Por la calle pasa una señora esquivando gente y rumia: "qué futuro, qué futuro". Razón no le falta. Ahí andamos haciendo tiempo. Y porque nos avisa Mikel. Entramos dentro y todo está listo. Ahí están los tres subidos, en sus puestos, encaramados a un escenario decorado para la ocasión: luces de colores ensortijadas en los pies de micro, espumillón sobre las pantallas, fotocopias en color de rostros familiares que han colgado en los rincones más insospechados. Ese álbum familiar entretiene hasta que empiecen. Jugamos a descubrir quiénes son. La que más nos cuesta es Betty Missiego. “¿Y esa quién es? ¿María Callas o algo así?”, le pregunto a E. Pero E dice que no: “No, esa es una folclórica, pero no me sale el nombre.” Salió luego, cuando me doy cuenta de por qué están todos ahí colgados y fotocopiados: Marino Lejarreta con el maillot del Caja Rural, Jorge Bucay y su mirada penetrante, Ted Kaczynski, Stevie Wonder y/o Sloth Fratelli… Todos son personajes que ellos han utilizado para contar (sus) historias, de miedo o comedia, en sus (canciones). ¿Cuántas canciones? Puedo hacer un cálculo matemático, que se me da bien la ciencia, por la noche me convierto en bestia (un guiño): vamos a ver, por tamaño, te digo, y me llevo una, tenían el setlist pegado en un bafle y aquello parecía la sábana santa, así que cuatro docenas, mínimo. Puede que ellos no supieran quién era yo, pero horas más tarde, en la puerta de El Tubo, donde lo quieras o no acaba todo el mundo, charlaría con la sección de cuerda. Me atreveré a llamarles por su nombre y te cuento que Sergio Nasti, entusiasmado, lo resumió con claridad aunque igual me esté inventando las palabras exactas: “¡Hemos hecho un concierto de más de una hora; en la vida habíamos tocado nosotros más de una hora!”
Vamos a poner un poco de orden: estamos hablando de la fiesta navideña que se montaron los Nasti de Plasti en la Riojana, sábado por la noche, con invitados de lujo y un bar repleto, o casi. Costó elegir. A la misma hora, en El Tubo, actuaban Sudor y Ballard, y era difícil decirle que no a eso. Un poco más tarde, pero solapándose, en el Mendigo estaban los M.C.D. y Koska. Hubo que tomar una decisión y nosotros nos dejamos llevar por el corazón, que es lo que hubiera hecho, sin lugar a dudas, nuestro amigo Bucay.
Pues eso, que entramos y están ahí, subidos, en sus puestos, encaramados. Voy a contarlo en presente que es más urgente y divertido. Es curioso y revelador, por cierto, que mientras esperan para empezar, en el equipo del bar, suena a toda pastilla una canción que en los noventa azuzaba pequeñas masas. Yo creía que era Natalie Imbruglia, pero es Alanis Morisette, que me lo aclara E. Lo que importa: ahí está con su guitarra Sergio Nasti, esperando a que le den permiso, y se le van los pies. Tímidamente, pero baila, con los tobillos, al ritmo de la canadiense. Que son unos poperos, les gritará alguien poco después. Y ellos mismos lo reconocerán luego y lo han reconocido siempre: punkpop del bueno, o del malo, que seguro que, un poco, se la trae al pairo. Eso sí, por si acaso, con sentido del humor, regalan tapones, que luego no haya denuncias, que no tengan que pagar indemnizaciones. Y arrancan. Lo hacen con “Por ti”, canción que estaba en El ataque del hombre pez (2010). Y así seguirá todo el concierto, yendo de lo antiguo a lo más reciente, saltando de casilla en casilla y si caen en el puente, les lleva la corriente. A Mikel Tuca Raca, escondido detrás de su set, se le ve más relajado y feliz de lo habitual: masca chicle, mira a los ojos, está disfrutando. Sus dos compañeros van del mismo palo, se afanan, no afinan y de vez en cuando, para variar, hasta se dirigen al público: “Va a haber cosas distintas esta noche”, anuncian. Parecía que iban a decir algo más, pero no: “Bien, continuamos.” Tiran con lo más reciente: “Pulticub” y “Focusín” del tirón. Sergio Nasti va de quinta en quinta sin dejar de mirar el mástil, mientras busca el micro como revirado. Vuelven a lo de antaño: “La invasión” y “Piso compartido.” Me fijo en las velocidades que tiene la mano derecha de Dani Nasti, el bajista. A veces, lento, parece que esté enhebrando las cuerdas; otras veces, más rápido, parece que las esté rebarbando. Voy a cambiar de párrafo, justo cuando ellos lo hacen de bloque.
