecha, lo que quieras. Las canciones son elásticas, frescas, intrépidas. Van del power pop al rock and roll, pasando por el indie de guitarras con adobo punk. Guitarras vacilonas, con riffs sugerentes y batería con mucho platillo y a toda velocidad. La guitarra se apodera de “La cuerda que ata mi alma”, parece ir a su bola, no se ata ni con una cuerda ni con seis. La batería destaca en “Tú eres mi obsesión,” acolchonando con soltura un riff de guitarra marca de la casa, magnético. El bajo no se esconde: en “Oso chino,” en “Maquillo mis heridas”, “Hoy no sale el sol”, en todo el disco en general. Saben usar los parones y el contrapunto. Trabajan bien los comienzos y los finales. El comienzo de “No son de verdad” y el final de “Maquillo mis heridas”. Tenía yo aquí letanía para ir una por una y destrozar el disco, pero me voy a controlar y sosegar y guardar algo para luego.
Porque habrá luego, espero. Creo que el mejor disco de esta banda aún no ha llegado. Pero puede llegar. Se disfruta lo que ya han hecho pero se escucha algo ahí al fondo que promete más. Con paciencia y sin prisa, lo esperaremos aquí, y, mientras tanto, seguiremos rebuznando y escuchando el folclore burgalés que más nos mola. Mola, además de un apellido que se borró de los callejeros de la mayoría de nuestros pueblos y ciudades, me alegro, es un verbo declinado que he utilizado a propio intento para zurcir un final muy pobre y dejar a la vista mis vergüenzas y apuros. Y añadiría mazo, pero solo para darme con él en la cabeza. Es lo que tiene escribir con prisas y presión. Sin pretensión. Pero en precario. Si se te ocurre otra palabra que empiece por p y r, añádela. Yo paro ya.
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