Southern Lights



Empieza el festín y lo digo en latín: vires acquirit eundo. La fuerza se consigue avanzando, que lo dijo Virgilio, creo.  Publio Virgilio Marón, un marrón es esto: empezar las fiestas del pueblo viendo en directo a Southern Lights y no encontrar mejor manera de contarlo aquí que mencionando a un poeta romano. Pongo la mano en el corazón antes de decir que no me arrepiento de nada y que Roma no se conquistó en una hora, pero nosotros poco más tenemos para escribir la crónica de este y otros dos conciertos con los que empezamos el FestiBar, así que, seguiremos eundo, o escribiendo, a ver si conseguimos vires, o, por lo menos, darle algo de sentido a todo esto. 

Una hora, más o menos, necesitaron estos cuatro para conquistar El Cuervo, que no estaba repleto, pero los hunos allí presentes mostramos resistencia. Y nos la vencieron. Entre versiones de Deep Purple, ZZ Top y no sé quién más, acabamos por doblar la cerviz, nos postramos ante el rock and roll y movimos el cuello en movimientos acompasados que hacían las veces de reverencia. Vale, quizás el momento álgido fue el "Runnin' with the Devil" de Van Halen, pero antes, y sin trastabillarse ni desorbitarse, hicieron el repaso musical a clásicos del rock, más y menos sureño, o el blues, más y menos doloroso, al que nos tiene acostumbrados esta banda. El "Mistreated" de Deep Purple, por ejemplo, lo bordaron, festoneado de arriba a abajo por una iluminación más espiritual que técnica. 

Y es que les hemos visto en distintos formatos, y, en esta ocasión, les vimos sin Aritza Castro a la batería, bien sustituido para la ocasión y con el resto de los miembros inspirados y entonados. Se hace complicado no ser injusto y centrar lo que se escriba aquí en la artesanía y el genio de Gonzalo Portugal, pero no es imposible. El cantante, por ejemplo, tiene técnica, trepidación y un buen falsete. Quizás le falte empaque, lucimiento, pero ese es el problema del que mira, ¿no? Rúa en el bajo estuvo bien alto en el conjunto y el batería le pegó con orden y consonancia. No hay grupo si no hay conciliación, por mucho que se te vaya el tiento al viento entre las cuerdas de un Gonzalo Portugal al que habría que reclamarle ya un sitio en la máquina del tiempo, cuando la inventen, para que regrese a las décadas que revive sin artificio en sus fraseos. Qué pulgar tiene el tío en la mano derecha. Lleva la púa entre los dedos como si estuviera haciendo un truco de magia. Le da para controlar el volumen, la tonalidad, el ímpetu y hasta la inspiración. Toca con los ojos cerrados, como si, una vez memorizado, lo importante fuera trasegarlo, somatizarlo, expulsarlo en dióxido de carbono, moléculas evaporadas por la piel, el jugo del alma, si crees en eso. No puedes evitarlo, pero él solo sería como una isla abandonada en el océano. Tiene heridas su guitarra y a nosotros nos quedaron llagas para curar después de un concierto sudado, con poco público y volátil, pero bien ejecutado, resuelto en un bis donde la gente estuvo a un tris de, por fin, desatarse. 

Este año paso de andar contando palabras: seremos breves y al grano, eso sí, pero sin promesas ni cuentas. Abriremos con el nombre de la banda y blandiremos la espada de nuestra inconsciencia porque son fiestas, tendremos resaca, y me la trae al pairo si lo que digo tiene sentido o no. Ya iremos eundo y cogiendo vires, y aunque el latín sea para nosotros como la física cuántica explicada en birmano coloquial, creemos en aquello que dijo un flipado de Nazaret: "beatius est magis dare quam accipere", hay más felicidad en dar que en recibir: y nosotros tenemos mucha felicidad para dar, después de recibir tanta música. Ostias como panes también, si necesitáis mejillas. Vamos viendo. 

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