Vuelven a hablar para avisar: “Ahora es un bloque especial, lo digo para que se den por aludidos”. Cantan en bloques, me explicarán luego, y los bloques son sagrados: fiummm, ahí va un bloque, si no te apartas, te abren la cabeza. No sería así, pero la primera vez que les vi en el Tubo me dio la sensación de que la estructura del concierto fue triple y como sigue: primero, "hola, somos los Nasti de Plasti"; segundo, media hora de set, como treinta canciones; tercero, "adiós y gracias por venir, somos los Nasti de Plasti". Esta vez, los bloques se decantan, entre que cantan uno y el otro, se paran, charlan, no tienen prisa. En este “bloque especial”, arrancan hablando de ciclismo: “El Tour.” Como Abdoujaparov cuando esprintaba, ellos ya no paran. Lo que tenía de especial es que había peña que quería colaborar y que tenían que darse por aludidos. Y tanto, porque para contribuir tienen que subirse al escenario como si este fuera un tren en marcha. Aquí nadie para. Noe casi se despeña, pero sube y canta y el micro se acopla y le cuesta seguirles el ritmo: “Teresa” suena a déjame que suba yo también que me apunto al exabrupto. “Zombies” llega luego y antes de que se termine se ha subido arriba Bernardo (García Pola, según el anuncio que hicieron en el Facebook), quien anda más previsor y, por si acaso, para cantar “Verano del 96”, se sube ya en la estación anterior. Listo. Colaborar con estos es un deporte de riesgo.
Esto no para y volvemos a lo más nuevo: “El beso de Andy”. Y siguen: “Nasti de Plasti” o “El extraño del cementerio.” También “El bar”. Canciones todas que como llegan se van, casi no te da tiempo a disfrutar. Llega otro bloque, supongo. Como si fuera un espontáneo, sin avisar ni pedir permiso, aunque lo tendría, sube Félix Landa, guitarrista en J.O.E. o Morenas, y se toca media docena: “Farias, mistela y películas porno”, “Fracaso’79”, “Noches de caza”, “¡Para, anormal!”, “Nada que celebrar” y “Despropósito”. Una por una apura su oportunidad para darle brillo y visos a las canciones, les da otro aire. Las endulza o amarga al gusto de su guitarra y, la verdad, para ser sincero, al menos en directo, les aporta un color distinto, muy oportuno, a todas ellas. Vamos, que queda guapo. Y llega el turno otra vez de Noe, quien, igual que Landa, se sube esta vez con su guitarra. Y hace lo mismo que el anterior, aporta una nota de pigmento, un poco de refrito al guiso, y, además, colabora con los gritos. Nuevamente lo repito: el invento mola. En su parte, entre otras, entran dos versiones. Una de F.A.N.T.A., apropiada para la ocasión, “24 de diciembre otra vez”; y otra de los Siniestro Total, un villancico punk que se titula “Afunfun Afanfan”. Más que a Siniestro suena a R.I.P. en la versión, pero, y ellos mismos lo notan, les aleja un poco del pop. Así que avisan por si acaso: “Volvemos a lo meloso y a lo pop,” dice Sergio Nasti. Dani Nasti recalca: “A lo moñas”. No les quita el humor nadie. Ni tan siquiera el actual presidente de los Estados Unidos, al que dedican una de las canciones que con las que cierran la fiesta. No sé ni cuántas tocan en ese arreón final. Me pierdo entre historias de amigas que comen no sé qué, cuentos sobre una chica que si era o no era punk e invocaciones a la jarana en la Riojana. “Navidades Trump” se llama la del tío que se hizo rico gracias a sus padres y a las ventajas fiscales del ayuntamiento de Nueva York. La cantan Los Summers y, el sábado pasado, la cantaron los Nasti de Plasti y uso el pasado simple para ponerle contrapunto y terminar aquí, así; si querías más, no hubo. Se pidió. Pero Sergio Nasti, con una risilla floja que anticipaba lo que me contaría luego en El Tubo, contuvo las ganas del respetable así: “Pues no hay más”.
Ellos lo advirtieron días antes en las redes sociales: "Haremos más de lo mismo pero de una manera completamente diferente." Y no mienten: fue así. No como os lo hemos contado aquí. Pero hazme caso a una cosa si es que aún confías en mí, y no sé bien a quién le estoy hablando: escúchales. Entre líneas, con la mirada zamba. Te darás cuenta de que le han puesto rima a la mitad de las anécdotas que te contó tu prima, la del pueblo, la de riesgo y la donna. Y de paso, algo aprendes, aunque sea a reírte de ti mismo, misma, mismorum.
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